«Servidumbre involuntaria»: 1.100 presos luchan como bomberos contra el fuego en Los Ángeles

California tiene un programa voluntario para que los presos reciban formación y ejerzan como bomberos, pero está rodeado de polémica por sus condiciones, salario y su impacto sobre la reinserción laboral

Bomberos privados: la última bala de los ricos para salvarse cuando todo arde en Los Ángeles

Mientras los bomberos de Los Ángeles luchan desde hace una semana contra las enormes llamas que asolan la ciudad, las cárceles de California han desplegado más de 1.000 presos para luchar en primera línea.

El Departamento de Instituciones Penitenciarias y de Rehabilitación del estado (CDCR) ha señalado que 1.116 presos se han sumado a los bomberos del estado para ayudar a frenar la expansión de un fuego que ya ha matado al menos a 25 personas y ha devastado barrios enteros del condado.

Durante la última semana, se han desplegado más de 20 equipos de bomberos prisioneros. Visten un uniforme naranja diferente al de los bomberos de Los Ángeles y trabajan en condiciones peligrosas. Utilizan principalmente herramientas manuales, como motosierras, hachas y rastrillos para cortar las líneas de fuego y retirar posible combustible para el fuego junto a las estructuras.

Algunos de los presos bomberos que están en primera línea son jóvenes de entre 18 y 25 años. Un portavoz del CDCR explica que hasta el lunes se habían desplegado en Los Ángeles 55 jóvenes. Lo cierto es que esta cifra cambia diariamente. La Coalición contra la Reincidencia, una organización sin ánimo de lucro que apoya a los presos para que puedan reinsertarse, ha estado recaudando fondos para 30 jóvenes presos bomberos que trabajan en primera línea de fuego.

California es uno de al menos 14 estados con programas de bomberos presos, según la organización de derechos Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU). Los participantes en California cumplen condena en prisiones estatales de mínima seguridad llamadas campamentos de bomberos, donde se forman como personal de emergencias y sirven en emergencias de incendios y otros desastres naturales.

El trabajo es voluntario y muy demandado, ya que los participantes salen del entorno carcelario tradicional, reciben una formación significativa y ven acortadas sus condenas a cambio del servicio.

Sin embargo, este programa también ha sido muy cuestionado. Los bomberos prisioneros ganan entre 5,80 y 10,24 dólares al día, y un dólar más por hora cuando responden a emergencias. Esta semana, algunos trabajan turnos de 24 horas, en los que pueden ganar entre 29,80 y 34,24 dólares al día y luego descansan 24 horas.

Algunos exprisioneros que han participado en el programa destacan que valoran la oportunidad que les brindó, ya que pudieron escapar de la monotonía y las condiciones de hacinamiento de sus celdas. No obstante, destacan las duras condiciones de trabajo, la falta de protecciones laborales básicas y los bajos salarios. Algunos afirman que este trabajo les cambió la vida, si bien la mayoría no ha podido acceder a un trabajo similar tras salir de la cárcel.

“Merecemos el mismo salario”

Rasheed Stanley-Lockheart es un exprisionero bombero. Mientras cumplía los últimos dos años de su condena en la prisión estatal de San Quintín en California, de 2018 a 2020, participó en el programa de prisioneros bomberos. Esto le permitió alojarse fuera de la prisión. Vivía en una habitación que era para él solo, podía dar paseos por la bahía de San Francisco, al lado del complejo penitenciario, y podía comer mucho mejor que en la cantina de la cárcel. Se presentó al programa después de haber cumplido 15 años de condena.

Recuerda que en aquel momento se sentía agradecido “por haber podido salir de la cárcel”. “Nunca olvidaré el primer día que me recogió mi capitán: Pude comer en un plato de la casa. Fue una sensación muy extraña”. Sin embargo, con el tiempo su percepción ha cambiado. “Ahora lo veo como una servidumbre involuntaria”, afirma.

