Las ocho Españas ante la emergencia climática: «Tenemos más visiones en común de las que imaginamos»

Un estudio sobre cómo afronta la ciudadanía el calentamiento global muestra que, tras los científicos y académicos, los agricultores y ganaderos son los que más confianza generan en la población a la hora de comunicar la emergencia climática

En busca de la ‘tecla’ que pueda activar el compromiso climático de las personas sin desmotivarlas ni asustarlas

El CIS reflejaba esta semana que ocho de cada diez españoles consideran el cambio climático una amenaza real. Pero, una vez admitido el peligro, ¿qué hacer? Pues según. En España podrían distinguirse hasta ocho maneras de afrontar la crisis climática: el progresista crítico, el progresista acomodado, la izquierda desencantada, el apolítico desconectado, el moderado optimista, el libertario descontento, el tradicional implicado y el patriota rebelde. Ocho Españas, ocho arquetipos, que estarían configurando el Estado español en materia de crisis climática en base a sus creencias, sus valores, y su forma de ver el mundo.

La clasificación la han elaborado conjuntamente las organizaciones Legados —dedicada al colectivo de personas que se sienten fuera del debate climático— y Bla Bla LAB —Laboratorio de Datos, Tácticas y Narrativas por el clima—. Pere Jurado, director de Proyectos y Alianzas de Legados, cuenta que “España es uno de los países del mundo occidental donde más gente está preocupada por el cambio climático. Entre un 80 y 90% de la sociedad española está altamente alarmada. Sin embargo, cuando preguntamos ‘hasta qué punto se sienten interpelados por las políticas climáticas’, el número desciende al 20%”. “Esto es algo que nos demuestra que se está desaprovechando una gran oportunidad para poder crear un acuerdo muy amplio en temas de crisis climática”, sostiene.

Por su parte, Raúl Oliván, precursor de Bla Bla LAB y director de la consultora Hexagonal LAB abunda en que “el cambio climático es el típico problema complejo, sistémico, que, o consigues meter en la ecuación a todos los actores, o no lo vamos a conseguir”.

Dejar atrás la división simple de ‘izquierda vs. derecha’

Ambos coinciden en que era necesario superar la típica división simple de ‘izquierda vs. derecha’ ante el cambio climático. “Nosotros hemos ordenado los segmentos en cuatro que son progresistas y cuatro que son conservadores, y nos hemos encontrado con, más o menos, tres grupos que están, en ambos bloques, muy concienciados con el cambio climático, y un grupo en cada uno de los bloques que no lo está. Ese es uno de los grandes hallazgos del informe: no existe esa situación en que ‘la izquierda está concienciada, y la derecha no lo está’. Hemos visto que eso no es así”.

Los arquetipos fueron creados a partir de más de 7.000 encuestas, ocho grupos de discusión, tres meses de análisis de datos, y más de 100 medidas psicográficas “para poder crear una segmentación que se basa en valores”, entre otras acciones. “Estos arquetipos dejan fuera en torno a un 9% de la población, que se trata de aquellas personas que no encajaban en ninguno de los segmentos. Preferimos no ponernos creativos”.

Para hacer este diagrama de dispersión, en el que los diferentes segmentos se encuentran ubicados según el grado de importancia que le otorgan al cambio climático, cruzaron el posicionamiento económico y el social de cada uno de los arquetipos. Es por ello que la ‘izquierda desencantada’ se encuentra en el lado conservador, pues se trata de un grupo culturalmente progresista, pero que ha tomado una postura mucho más cercana al liberalismo en cuanto a su grado de confianza en las políticas climáticas o en cuanto a lo económico.

Ocho retratos robot

El ‘progresista acomodado’ es el primero de los retratos robots. Su aspecto podría ser el de un señor o señora de alrededor de 60 años, ya jubilado, con altos niveles de estudios universitarios y con ingresos elevados. Se trata de alguien social y económicamente progresista, que participó activamente en la transición española. Considera el cambio climático uno de los principales problemas de España y tiene confianza en la política para atajarlo.

Por su parte, el ‘progresista crítico’, podría representarse como alguien más joven, de entre 35 y 44 años, con altos niveles educativos y con ingresos superiores a la media. Aunque se sitúa en el espectro progresista y valora profundamente la solidaridad y la tolerancia, ha perdido confianza en las instituciones y en la capacidad del Estado para resolver problemas. A este perfil le preocupa mucho el cambio climático y considera que la situación es alarmante y cree que es urgente actuar.

La ‘izquierda desencantada’ también tiene un perfil joven, mayoritariamente femenino, con niveles de educación e ingresos por debajo de la media. Aunque socialmente progresistas, prefieren impuestos bajos “para impulsar la economía”. Desconfían de las instituciones y de la política, sienten que el sistema les ha fallado y que el pacto generacional se ha roto. No se identifican con partidos y creen que la política no mejorará sus vidas. A pesar de su desencanto, les preocupa mucho el cambio climático y muestran disposición a cambiar sus hábitos para combatirlo.


Distribución porcentual de los grupos

El ‘apolítico descontento’ suele ser más joven que la media y se siente abrumado por el exceso de información y desinformación política. Adopta una postura antipolítica: si la sociedad ignora sus demandas económicas—como trabajo, inflación y vivienda—él o ella opta por ignorar a la sociedad. En cuanto al cambio climático, es de los segmentos con menor preocupación: creen que no les afectará a ellos ni a sus hijos. Muestran disposición a cambiar hábitos, pero no creen que deban liderar el cambio si la política no actúa.

