Valdano, sobre el auge de la extrema derecha: «Han aprendido a ser violentos, a luchar sin pudor»

El exfutbolista, campeón de México de 1986, habla sobre sus 50 años en España y su mirada sobre la política internacional: «Hay que aspirar a una socialdemocracia que nos haga un poco más decentes en términos colectivos, que nos haga pagar los impuestos con una cierta satisfacción, porque sabemos que estamos haciendo un bien social»

Esta entrevista ha sido publicada inicialmente en elDiarioAR, puedes leerla al completo aquí

El exfutbolista Jorge Valdano (Las Parejas, Santa Fe, 1955), “el pensador que hizo un gol en la final del mundo”, reflexiona sobre el ague de la extrema derecha, sus 50 años residiendo en España y lo que suponen algunos de los máximos exponentes ultras a nivel mundial. “Han aprendido a luchar sin pudor y las palabras son muy peligrosas, arrastran hechos igual de grandes”, advierte, en una entrevista publicada en elDiarioAR.

Enero en Madrid, los ecos de las Navidades todavía perviven en sus calles y vidrieras, atestadas de abrigos y rebajas. Atildado, sonriente, Valdano nos espera en el bar de un elegante hotel cercano al Santiago Bernabéu, el escenario de muchas de sus tardes de gloria. Lleva saco oscuro, un sweater de cuello alto al tono y tiene el pelo prolijamente hacia atrás. Podría ser un catedrático o un diplomático. A su modo, es ambas cosas. En la semana de la entrevista, una revista alemana lo presentó como “filósofo”. De él se han dicho ese y otros eufemismos como una forma de elogiar su inteligencia, su abigarrada locuacidad y sus maneras distinguidas. “Filósofo” le decían también a César Menotti, y no lo era, claro, pero su capacidad analítica y su argot seductor, que mezclaba calle e ilustración, lo hacían ver como una especie de hechicero de entre siglos. Menotti tocaba una fibra, como lo hacen los artistas populares. Valdano, para quien Menotti fue un referente, es más cartesiano al hablar: el barrio se ha ido de su campo semántico pero, en cambio, lo que permanece y ha ganado presencia es el aliento literario. Igualmente seductor, Valdano habla con la cadencia y la prolijidad de quien sabe narrar, como lo demuestra en sus columnas en el diario El País, pequeñas piezas de no ficción en las que se mezclan experiencias vividas, sensibilidad y reflexión. 

Vamos a empezar muy arriba, con una frase de Borges, nada menos, a ver qué te despierta. En un cuento de El Aleph asegura: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en el que un hombre sabe para siempre quién es”. Por supuesto, no es necesariamente cierta la frase, sino muy atractiva. Sin embargo, ¿siente que tuvo un momento en el que supo para siempre quién era? O aunque sea momentos en que dijo: “Aquí está el Jorge Valdano de toda la vida”, siendo futbolista, siendo técnico. 

Es más fácil reconocer el antes y el después. Un antes y un después fue cuando aterricé en España con la ingenuidad de los 19 años, ignorando la cadena de consecuencias que tiene una decisión de estas características. Cincuenta años después, sigo en España. Ese es el antes y el después vital. El futbolístico, el mundial del ’86, la conciencia de cuando encaraba a Schumacher, que si entraba iba a ser una persona y si no entraba iba a ser otra persona: un poquito más feliz o un poquito más infeliz el resto de mi vida. 

Además hay otros elementos en el medio de una vida con muchos ingredientes. Llegó a una España que estaba empezando a ser la España de Europa. Un momento de muchos cambios e hizo un camino de sostenido ascenso. Pasó de un club chico, a un club un poco más grande y luego al Madrid. Repasando todos esos cambios, ¿cree que cada cosa sería en un momento justo?