Stanley-Lockheart hacía el trabajo de un bombero municipal tradicional, respondiendo a incendios en la comunidad y a emergencias dentro y fuera de la prisión. No había descansos: estaba de guardia 24 horas al día, 7 días a la semana y ganaba unos 50 dólares mensuales.

“¿Quién quiere estar atrapado entre los muros de la cárcel cuando puede hacer este trabajo?”, se pregunta. “Pero si quisieras un día libre, no te lo puedes tomar, porque automáticamente vas a volver a la cárcel. Así que en realidad sigues encarcelado, es como si colgaran unas llaves brillantes en el cuello de un mono”.

Recuerda que sus capitanes y su jefe de bomberos le trataron bien, pero culpa al sistema, ya que al ofrecer a los prisioneros la posibilidad de participar en el programa de bomberos los sitúa en una disyuntiva imposible y terminan haciendo un trabajo de vital importancia y extrema peligrosidad por un salario muy bajo.


Un grupo de personas observa las llamas en Palisades

Explica que le marcó haber hecho la reanimación cardiopulmonar a un mentor encarcelado que no sobrevivió: “Le hice la promesa de que mejoraré mi vida y continuaré con este trabajo”.

Stanley-Lockheart trabaja ahora en la presentación de solicitudes para obtener subvenciones para The Place4Grace, una organización sin ánimo de lucro de California que apoya a familiares de prisioneros, especialmente a los niños. Cuando salió de la cárcel, tuvo que lidiar con problemas económicos considerables, que aún persisten. Señala que si el sistema penitenciario pagara un salario adecuado a los prisioneros que trabajan como bomberos, su reinserción sería radicalmente distinta. “Si estás dispuesto a correr hacia el fuego y salvar vidas, mereces la misma paga que los demás”, afirma.

En noviembre, los votantes de California tuvieron la oportunidad de abordar estas desigualdades votando la Proposición 6, una medida electoral para enmendar la constitución del estado, prohibir la esclavitud en cualquier forma y derogar una disposición actual que permite la servidumbre involuntaria como castigo por un delito. Los defensores de la Proposición 6 señalaron que la medida allanaba el camino para mejorar los salarios en las cárceles y evitar los trabajos forzados, pero el 53% de los votantes la rechazaron.

A Stanley-Lockheart, el resultado de la votación le sorprendió: “¿Por qué no nos reconocen como seres humanos que tienen la posibilidad de redención?”.

“No me rindo”

Durante años, California ha dependido de prisioneros bomberos para luchar contra los incendios. En ocasiones, las cuadrillas de presos representan hasta el 30% de la fuerza de extinción de incendios forestales del estado. Varios prisioneros bomberos han muerto combatiendo incendios y en acto de servicio.

Los participantes en los campamentos de bomberos no solo luchan contra las llamas. Durante años han luchado para que se reconozca su labor y tener la oportunidad de convertirse en bomberos profesionales cuando salen de la cárcel.

Laquisha Johnson, que sirvió en un parque de bomberos de California hace aproximadamente diez años, explica que cuando salió de la cárcel en 2016 presentó su currículo en todos los parques de bomberos de la zona de Los Ángeles. “Tenía documentación de mi formación, certificados, referencias y me dijeron que no. Fue un golpe para mi autoestima ya que era un trabajo que me apasionaba y que me hacía mucha ilusión”. Sus antecedentes la inhabilitaban, recuerda: “Yo ya cumplí mi condena. Quiero ser ciudadana y siento que esta es mi forma de contribuir a la sociedad”.

Johnson, de 34 años, tenía experiencia en primera línea de la extinción de incendios forestales. “Apenas puedes respirar y tienes que moverte muy deprisa. Y es como si estuvieras dentro de un horno. La gente no sabe lo peligroso que es”, dice. Señala que su salario no le permitía comprar los artículos de higiene que necesitaba ni pagar las llamadas telefónicas: “Para decirlo sin tapujos, era como ser esclavo… Pero el trabajo era gratificante y yo lo hacía para ayudar a los demás”.

