Para los animales explotados, los esclavos, los cosificados, los despreciados, los abusados, los maltratados, los matados, obvio, no hay bienestar
Tres responsables del santuario La Manada Cántabra serán investigadas por desobediencia grave a la autoridad por proteger de su maltratador a cinco vacas en Cantabria, así que podemos imaginar lo que va a pasar el próximo martes en Chicago, donde Trump prepara una gran redada de personas migrantes. ¿Qué relación pueden tener un hecho que acontece en Cantabria y lo que presumiblemente pasará en Chicago? Ni más ni menos que la historia del mundo. “Los mataderos de Chicago / inspiraron a Henry Ford la cadena de montaje / y en realidad / si uno lo piensa bien / dan el modelo para el capitalismo en su conjunto: / trocear / lo vivo / en pedazos pequeños / para poder vender y revender con beneficio”, escribió el poeta Jorge Riechmann en sus Poemas lisiados, publicados en La Oveja Roja allá por 2012. Estos versos encabezan el artículo de la también poeta Marta Navarro “Henry Ford, los nazis y los mataderos: el triángulo de la muerte”, publicado en El caballo de Nietzsche allá por 2016. “La industrialización de la muerte en aquella primera visita de Ford al matadero de Chicago sirvió para modernizar la fábrica de coches. Años después también inspiraría los campos de concentración nazis (…) A la crueldad le gusta la gente sin memoria, pero los mataderos del siglo XXI son un espejo por donde se cuela la historia del mundo”, recuerda Navarro. La historia del mundo.
Lola, Coni, Audumbla, Lorea y Renata se llaman las cinco vacas de Cantabria. Maria Vanesa Gorostiza Álvarez, la jueza que quiere separarlas de sus rescatadores para devolverlas a su maltratador, que las venderá al matadero. Hace tres años, Lola, Coni, Audumbla, Lorea y Renata fueron decomisadas por agentes del SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) en una explotación ganadera de leche de la localidad de Sarón. Se encontraban en un estado de abandono y delgadez extremos, desnutridas, caquéxicas, sucias, enfermas, sin agua ni comida. Y embarazadas. Durante tres años, ellas y sus crías han sido protegidas en el santuario La Manada Cántabra, a quien SEPRONA recurrió cuando decidieron rescatarlas. Las personas que las han curado, cuidado y mimado (a quienes insultaban los ganaderos cuando las liberaban) se llaman Carlos, Patricia y Javier. Hace unos días, la jueza Maria Vanesa Gorostiza Álvarez resuelve, sin permitir que declare el SEPRONA, que las vacas -las víctimas- fueran devueltas al ganadero -su maltratador-, quien las había reclamado por vía judicial, pues el único informe veterinario tenido en cuenta a lo largo del proceso, tal y como informa el servicio jurídico de PACMA, fue el del facultativo de la Consejería de Ganadería del Gobierno de Cantabria, que no apreciaba un maltrato que era más que evidente. Se ha hecho público, además, que el ganadero tiene antecedentes por maltrato animal: hace unos años, al enterarse de que el SEPRONA iba a decomisarlo, presuntamente mató a un perro que tenía en pésimas condiciones, siempre encadenado bajo la lluvia. La historia del mundo.
El miércoles pasado un camión llegó al santuario para llevarse a Lola, Coni, Audumbla, Lorea y Renata. Un secuestro por orden judicial, podría decirse. No pudieron. Lo impidió un centenar de personas que, llegadas desde muchos lugares del Estado, dejaban claro un mensaje: “Estas vacas no se tocan”. Fue un lema de justicia, de solidaridad, de empatía, de dignidad, de coraje, de resistencia. Las fuerzas unidas que, una vez más, son necesarias, en Cantabria y en Chicago. ¿Qué está sucediendo allí? ¿Cómo están viviendo la amenaza de la detención y la deportación masivas? ¿Se están preparando para la violencia? ¿Quién defenderá a las víctimas? Se dice que la Administración Trump está reconsiderando las redadas por temor a que la filtración de esa información ponga en peligro a los agentes del operativo. Parece un motivo humanitario. Sin embargo, Tom Homan, asesor de Trump en materia migratoria, conocido como el “zar de la frontera”, confirmó el viernes en Fox News que “va a haber redadas por todo el país. Chicago es solo uno de muchos lugares. Vamos a quitarle las esposas al ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) y vamos a arrestar a los extranjeros criminales. Eso es lo que va a pasar”. La historia del mundo.
En Cantabria no se llevaron a las cinco vacas porque algunas de esas buenas personas que fueron a defenderlas de la injusticia oficial se encadenaron en la entrada a La Manada Cántabra. La resistencia. Patricia López, fundadora del santuario, lo resumió: “Premian el maltrato y condenan el altruismo. Es una aberración”. Cuenta que llegaron en los huesos, pero que ahora están fuertes y sanas y podrían valer unos 2.000 euros en el matadero. Al verlas a con sus terneros, a salvo sobre la hierba, esa cifra produce una tristeza infinita, pero también la rabia que alienta la resistencia que estuvo con ellas, personas que se pusieron en riesgo por cinco vacas que hace tres años no tenían nombre, eran un número. Los animales número, los “de producción” quedaron fuera de la Ley de Bienestar Animal. Para los explotados, los esclavos, los cosificados, los despreciados, los abusados, los maltratados, los matados, obvio, no hay bienestar. Por eso la jueza Maria Vanesa Gorostiza Álvarez ha podido desproteger a Lola, Coni, Audumbla, Lorea y Renata. Los explotadores pueden explotar, como pueden maltratar los maltratadores a los animales que no sean considerados “de compañía”: toda explotación es maltrato. Y no contenta con la sentencia injusta, la jueza Gorostiza ha abierto una investigación contra las personas responsables del refugio por un delito grave de desobediencia a la autoridad.
En los próximos días podrán volver a intentar llevarse a las vacas de Cantabria, su secuestro legal. En los próximos días veremos cómo cazan en Estados Unidos a personas migrantes acusadas de criminales, condenadas a la indefensión. Es la historia del mundo arreciando en lo peor. Pero en la historia del mundo también está escrita la resistencia. Aquí y allá. Siempre. Si los nazis pudieron inspirarse en los mataderos de Chicago para la industrialización de la muerte, quizá podamos inspirarnos en el santuario de Cantabria para la organización de la resistencia. En Cantabria y en Chicago. La historia del mundo sigue escribiéndose.