¿Aplauden los 224 muertos? ¿Los desaparecidos, los heridos, los destrozos que se habrían podido evitar si Mazón hubiera estado en su puesto en lugar de estar ya ni sabemos dónde? Como advirtió Mónica Oltra, “son más peligrosos por incompetentes que por corruptos”. Habría que añadir que son aún más peligrosos por indecentes
La plana mayor del PP ovacionó a Mazón en la cumbre del partido el fin de semana. No fue un aplauso más. Fue el más largo, el más fuerte. Uno se pregunta qué aplauden. Cómo pueden aplaudir, cómo se atreven. Hay aplausos de entusiasmo, de cortesía, de pleitesía, aplausos que son traicioneros, como aquel que dedicó el PP a Pablo Casado antes de ajusticiarle, y otros, como este o el aplauso a Rubiales en la Federación, que son cómplices, aplausos castrenses de cierre de filas, aplausos de familia mafiosa que no se arrepiente sino que se enorgullece de sus crímenes, aplausos con las orejas que son una burla a las víctimas. Ruido para no oír a sus conciencias. Aunque tampoco les hacía falta aplaudir tanto para acallar a una voz muda.
¿Pero qué aplauden? ¿Los 224 muertos? ¿Los desaparecidos, los heridos, los destrozos que se habrían podido evitar si Mazón hubiera estado en su puesto en lugar de estar ya ni sabemos dónde? ¿Las mentiras sobre su paradero? ¿Sus incontables versiones? ¿Su negativa a enseñarnos el ticket de la supuesta comida? ¿Aplauden la supresión de la Unidad Valenciana de Emergencias? ¿Los despidos de bomberos? ¿Los recortes en medidas de prevención? ¿El pacto con los negacionistas del cambio climático? ¿La pésima gestión antes, durante y después de la Dana? ¿Los tres días que tardaron en aparecer los operativos por su inoperancia? ¿Las vidas y bienes que se perdieron por eso? Como advirtió Mónica Oltra, “son más peligrosos por incompetentes que por corruptos”. Habría que añadir que son aún más peligrosos por indecentes.
¿Acaso no aplauden también los contratos millonarios para la reconstrucción otorgados a dedo a empresas amigas, condenadas por la Gürtel? ¿Pero cómo no van a aplaudir si después de Barberá, Camps y Fabra, del despilfarro y la desvergüenza, han vuelto a gobernar? El PP siempre aplaude a sus peores porque sabe que cuanto peor, mejor para ellos… el beneficio político, Rajoy dixit. El PP sabe que después del Prestige y de los 7.291 muertos de Ayuso salen reelegidos con honores. Aplauden porque tienen un público cautivo que, hagan lo que hagan, les aplaude. Aplauden porque tienen una clá de aplaudidores en los medios que les hacen la corte. Aplauden porque pueden: pueden provocar muerte y destrucción, hacer negocios con ello y ganarse la ovación con vuelta al ruedo. Aplauden el toreo al respetable.
Aplauden también, como en los aplausos a aquella soprano conocida por ser la peor cantante, para que no se oigan las risas y las mofas. Aplauden a un mal cantante y peor presidente para que no oigamos cómo se ríen de los valencianos, de los españoles, como en el aplauso con el que ensordecieron en el Congreso el “que se jodan” los pobres. Aplauden al hombre que estaba ausente mientras sucedía la mayor catástrofe climática de Europa en la historia reciente. Aplauden los que pidieron al Gobierno que le quitara el mando a Mazón al mismo tiempo que responsabilizaban a Pedro Sánchez. Aplauden los que culparon a los meteorólogos, a los científicos y a la ministra de Medio Ambiente contra la que conspiraron en la Comisión Europea para que España no tuviese representante. Aplauden los que no reciben a los familiares de las víctimas de las residencias, el metro de Valencia y el 11M y premian con cargos a los responsables de la tragedia del Yak 42, el Alvia y el Prestige. Esos aplauden.
O sea que no aplauden solo a Mazón, se aplauden a sí mismos. Se auto aplauden como palmeros que se jalean para darse aires por encima de la mayoría, a la que desprecian. Es un aplauso en la espalda propia, la palmadita satisfecha de quien se siente impune después de salir airoso de una fechoría. Es, incluso, un aplauso contra Mazón, contra el tonto de la clase al que toleran porque ellos son más listos que nadie. Los aplausos inmerecidos delatan más a quien los da que a quien los recibe. Quien aplaude un mal espectáculo esconde su falta de criterio. Quien aplaude un espectáculo infame muestra su indecencia. En este caso, la indecencia de un partido para el que una vida solo vale un voto. Si fueran sus muertos, no aplaudirían. Aplauden porque no les importan sus muertes.