El actor italiano fetiche de Paolo Sorrentino desembarca en la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la obra ‘Tre modi per non morire’
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Llega Toni Servillo a Madrid tras más de 43 años haciendo teatro con una nueva obra. Pero la propuesta es diferente, no hay ficción, no hay personaje: “Se trata de un ritual entre el público y yo, Toni, actor”, dice a este periódico. La obra es pura actuación, tan solo un foco y un atril, nada más que el gesto y la palabra. Una palabra que según el italiano nace de la urgencia ante un presente muy oscuro, en el que un hombre de teatro quiere compartir con el público la necesidad de recuperar el sentido de lo humano.
Toni Servillo (Alfragola, Nápoles, 1959) aterriza en el Teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, recién llegado en avión de Italia tras dos semanas representando esta pieza en Roma. Antes de charlar con este periódico, Servillo quiere auscultar cómo va el montaje. Tras alguna indicación técnica, mira el teatro y dice, “piccolo teatro, bello, ma fa molto caldo”, esa será su gran preocupación, hace demasiado calor; lo importante, más que la técnica, dice, es que el público esté a gusto.
Dista mucho este hombre napolitano, amable y llano, de Jep Gambardella, el hermoso papel que interpretó en La gran belleza y que lo hizo famoso en el mundo entero. Confiesa que está cansado, que las dos semanas en Roma han sido muy exigentes y que además está con la promoción de su nueva película: L’Abbaglio, dirigida por Roberto Andò. Pide a elDiario.es realizar la entrevista en un bar. “Necesito sentarme, relajar, ahí podremos charlar mejor”, explica con deje napolitano.
Toni Servillo, durante la entrevista
Durante toda la conversación Servillo no se quitará sus reconocibles gafas de sol, mientras juega todo el rato con un purito apagado a medio fumar. Está cansado pero contento, confiesa que cumplirá 66 años el mismo sábado, sobre las tablas del Teatro de la Comedia, “otra vez en un teatro, todos mis cumpleaños me pillan haciendo teatro”, dice con cierta felicidad.
¿Cómo nació Tre modi per non morire?
El proyecto nace de la conversación entre dos artistas, entre yo mismo y [el escritor napolitano] Giuseppe Montesano. Ya habíamos trabajado en el espectáculo anterior, Elvira, pieza sobre las lecciones de teatro del director Louis Jouvet en 1940 en un París ocupado. Montesano la tradujo.
Obra con la que estuvo hace siete años en el Teatro Pavón de Madrid, ¿no?
Exactamente. Montesano ha escrito un gran libro llamado Lectores salvajes (2016), que es una especie de autobiografía intelectual de 1.800 páginas donde atraviesa todos sus referentes que lo han formado en literatura, teatro, pensamiento, arte, música, ciencia… Y como apéndice escribió un libro pequeño que se llama Cómo volverse vivo: un manual para lectores salvajes (2017). Fue leyendo este libro que sentí la necesidad de crear esta obra trabajando como actor pero no haciendo un personaje, sino dando testimonio y compartiendo con el público un momento, el actual, en el que estamos muy perdidos.
El actor Toni Servillo, en el Teatro de la Comedia de Madrid
La obra es un viaje inverso que comienza con textos del poeta francés Charles Baudelaire, continúa con la Divina Comedia de Dante y, finalmente, con textos de la Grecia antigua…
Son tres momentos en los que el ser humano persiguió la vida. Y confrontamos esa libertad de pensamiento con un presente en el que más que perseguir la vida la padecemos. De Baudelaire hay partes de Las flores del mal, de los Pequeños poemas en prosa, pero también de un texto poco conocido que se llama La capital de los monos [en España conocida como Pobre Bélgica]. Es un libro visionario, en él dice Baudelaire que nos encaminamos hacia una época en que la técnica se habrá de tal modo “americanizado” que todo intento del espíritu será ridiculizado. Baudelaire nos sirve para acercarnos al infierno en el que nos hemos precipitado.
¿Qué relación tiene con Dante?
A Dante lo relacionamos con Baudelaire a través de la primera parte del canto tercero de la Divina Comedia, el Infierno, que transcurre en el Anteinfierno, donde están los indiferentes, gente que vivió sin hacer ni el bien ni el mal, que vieron los toros desde la barrera, que no se mojaron nunca. Algo que contrasta con ese dandy francés que cuando llegó la revolución de 1848 decidió ir a las barricadas, con guantes rosas, sí, pero cogiendo un fusil para luchar contra la tiranía del Emperador Napoleón III y contra la burguesía.
El actor Toni Servillo, posando esta semana durante su visita a Madrid
Y por último, los griegos.
Los griegos nos enseñaron a estar en el mundo con una mente abierta, con una imaginación activa y una conexión muy fuerte entre el mundo y nuestro cuerpo, sin prestar atención a las sombras como hoy hacemos con las pantallas, donde tan solo hay sombras. Nos centramos en el mito de la caverna de Platón. Comenzamos con el autor más próximo a nosotros, y en ese viaje inverso, cuanto más nos alejamos, más nos damos cuenta de todo lo que hemos perdido.