Los salarios se incrementaron en 2019 y en septiembre de 2020 el gobernador de California, Gavin Newsom, firmó una ley para dar a los prisioneros bomberos mayores oportunidades tras su liberación. Permitió que en ciertos casos los antecedentes penales de algunos prisioneros fueran eliminados. Sin embargo, los grupos que abogan por reconocer el trabajo de los prisioneros bomberos señalan que el alcance de la ley ha sido limitado y que la mayoría sigue enfrentándose a muchas barreras.

Johnson es ahora defensora de la Coalición por la Libertad Sister Warriors, un grupo que apoya a personas que han estado o están encarceladas. Recientemente tuvo conocimiento de la ley y espera que esta medida le permita borrar sus antecedentes para poder volver a trabajar como bombera: “Me han rechazado muchas veces en la vida, pero no me rindo”.

Royal Ramey, que trabajó como bombero mientras cumplía condena, explica que el hecho de haber estado expuesto a la violencia durante su infancia le ayudó a prepararse para el peligroso trabajo. “No tenía miedo. Me gustaba el desafío mental, físico y emocional”, afirma.

Ramey cofundó el Programa de Reclutamiento de Personal Forestal y de Incendios para ayudar a poner en contacto a personas como él con puestos de trabajo. Subraya que la mayoría de los bomberos estadounidenses son blancos y que estas iniciativas pueden ampliar y diversificar un trabajo muy demandado. “Es un trabajo duro. Los más de 900 prisioneros bomberos que luchan en los incendios, hombres y mujeres, merecen la oportunidad de conseguir un trabajo cuando salgan de la cárcel”.

La Coalición contra la Reincidencia (ARC) es otro de los grupos que trabajan para llenar ese vacío. El Ventura Training Center —programa de 18 meses que impulsa la Coalición juntamente con el departamento de bosques y protección contra incendios de California— forma a bomberos excarcelados, ofreciéndoles una vía de acceso al empleo.

Eddie Herrera participó en este programa. Trabajó por primera vez como bombero preso cuando cumplía condena en la prisión de Mule Creek, en las afueras de Sacramento en 2019 y 2020. Apagó un incendio en la casa de un funcionario penitenciario en la ciudad. Recuerda que cuando aceptó el trabajo pudo dormir fuera de la cárcel, en una cama que tenía un colchón en condiciones. Eso le impactó: “Para mí fue un gran paso llegar a un lugar en el que no tenía que preocuparte por mi seguridad, ahora era yo el que podía ayudar a los demás”.

Cuando salió de la cárcel en diciembre de 2020 quería labrarse una carrera con todas sus fuerzas: “Estaba muy motivado. Me dije a mí mismo que nada me detendría y que podía cambiar la opinión de los demás con mi ética laboral”.

Herrera, de 47 años, se graduó en el centro de formación y consiguió un trabajo de bombero en San Luis Obispo. Es una de las más de 270 personas que han conseguido un puesto laboral a través del programa. Hace poco aceptó un puesto de ingeniero de aparatos contra incendios y completará un curso cerca de la prisión de Mule Creek, donde dio sus primeros pasos como bombero. Ha pasado de un sueldo de 50 dólares mensuales a tener derecho a una pensión cuando se jubile. También ha conseguido que le borren los antecedentes penales.

Herrera sabe que otros no tienen tanta suerte como él, especialmente los que cuando salen de la cárcel tienen dificultades para mantener a sus familias y tienen que renunciar a una formación porque no pueden permitirse no trabajar. Tiene la esperanza de que la labor de los prisioneros bomberos en los incendios forestales de Los Ángeles les abra más puertas. “Mi viaje empezó creyendo en mí mismo y en el crecimiento y la redención”, afirma: “Mi mensaje para los que están en la cárcel es que alimenten esa esperanza y que sepan que fuera hay una comunidad que cree en las segundas oportunidades”.

Traducido por Emma Reverter

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