La decisión de venir fue un poco irresponsable. Argentina era un caos en lo político pero también en lo organizacional en términos futbolísticos. Yo he sido siempre un muy buen profesional y eso me irritaba mucho, hasta el punto que me había propuesto irme a la primera oportunidad. Nunca hay que tomar decisiones reactivas. Las decisiones tienen que ser evaluadas desde otro lugar y me faltó sentido estratégico. Mi padre falleció cuando yo tenía cuatro años, el fútbol en aquella época era sólo cosa de hombres y la decisión la tomé yo sin pensar demasiado. De hecho me llegó una propuesta a las 8 de la tarde y tenía que contestar al día siguiente a las 10 de la mañana. Era un equipo de segunda división. En Argentina me había ido muy bien demasiado rápido: llego, juego 4 partidos en Newell’s, ese año Newell’s por primera vez en la historia es campeón de Argentina, voy a un campeonato juvenil en Toulon, meto el gol consagratorio, debuto en la selección con dos goles. Me pasaban todas cosas que parecía que era un elegido. Yo entendía que llegaba al Alavés y que inmediatamente conquistaba a un equipo de primera división. Imaginaba el Real Madrid, pero entre el sueño y la realidad, hubo diez años de diferencia. En el Alavés me encontré con otro fútbol, campos embarrados, un frío tremendo, un juego muy violento, dos roturas de peroné.

Se pegaba en esa época

Se pegaba mucho, sí. La primera (patada) era intimidante, a partir de ahí sabías a qué atenerte con el marcador. Era cuando los defensas no se atrevían a jugar, eran sólo defensas y en segunda división la torpeza lo hace más violento todavía. De todas maneras, lo que sí define esa escala desde el Alavés al Real Madrid, es mi personalidad. Soy resistente, soy insistente, soy muy disciplinado, siempre después de cada entrenamiento me quedaba una hora más a corregir con la zurda por ejemplo, yo era derecho. Si le pegaba con la zurda me caía. Terminé mi carrera con el número 11, cuando los números significaban algo. Me confundían con un extremo izquierdo. Eso fue una conquista de la voluntad, de lo que me siento más orgulloso que de cualquier otra cosa. Pero es algo que nunca se me ha reconocido a mí y sin embargo es lo único que merece ser reconocido. Soy una persona que tiene mucha voluntad. 

Iban a explorar sus debilidades. 

Querían que se ducharan, que se fueran y yo me quedaba contra una tapia con la zurda. La derecha enseñaba y la zurda lo intentaba. Cuando le daba cuatro toques me descoordinaba, otra vez la derecha a ver cómo lo hace, ahora con la izquierda. Pero nunca tuve un profesor, siempre fui yo el que me enseñaba a mí mismo. Un autodidacta. Si querés conocer un autodidacta, mirame a mí.


Valdano, campeón con Argentina en 1986 y estrella del Real Madrid. Vive en España hace 50 años.

Lo mismo sucede con la literatura también, sus columnas están cada vez más enriquecidas

En literatura más todavía porque en el fútbol, quieras o no, hay un orden, hay un conocimiento que está casi implícito en el argentino. Cuando te metés en la disciplina de un club, empezás a decirte: “Yo para esto sirvo, puedo hacer de esto mi medio de vida”. Pero en la literatura empecé de cero, porque en mi casa no había un libro. A los 15 años compré una colección de Salvat. Vivir otras vidas, dentro de la dinámica de un pueblo, con 14 o 15 años, me parecía algo maravilloso. Cuando llegué a España, me encontré con personajes que se cruzan en el camino y que resultan muy enriquecedores. Me acuerdo de un argentino con el que coincidimos en el hotel y me hizo descubrir a Francisco Umbral. Personajes que te van orientando. 

¿Qué libros siente que le han cambiado?

Muchos. Soy muy desordenado. En este momento estoy leyendo simultáneamente tres libros y si me preguntás los títulos, no te los sé decir. Estoy leyendo “Abel”, de Baricco. Está bien, la verdad que siempre se las arregla para sorprenderte. Otro de la premio Nobel, la sur coreana (Han Kang). Está bien, tiene potencia. Sigo leyendo, pero un poco caóticamente. Además leo por disfrute. Soy perfectamente capaz de dejar un libro en la página 20, por mucho que me lo hayan recomendado. Disfruto mucho la lectura. Ahí hay un tema muy interesante de cómo el juego te descubre la vocación. A mí me gustaba jugar al fútbol y aquello se terminó poniendo serio. Cuando se puso serio del todo, se llenó de obligaciones, de presiones, de ansiedad. Necesitaba una pasión sustitutoria. La encontré en los libros, sin los libros hubiera sido imposible la segunda vida mía. Una vez que terminé el fútbol, enseguida me metí en los medios de comunicación, empecé a escribir, a dar conferencias. Toda una búsqueda de medios de vida que tuvieran que ver con mi sensibilidad. Sin la palabra eso hubiera sido imposible. Siempre me ha interesado eso. Lo viví con mi hijo. Mi hijo estudiaba Derecho, yo llegaba a las 3 de la mañana a casa, lo veía viendo una película y le decía: “Jorge, mañana a las 8 tenés universidad, ¿cómo estás mirando ahora?”. “No, yo lo manejo, no te preocupes”. “Lo manejás, pero vas a dormir tres horas”. “Sí, sí, pero yo lo manejo”. Terminó derecho, hoy es guionista de cine y de televisión. Donde yo creía que había un problema, estaba la solución y donde yo pensaba que estaba la solución, no había más que una interferencia de su verdadera vocación. 