La obra parece una reacción ante una realidad, la de hoy, que no parece muy luminosa, ¿cree que estamos viviendo tiempos oscuros?
Creo que estamos viviendo un tiempo oscuro, muy oscuro. Me es imposible quitarme de la cabeza la nueva presidencia en Estados Unidos de Donald Trump, ¿nos habríamos imaginado hace un tiempo a un presidente que dice que el Canal de Panamá es suyo, que Groenlandia es suya o el Golfo de México ahora será el Golfo de América? Es un tiempo realmente oscuro, y fue ungido como presidente con los hombres más ricos de la tierra escoltándolo en primera fila. Son ellos los que van a decidir el futuro de todos, hombres que difunden que la riqueza es una virtud…
Toni Servillo, en un bar madrileño, durante la entrevista
Desde hace más de dos años el Gobierno de Italia lo detenta la ultraderechista Giorgia Meloni, ¿qué es lo que más le preocupa de sus políticas?
Le respondo en orden de importancia. Primero, el decreto de seguridad que está por aprobarse por el que se le permite a la policía acciones, Meloni quiere convertir el país en un Estado policial. Y segundo, el trabajo que está haciendo el Gobierno con la judicatura, algo que ya comenzó Silvio Berlusconi. Se les está exigiendo lealtad al Gobierno y se quiere depurar a los contrarios. Estas son las dos medidas que creo son más peligrosas. Pero a diferencia de otros países, como en Austria o Alemania, donde la derecha es muy poderosa, en Italia existe una tradición muy fuerte de la izquierda que espero pueda balancear la situación.
Usted comenzó a trabajar en teatro muy joven, de los 15 a los 25 años en el Teatro Studio de Caserta. Luego en 1986 fundó el Teatri Uniti que hoy sigue dirigiendo, ¿qué ha cambiado en el teatro de cuando empezó hasta ahora?
Ha cambiado todo. El teatro es un arte netamente humano que ha sido asediado y absorbido brutalmente por el mercado. Cuando yo era joven el teatro se podía hacer con muy poco. Hoy, la multiplicación de las plataformas y la televisión basura, han convertido a los actores en empleados. Nosotros hacíamos teatro como si estuviésemos escribiendo poesía. El teatro es un arte que tiene en el centro al hombre, si cambia el hombre, cambia el teatro. Por eso, también hacemos esta obra, para poner al hombre en el centro, desnudo, como siempre ha hecho este arte. En el momento de crisis los artistas de teatro siempre han convocado al público para preguntarse juntos en qué punto de la noche estamos.
Durante la entrevista con Toni Servillo
Como actor siempre se ha destacado su cuidado de la palabra y del gesto, en muchas ocasiones mínimo. De su formación como actor, ¿qué herramientas cree que han sido clave?
La cosa que más me ha formado fue crear una compañía donde podía debatir con compañeros que tenían la misma pasión y la misma edad que yo. Por eso digo siempre a los jóvenes que no deben afrontar este oficio pensando cómo les puede acoger el mercado porque ahí está el peligro, si tienes talento lo estropearán. Cuando formamos la compañía tuvimos muy claro que teníamos que ser actores, productores y distribuidores. Decidir nosotros. En cambio, hoy, muchas veces los actores son utilizados como juguetes para vender.
Curioso que la pregunta era sobre interpretación y la contestación que ha dado es de pura política cultural…
Claro, es que es más importante. Yo me formé en el interior de un grupo y fue ahí donde crecí. Luego he trabajado con actores de dos generaciones anteriores a la mía, con gente como Leo de Berardinis o Carlo Cecchi [dos grandes del teatro en Italia]. Y desde el escenario, como sucede cuando se aprende un oficio junto a alguien que sabe más que tú, aprendí mucho, miré, ausculté, imité y seguí un modelo. Tener referencias en este oficio es muy importante.
¿Se definiría como un hombre de teatro, aunque se le conozca más por sus películas?
El cine vino después, la primera película que hice, Muerte de un matemático napolitano, fue en 1992. La hicimos nosotros, con Mario Martone que, aparte de un gran director de cine, es también de Teatri Uniti y con el actor Carlo Cecchi del que hablaba antes. Siempre hice las películas que quería hacer, que deseaba, nunca hice televisión, nunca he hecho un anuncio.
Hay gente que puede imaginarse que lleva una vida de rodajes y grandes festivales, una vida de gran actor de cine.
Mi vida tiene mucho más que ver con Nápoles. No tengo nada que ver con la “vida de actores”. Para resumirlo breve, y un poco en broma: cuando muera, quiero que sobre mi tumba se escriba, “aquí yace Toni Servillo, actor, Toni en el teatro, Servillo en el cine”.