Identifican el verdadero origen del material radiactivo que nos traen las tormentas de polvo sahariano

Un nuevo análisis entierra el mito de que las calimas procedentes de Argelia contienen partículas radiactivas de las pruebas nucleares francesas de los años 60: el material, incouo para la salud humana, tiene un origen diferente

Hemeroteca – La calima “extraordinaria” que enrojece España

La intensa calima registrada en marzo de 2022 en la península ibérica, procedente del sur de Argelia, transportaba pequeñas cantidades de material radiactivo, sin riesgos para la salud humana, cuyo origen no es el que se creía, según un estudio publicado este viernes en la revista Science Advances

Este nuevo trabajo revela que el material radiactivo adherido a las partículas de polvo no procede de las pruebas nucleares realizadas por Francia en el Sáhara en los años 1960, como se suele afirmar en este tipo de episodios. Para sorpresa del equipo liderado por Germán Orizaola, de la Universidad de Oviedo, y Olivier Evrard, de la Universidad París-Saclay, su procedencia son los ensayos nucleares realizados por la Unión Soviética y Estados Unidos durante décadas, que dejaron una señal reconocible en todo el planeta.

‘Científicos’ ciudadanos

La masa de polvo sahariano procedente de Argelia, que cruzó la península ibérica entre el 15 y 16 de marzo, tuvo tal intensidad que saturó los medidores y los científicos tuvieron que idear un nuevo sistema para cuantificar su impacto. Según los expertos, el fenómeno que tiñó de rojo el cielo fue el más intenso del registro y la atmósfera alcanzó valores promedio “propios del desierto del Sáhara”.

Germán Orizaola, que lleva años estudiando los efectos de la radiación en los alrededores de la central de Chernóbil, pensó que la tormenta era una ocasión ideal para medir la composición del polvo atmosférico y su procedencia. A las pocas horas de comenzar el evento, el científico organizó una campaña en redes sociales para fomentar la colaboración ciudadana y pedir que le enviaran muestras del polvo depositado en el suelo en España y a lo largo de diversos países europeos. 

“¿Quieres ayudar en un proyecto científico para examinar el contenido de trazas de material radiactivo en el polvo sahariano de estos últimos días?”, preguntaba en el mensaje.


Algunas de las muestras de polvo recibidas para su análisis desde diferentes ciudades.

Los investigadores recibieron 110 muestras de polvo sahariano, recogidas por 69 colaboradores provenientes fundamentalmente de España (80), Francia (14) y Austria (12), aunque finalmente se quedaron con alrededor de cincuenta. “La primera que me llegó es de mi madre, que vive en Santander”, comenta divertido el investigador. “Pero la respuesta fue abrumadora, de gente desde muchos lugares, personas que vieron este polvo en su balcón o sobre su coche y se animaron a participar”. 

La respuesta fue abrumadora, de gente desde muchos lugares, personas que vieron este polvo en su balcón o sobre su coche y se animaron a participar

Germán Orizaola
Investigador de la Universidad de Oviedo y autor principal del artículo

Tras la pista del “jerbos” atómicos

Entre 1960 y 1966, Francia llevó a cabo 17 ensayos nucleares (4 atmosféricos y 13 subterráneos) en la región de Reggane, en el desierto argelino. El ejército galo bautizó las pruebas atmosféricas con el nombre de Gerboise (jerbo), en alusión al pequeño roedor que habita en esta zona, e identificó con un color cada uno de los tests (azul, blanco, rojo y verde). La última de las detonaciones (Gerboise Verte), es conocida porque uno de sus ingenieros civiles transportó los diez kilos de plutonio en el techo de su Citroën 2CV, en lugar de hacerlo en un camión militar.  


Sitios de muestreo del evento de polvo de marzo de 2022 y densidad de masa de la columna de polvo (gramos por metro cuadrado).

Para determinar que el material arrastrado por la tormenta de polvo procedía de esta zona, los investigadores analizaron la composición mineralógica y geoquímica de todas las muestras, además de analizar la concentración de 31 elementos químicos y de isótopos de plomo en una selección de localidades. También revisaron las imágenes de satélite y la proporción de tierras raras, que mostró un patrón característico del sur de Argelia. “La clave nos la dio la abundancia de un mineral llamado palygorskita, que es muy abundante en la zona del sur de Argelia y el norte de Mali”, explica Orizaola.

Con esto, todo apuntaba a que el viento había traído el material desde la zona de las pruebas nucleares francesas, pero al analizar la concentración de diferentes isótopos de plutonio y cesio saltó la sorpresa: la huella isotópica no correspondía con la señal generada por los “jerbos” atómicos, sino con la señal global de radiación detectada a lo largo del planeta, dominada por los ensayos nucleares realizados por la Unión Soviética y Estados Unidos durante las décadas de 1950 y 1960. 


Imagen de la detonación nuclear «Gerboise bleue» en el desierto argelino en 1960.

Una posible explicación es que buena parte del material radiactivo de las bombas francesas ha decaído a estas alturas. El cesio tiene una vida media de 30 años, con lo que por degradación se habría perdido ya un 75% más o menos, según Orizaola. Y otros materiales más duraderos como el plutonio se presentan en cantidades muy bajas. “Además, el área afectada por esas bombas en algunos casos es muy reducida, se habla en algún caso de 1 km de radio”, añade el investigador principal. “Como el número y potencia de las bombas que Estados Unidos y la URSS detonaron en otros sitios es de una magnitud muchísimo mayor, dominaría sobre la señal de estas cuatro”.