Eso también marca, incluso más para su generación, esa especie de invectiva cultural de que la vida de cierta manera es lineal, que uno tiene que elegir a los 18 años lo que hace para siempre. Sin embargo, la vida demuestra que de ninguna manera es así.

Uno termina descubriendo que es la vida la que decide por uno. De hecho, a los 19, para encontrar Vitoria en el mapa me pasé una hora con el dedo. Se lo contás a un chico y le cuesta entender la dimensión del problema. Además cuando lo encontré dije: “Está aquí en el norte”. Cuando llegué al norte buscaba a Lola Flores y aquello no tenía nada que ver con la España folclórica que había conocido. Era todo lo contrario. Gente muy seria, gente muy austera, gente que venía del frío. No tenía nada que ver con Andalucía. 

Hay que aspirar a una socialdemocracia que nos haga un poco más decentes en términos colectivos, que nos haga pagar los impuestos con una cierta satisfacción, porque sabemos que estamos haciendo un bien social. Pero se hace muy difícil porque uno entiende que los impuestos no van donde hacen falta. Esa desconfianza hacia la integridad de los políticos ha hecho un daño

Una España atrasada. 

Sí, sobre todo en términos sociológicos. En términos físicos no había diferencia entre España y Argentina, eran dos países equiparables. En términos sociológicos, nosotros éramos una sociedad hipócrita, pero bastante más adelantada. Aquí, en un bar, decías la palabra sexo y se giraba la gente como si estuvieras cometiendo un pecado mortal. 

Era oscurantista, incluso. 

Totalmente. En muy poco tiempo aquello giró hacia la España del destape, porque había un apetito de la gente, muy anterior a la política. La gente para ser moderna no esperó a que se muriera Franco, pero era una modernidad escondida. Eso se veía mucho públicamente. La influencia de la iglesia en la educación había sido muy condicionante. 


Valdano fue el delatero de la Selección en 1986, pero encontró en los libros una pasión. Hoy tiene una columna en el diario El País de España.

En una columna habla de (Johan) Cruyff. Una escena en la que él le espera en la boca del túnel, después de un Barcelona-Real Madrid y le dice: “Mátalo al presidente”. Todo porque estaba en crisis como director técnico del Madrid. No lo hizo. Es curioso, un holandés diciéndole a un argentino: “Aplicá mafia”, y el argentino diciendo: “No, no puedo”

Eso sólo se explica en dos personajes que se invierten. Cruyff era un callejero que se crió en una cancha de fútbol, la madre limpiaba las instalaciones del Ajax. Era un callejero intuitivo con una personalidad superior. Yo no he visto a nadie dentro de una cancha gobernar los partidos con la autoridad y con la inteligencia que lo hacía él. El árbitro era un empleado suyo. Era impresionante. Cuento siempre la anécdota de la única vez que jugué con él, contra él, que resultaba irritante porque era el dueño del partido. Hablaba, efectivamente, se lesionaba uno y llamaba al médico, como si el árbitro no existiera. En una de esas, estaban atendiendo a uno, él estaba con la pelota abajo del brazo y le digo: “¿Por qué no te quedas vos con la pelota y nos das otra a los demás para que podamos jugar?”. Me mira y me dice: “¿Tú quién eres?”. “Jorge Valdano”. ¿“Y de dónde eres?”. “De Argentina”. “¿Y cuántos años tienes?”. “19”. “Con 19 años, a Johan Cruyff se lo trata de usted”. ¡Un hijo de puta! Era bravísimo. Luego como entrenador, invirtió absolutamente el sentido estético del aficionado español. Eso significa haberse enfrentado culturalmente a lo que se conocía como “la furia”, que era lo que definía el fútbol español hasta ese momento. Lo hizo con una personalidad tremenda, y con suerte, porque ganó tres ligas definidas a último momento.

