De la necesidad, virtud

Lo suyo de estos últimos días es, simplemente, el sinsentido. Tras poner el grito en el cielo por casi todo lo que proponía el Gobierno, luego se lo han tragado todo sin rechistar, incluida la cesión del palacete, que les parecía poco menos que la entrega del Banco de España

La semana pasada, el Gobierno se equivocó proponiendo al Congreso que le aprobara un interminable decreto ómnibus que Junts y las derechas rechazaron. Fue una derrota grave y no pocos creyeron que ese podía ser el principio del fin del gabinete de izquierdas. Siete días después, esos temores han desaparecido y ahora los problemas los tienen Puigdemont y, sobre todo, un Alberto Núñez Feijóo incapaz de explicar por qué hace una cosa y la contraria. Mientras que Pedro Sánchez parece salir fortalecido del rifirrafe. Y sin hacer la mínima mención al porqué y al cómo de sus errores.

No hay duda por tanto de que el líder socialista sabe mejor que nadie cómo salir airoso de las dificultades. Este caso ha puesto de manifiesto que no todo es oro lo que reluce en la gestión política gubernamental y que en ese ámbito podría haber más tensiones internas de las que salen en los medios. Pero también que la relación de fuerzas que sostiene todo el entramado político era y es favorable al minoritario PSOE y lo será hasta las próximas elecciones.

No por ningún factor esotérico, sino porque la oposición de derechas no tiene la fuerza parlamentaria suficiente para derrocar al Gobierno y porque ninguno de los partidos que apoyan a Pedro Sánchez puede cambiar de bando y pasarse al del PP sin jugarse su futuro político. En medio de la conmoción que la derrota parlamentaria provocó en el interior del PSOE, en donde más de uno pedía responsabilidades por haber presentado el ómnibus sin garantías de ganarlo, Sánchez impuso la cordura de recordar que esa relación de fuerzas seguía dominando todo lo demás y que a partir de eso no quedaba sino adecuar un tanto la iniciativa parlamentaria para tranquilizar a Junts y tirar hacia adelante.

El PSOE suprimió más de la mitad del texto original y dejó sin tocar la subida de las pensiones, las bonificaciones al transporte público y las ayudas a los afectados por la DANA, así como la devolución de palacete parisino de la avenue Marceau al PNV. ¿Por qué no lo hizo un poco antes de la votación de hace una semana? Habrá que esperar tiempo para que alguien desvele ese misterio.

Lo que hoy sabemos es que esos cambios le han parecido suficientes a Carles Puigdemont y que Junts votará a favor del nuevo decreto. Con explicaciones que no explican nada y dejando caer que no va a ser la última vez que van a poner en un brete al Gobierno al que, una vez más, han apoyado. El debate sobre los presupuestos, que todo indica que se abrirá dentro de pocas semanas, será probablemente el escenario de ese tipo de juegos de escena y no cabe excluir que otros partidos se sumen en un futuro a ese tipo de prácticas que tan rentables son desde el punto de vista mediático.

Sea como sea, el PP está fuera de ese contexto. Lo suyo de estos últimos días es, simplemente, el sinsentido. Tras poner el grito en el cielo por casi todo lo que proponía el Gobierno, luego se lo han tragado todo sin rechistar, incluida la cesión del palacete, que les parecía poco menos que la entrega del Banco de España. Y todo porque algunos dirigentes, y barones, han dicho algo tan obvio como que el Partido Popular no podía votar contra la subida de las pensiones.

En definitiva, que el PP sale mal del entuerto, que la imagen de Alberto Núñez Feijóo se deteriora aún más, alimentando las voces de que en el seno de la derecha se está articulando un movimiento, aún incipiente, de contestación a la actual dirección del partido.

Vox, como era de esperar, sigue jugando a la contra, reiterando su negativa sin paliativos a cualquier cosa que pueda venir del gobierno de izquierdas, denunciando la debilidad del PP respecto de Sánchez e insinuando incluso que lo que más le gustaría a Núñez Feijóo es un pacto con el PSOE para gobernar conjuntamente tras las futuras elecciones. No sería sorprendente que esas posiciones, tan fáciles y demagógicas, le fueran nuevamente rentables en los sondeos.

Acompañando a esas novedades en el panorama político, también han aparecido algunos matices en el judicial. Y es que han llegado las primeras dificultades serias para la ofensiva judicial contra el Gobierno, y en particular contra Pedro Sánchez, que se articuló y se lanzó a partir de que José María Aznar pidiera a sus huestes que “cada uno hiciera lo que pudiera” contra la izquierda. Al juez Peinado la Audiencia Provincial de Madrid le ha tumbado el registro del domicilio y del despacho del empresario Carlos Barrabés, colaborador de Begoña Gómez, golpeando seriamente la solvencia de la causa que el magistrado ha incoado hace meses contra la esposa del presidente del gobierno, sin avance alguno hasta el momento. Al tiempo, destacadas figuras de la judicatura han puesto en cuestión en términos muy duros la instrucción que el juez Ángel Hurtado está haciendo contra el fiscal general del Estado. Y la jueza de Badajoz empeñada en procesar al hermano del presidente sigue sin avanzar un ápice en su causa.

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