Además de lo que los ‘juntaires’ llaman «los incumplimientos», está lo que consideran una deriva de los socialistas para hacerse con cuotas de poder que no tienen por qué interesar a los socios de distinto signo. Al final, la cabra tira al monte y el monte de Junts no es el de la izquierda radical, así que lleva tiempo recogiendo sedal
Nada resulta más sorprendente para el que tiene mirada filosófica que la facilidad con que la mayoría es gobernada por la minoría.
He oído utilizar estos días un símil muy visual: “los socialistas se creen que la legislatura es como un calendario Pirelli en el que en la última página aparece una foto seductora de Pedro Sánchez y por eso piensan que la táctica es ir arrancando hoja a hoja, semana a semana, pero esto no es así. A lo mejor la última fotografía de la legislatura no es la que piensan”.
No hubo decreto ómnibus. Un decreto batiburrillo es un trágala y un órdago a la grande -no se atreverán a votar que no a lo de las pensiones- pues resulta que sí lo han hecho. Los negociadores socialistas salieron de Bruselas sabiendo que ese sería el resultado. No habrá presupuestos. Si el próximo día 4 de febrero la Mesa del Congreso no acepta tramitar la Proposición no de ley sobre la moción de confianza -y ya han avisado a los catalanes de su voto negativo- no habrá nada de nada en adelante: ni decretos, ni leyes ni nada de nada. La situación no es tan optimista como algunos plantean. Porque ¿se puede gobernar al margen del parlamento como dijo Pedro Sánchez?
Además de lo que los juntaires llaman “los incumplimientos”, está lo que consideran una deriva de los socialistas para hacerse con cuotas de poder que no tienen por qué interesar a los socios de distinto signo ideológico. Al final, la cabra tira al monte y el monte de Junts no es el de la izquierda radical, así que lleva tiempo recogiendo sedal. Cosa distinta es si tanto trajín y tanto contacto aquí y allá puede llevar a alguna parte la relación entre el PP y los conservadores independentistas catalanes. Está difícil y esa es la mejor baza de Sánchez. Está difícil y el problema no es un procés que va quedando en el retrovisor sino Vox. La opción de una moción de censura para convocar inmediatamente elecciones es la más barajada pero, se quejan algunos, Feijóo no tiene agallas. Pero, se justifican otros, Puigdemont no termina de dejar las cosas amarradas como se desearía. Los unos por los otros, las hojas del calendario se siguen arrancando. ¿Hasta el final? ¿Hasta cuándo?
Lo más importante es que con este panorama es muy difícil avanzar. Los anteproyectos quedan en papel mojado, en algunos casos afortunadamente, porque que los socialistas pretendan cambiar el país, dejarlo que no lo reconozca ni la madre que parió a Alfonso Guerra, siendo el gobierno más débil de la democracia, que crean que pueden cambiar lo que ni González ni Zapatero intentaron modificar con mayorías bien estables, no deja de ser ilusorio.
Lleva razón Sánchez cuando alerta en Davos de los riesgos a los que nos enfrentamos. Lleva razón respecto a los oligarcas tecnológicos, la tecno casta, la ha llamado. Lleva razón en la necesidad de que desde Europa se concite una resistencia consistente y correosa a la influencia y las libertades que estos quieren tomarse con nuestras democracias. Puede, incluso, que esté ofreciéndose para liderarla. Lo malo es que con tamaña debilidad interna ninguno de estos discursos es creíble ni su liderazgo posible. En Europa un gobierno que pierde votación tras votación y que no puede aprobar los decretos y las leyes que presenta es un gobierno cojo, tan cojo que puede caerse en cualquier momento. Así no hay liderazgo ni interno ni externo que resista.
En algún momento hay que arreglar esto, los tiempos que vienen lo requieren. Más pronto que tarde hay que aclarar quién tiene una mayoría de soporte para gobernar y quién no. Es un riesgo, no cabe duda, pero cada vez parece más difícil resistirse a correrlo a base de relatos. Las refriegas con los socios no suceden en vano: hay dolidos y dolientes, hay cabreados, hay malestares, enemistades y hasta alguna inquina personal que va quedando por el camino.
No se puede intentar dar la vuelta al país con esta debilidad parlamentaria. No se puede contentar a tanta gente irreconciliable al mismo tiempo. No se puede fiar todo a la imposibilidad de otra alternativa. No se puede seguir alterando el compromiso con los electores cada día en función de las necesidades. No se puede amordazar al partido permanentemente. No se pueden acallar las voces críticas. No se puede impedir a la Justicia hacer su trabajo y no esperar a que las correcciones, en caso de ser precisas, las realice el sistema tal y como tiene establecido. Aunque parezca que se puede todo, que esa es otra, en realidad es imposible.
Gobernar en franca minoría en democracia no es posible. Lo que la cintura te permite con el uno te enfrenta con el otro y viceversa. Gobernar sin poder obtener los apoyos parlamentarios no cabe. Al calendario le tiembla las hojas. Querer es poder se dijo, pero no lo es siempre. Y el plan del adversario no es otro que dejar cocerse la legislatura al fuego lento de las votaciones perdidas hasta que la rana note que la temperatura es mortal y salte. Gobernar en franca minoría es un infierno. La única buena noticia es que intentar alcanzar el poder en las mismas circunstancias tampoco cabe y eso es lo que le sucede a la oposición, que también se opone en franca minoría.
Alguien le tendrá que echar agallas algún día. Lo que nadie sabe aún es quién. Ni ellos.