Lleva 50 años en España. En todo este tiempo, ¿cuántas veces le preguntaron qué les pasa a los argentinos o por qué les pasa lo que les pasa? 

Lo que la gente aquí no entiende es cómo un país tan rico naturalmente se ha empobrecido hasta este punto. Hay un milagro que no es japonés. Eso hace al enigma más inexplicable. Porque uno ve aquí a muchos argentinos -cuando digo muchos, es muchos- en una proporción en puestos directivos muy importantes de grandísimas empresas. Te dan ganas de decir: “Si colocábamos un CEO en lugar de un político, da la sensación de que nos hubiera dado muchos más resultados”. La gente no acaba de entenderlo. Además, cuando el país cambia de perfil de una manera tan abrupta, como ahora, con veintitantos millones de pobres ya, se hace incomprensible para nosotros mismos, porque la decadencia ha cambiado el perfil psicológico del país. 

Cuando aparece una figura tan fuerte como Milei en el sentido de alguien tan brutal, incluso declarando. 

Eso también tiene que ver con las redes y con el prestigio de la autenticidad. “Hay que ser auténtico”. Entonces, Trump es auténtico, Milei es auténtico, ya nadie es maleducado, todos son auténticos. 

Está sobrevalorada la autenticidad

Encima hay personajes parecidos en distintos lugares del mundo que están teniendo cada vez un mayor protagonismo, un mayor dominio de la situación. Hay malos de cómic en todo esto, hay malos de tebeo. Elon Musk es un malo de tebeo que compra el gobierno de Estados Unidos. Aquí el peligro es que Milei se convierta en un empleado del malo de tebeo. El dominio no es puramente económico, el dominio tiene que ver con la comunicación, con el dominio de los grandes aparatos que influyen en este momento. El dominio de la información es tan grande porque no solamente están los individuos, sino que están las instituciones. Si querés saber si viene un temporal del que te tenés que cuidar, tenés que estar en X. No es tan fácil decirle a la gente: “Bórrense porque si no te conviertes en un cómplice de este animal”. 


«El dominio no es puramente económico, el dominio tiene que ver con la comunicación, con el dominio de los grandes aparatos que influyen en este momento», dice Valdano, a quien un medio alemán lo catalogó de «filósofo».

Es como una trampa. 

Sí, es una trampa. Él la ha sabido tender. Son gente que ha sabido entender las bajas pasiones. Atacan ahí, en ese punto, y como hay tanta desilusión dando vueltas, al final son muy eficaces. 

Los populistas siempre han sabido entender las bajas pasiones, inflamando discursos. A eso hay que agregar el ingrediente de la pandemia y la utilización de la palabra libertad que hicieron casi todas las derechas. 

También la izquierda se ha entretenido demasiado en las luchas de las minorías y se olvidó de que esto sigue siendo un problema de pobres y ricos. Es de lo único que no se puede olvidar la izquierda. Culturalmente hay que entender como un logro la lucha contra el racismo, en favor del feminismo, pero me da la sensación de que no está sabiendo interpretar dónde están las preocupaciones más severas de la gente. 

La derecha que se adueñó del discurso en el sentido de que todo lo que no es como ellos, es de izquierda. 

Sí, efectivamente. Tenemos que ser sinceros, la izquierda no las ha sabido solucionar en ninguna parte. Hay que aspirar a una socialdemocracia que nos haga un poco más decentes en términos colectivos, que nos haga pagar los impuestos con una cierta satisfacción, porque sabemos que estamos haciendo un bien social. Pero se hace muy difícil porque uno entiende que los impuestos no van donde hacen falta. Esa desconfianza hacia la integridad de los políticos ha hecho un daño.

Ha habido una reacción.

Atacan lugares que hasta hace dos años parecían por encima del bien y del mal. El otro día leí algo que contó Jorge Fernández Díaz, sobre un espectáculo que hubo y el que estaba al frente de un espectáculo dijo: “El que se mueve es maricón”. Hubo uno que se empezó a mover y él desde el escenario empezó: “Puto, puto”. Y toda la platea gritando: “Puto, puto, puto”. Como si fuera algo que merece ser risible. Es terrible. De reírte a ser violento, cuidado que no hay demasiada distancia. 

Publicaciones relacionadas