Los moderados optimistas son un grupo ligeramente envejecido, con niveles de educación e ingresos medios. Son personas religiosas y humanistas. Valoran las tradiciones, pero adoptan una postura tolerante y abierta a la modernidad. En cuanto al cambio climático, su religiosidad y humanismo les impulsan a proteger la naturaleza. Aunque no es su principal preocupación, creen firmemente en tomar medidas para evitar problemas futuros.

Los ‘tradicionales implicados’ tienen un fuerte arraigo a valores de tradición y solidaridad. Están profundamente preocupados por el cambio climático. Sin embargo, se sienten distantes de los movimientos climáticos y creen estar perdiendo con las políticas actuales

El libertario descontento, el sexto arquetipo, es un segmento que se encuentra ligeramente por debajo de la media en ingresos. Cree que España tiene graves problemas con su clase política y un Estado ineficiente que no resuelve los problemas de los ciudadanos. Aboga por impuestos muy bajos y valora la autonomía y la libertad individual. Siente escepticismo respecto al cambio climático: aunque reconoce su existencia, piensa que las afirmaciones están exageradas y que los políticos lo utilizan en su propio interés. Se siente perjudicado por las políticas verdes.

Por su lado, el perfil del tradicional implicado, ligeramente feminizado, tiene fuerte arraigo a valores de tradición y solidaridad. Se sienten líderes empáticos en sus comunidades, protegiendo y cuidando a los más vulnerables. Aceptan ciertos avances sociales y de derechos. Están profundamente preocupados por el cambio climático, que consideran una seria amenaza para su economía, salud y las generaciones futuras. Sin embargo, se sienten distantes de los movimientos climáticos y creen estar perdiendo con las políticas actuales.

Por último, el patriota rebelde, segmento masculinizado, de edad superior a la media, y entre los más ricos, valora profundamente sus raíces españolas. Son conservadores en lo moral, en lo social, y en lo económico. Su preocupación por el cambio climático es mínima y rechazan las políticas asociadas. Sin embargo, promueven la protección de la naturaleza y la biodiversidad desde una perspectiva identitaria y moral. Aunque solo un 15% niega su existencia, la mayoría atribuye el fenómeno a factores naturales y piensan que es un asunto manipulado que perjudica a su gente y al mundo rural, beneficiando solo a las élites.

El cuidado de lo propio y la economía como lugares comunes

Los autores del estudio concluyen en que se trata de “ocho Españas que piden soluciones para el cambio climático y están dispuestas a trabajar juntas, más allá de ideologías, si la política construye los mecanismos adecuados para no enfocar todo desde el punto de vista de la identificación partidista”. En definitiva, sostiene Oliván, “tenemos más cosas en común de lo que pensamos”.

Por ejemplo: la mayoría de los segmentos se muestran preocupados por cuidar de los demás y de los más vulnerables, por lo que, explican “existe potencialidad para aprovechar esta idea de cuidado y buena vida que tanto se ha asociado al Mediterráneo para construir campañas basadas en la unión y la solidaridad”.

Todos coinciden, también, en la importancia de la protección de lo cercano. “No hay ningún grupo al que le gusten los montes sucios, los ríos sucios, una playa contaminada, o que los bosques ardan. Todos creen que hay que proteger esto, si bien los matices aparecen en el cómo”, asegura Jurado.

No es tanto que el mensaje de gravedad no haya llegado a la población, sino que mucha gente quiere participar de alguna forma en la toma de decisión de las soluciones

Pepe Jurado
Director de Proyectos y Alianzas de Legados

Por otro lado, la cuestión económica es profundamente crucial para todos los españoles: cuando una medida puede tener un perjuicio económico, genera más rechazo que si tiene viabilidad económica.

Otro de los resultados es que en prácticamente todas la Españas existe un elevado grado de desconfianza hacia los políticos y las instituciones. El grupo que más ejemplifica este sentimiento, explican desde Legados, es el de los tradicionales implicados. Aunque están muy preocupados, no se sienten apelados por el movimiento climático ni por las acciones políticas que van en esa dirección.

“Muchos de los segmentos sienten desconfianza ante las políticas climáticas porque no sienten que se estén teniendo en cuenta sus puntos de vista al respecto”, profundiza Jurado. “Sienten que no tocan sus creencias, sus valores, su forma de ver el mundo. No se sienten representados. No es tanto que el mensaje de gravedad no haya llegado a la población, sino que mucha gente quiere participar de alguna forma en la toma de decisión de las soluciones”.

Tras los científicos y académicos, son los agricultores y ganaderos los que más confianza generan en la población para comunicar la emergencia climática.

También concluyen en que existe un gran potencial en las tradiciones culturales españolas, tanto a nivel local como regional y nacional, sean religiosas o no, y que “la canalización del patriotismo y el apego por la tierra puede servir para involucrar incluso a ‘aliados inesperados’.

Los agricultores por encima de los políticos como mensajeros

Otra de las conclusiones que pueden servir para marcar un “antes y un después” en la comunicación climática en España es que, tras los científicos y académicos, son los agricultores y ganaderos los que más confianza generan en la población para comunicar la emergencia climática, por delante de activistas, periodistas, economistas, cazadores, y políticos, que quedan en último lugar.

“El sector primario de la sociedad puede tener un gran papel a la hora de potenciar actores confiables. Quizás porque vemos cómo están luchando para poder proveer y cómo se están enfrentando a esas sequías, a esos problemas derivados de los efectos del cambio climático”, señalan desde Legados.

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