Además de presentar el primer análisis sólido que descarta que con las calimas llegue material radiactivo asociado a las pruebas nucleares realizadas en el Sáhara, a juicio de Orizaola, la investigación tiene el valor de mostrar cómo funciona la ciencia, cuestionándose cada una de las premisas, con el punto añadido de haber contado con la participación ciudadana. “A la gente le importa la ciencia mucho más de lo que parece”, sentencia.  

Como autobuses desde el desierto

María López y Pedro Salazar, del Laboratorio de Física Médica y Radioactividad Ambiental (FIMERALL) de la Universidad de La Laguna, ya habían analizado el contenido radiactivo de la tormenta de polvo de 2022 en un trabajo anterior. Ellos también vieron la señal global de las pruebas nucleares y no de los tests realizados por los franceses, pero solo a partir de dos muestras. 

“Los autores han analizado lo mismo con más detalle, una infraestructura científica mayor y un estudio mineralógico importante”, asegura López. Para Salazar, lo más interesante es que la trazabilidad de las muestras ofrece una oportunidad para ver la recirculación de la atmósfera. “El sistema es más complejo lo que parece”, explica. “Al calcular las retrotrayectorias a 2-4 días, vimos que la calima primero ascendió hacia el norte, llegó hasta Málaga, giró al oeste y luego volvió a bajar hacia Canarias”.

Lo que demuestra este estudio es que el polvo del desierto transporta todo lo que pilla en el suelo, material radioactivo, hongos, bacterias o los contaminantes se van pegados

Sergio Rodríguez
Especialista en ciencias atmosféricas y aerosoles del IPNA-CSIC

“Lo que demuestra este estudio es que el polvo del desierto es un agente que transporta todo lo que pilla en el suelo, material radioactivo, hongos, bacterias o los contaminantes del norte de África que se van pegados”, explica Sergio Rodríguez, especialista en ciencias atmosféricas y aerosoles del IPNA-CSIC. “El polvo del desierto es como un autobús en el que se va subiendo todo el mundo que va por el camino y termina llegando a toda Europa”.

Las nuevas “supercalimas”

Sergio Rodríguez y su equipo han llegado a la conclusión de que las dos tormentas de polvo sahariano experimentadas en 2020 y 2022 fueron las más intensas desde que existen registros en las redes de calidad del aire. “La de 2022 fue un disparate”, recuerda. “De hecho, nosotros las estamos llamando supercalimas, porque alcanzan concentraciones de partículas de entre 600 y 1840 µg/m3 [microgramos por metro cúbico], cuando el promedio se movía entre 200 y 400 µg/m3”.


Polvo recogido durante la tormenta de marzo de 2022.

Los científicos están viendo una situación atmosférica muy particular, con calimas menos frecuentes pero más intensas, y han identificado el escenario meteorológico que lo induce. “Lo que ocurre es que el anticiclón de las Azores se desplaza hacia el este y las borrascas que vienen de América se van hacia el sur, con lo que se crea un dipolo meteorológico”, explica Rodríguez. El engranaje atmosférico hace que los fuertes vientos se sitúen sobre las zonas del desierto arrastrando una enorme cantidad de polvo hacia el norte de África y Canarias. 

Efectos sobre la salud

Aunque la mención del material radiactivo puede generar alarma social, Orizaola recalca que se trata de cantidades perfectamente inocuas. Para hacerse una idea, explica, los niveles medios de cesio radiactivo en esas muestras era de 14 bequerelios por kilogramo (Bq/kg), cuando los niveles autorizados en productos alimenticios se sitúan en 1.000 Bq/kg y en 400 Bq/kg en el caso de productos de alimentación infantil. “Estos niveles no solo no representan ningún riesgo para la salud humana, sino que son mil millones de veces inferiores a los autorizados por la Unión Europea”, asegura. 

Estos niveles no solo no representan ningún riesgo para la salud humana, sino que son mil millones de veces inferiores a los autorizados por la Unión Europea

Germán Orizaola
Investigador de la Universidad de Oviedo y autor principal del artículo

Eso no quiere decir que las propias tormentas de polvo no tengan efectos en la población, que los tienen, sobre todo en lo que se refiere a empeoramiento de enfermedades respiratorias. “Nosotros tenemos unas cuantas publicaciones con el Hospital Universitario de Canarias en las que ya hemos visto que la inhalación del polvo del Sáhara inflama las vías respiratorias”, apunta Rodríguez. “Cada vez que las concentraciones de polvo desértico en el aire ambiente aumentan 10 µg/m3, el riesgo de muerte por causa cardiovascular aumenta un 2%. Parece poco, pero cuidado, porque no lo es”.

En resumen, el polvo que llega desde el desierto y tiñe las aceras y los coches de rojo durante varios días no es un peligro radiactivo, como señalan algunas informaciones alarmistas, pero es un factor de empeoramiento de la salud que las autoridades vigilan y del que hay que protegerse. Y la sospecha de los meteorólogos es que la nueva configuración atmosférica producida por la crisis climática seguirá agravando el problema.

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