No hace falta ver a Carlos Sobera ni a Juan y Medio para encontrar el amor en la tercera edad. Una organización cultural repite en Madrid su exitoso «taller de ligar» para mayores, donde pasados los 65 hay quienes encuentran pareja después de un baile de salón. O, simplemente, una compañía contra la soledad
Tinder también funciona a los 60
Cada mañana se le cae la casa encima. Flora (72 años) lleva mucho viviendo en una casa vacía, pero aún no cree haberse acostumbrado a los desayunos en silencio o las tardes sin reuniones entre amigas en la plaza de la ciudad. Vive en Alcobendas, una de las urbes más pobladas de la Comunidad de Madrid. Rodeada de casi 120.000 habitantes, suele sentirse muy sola. Así que no le importa coger un autobús casi a diario para recorrer los 10 kilómetros que separan su municipio de la capital. En concreto, del barrio de El Pilar. Es ahí donde muchas tardes reconecta con la vida al ritmo del pasodoble, el merengue o un simple baile de salón. Esa tarde, José (90 años) es su acompañante.
“Fíjate, es un caballero. Y aunque viva solo, con la edad que tiene, ¡va siempre limpio como una patena!”, sonríe Flora, que agarra la solapa de su pareja de baile. Él viste de negro y luce un collar brillante colgando del cuello, pero llama más la atención el círculo verde de cartulina que ambos llevan en el pecho. Es parte del atrezzo del “taller de ligar” que se celebra ese miércoles en la sede de Acumafu, la Asociación cultural de mayores de Fuenlabrada, que reparte actividades para la tercera edad en otros puntos de la región como el espacio Conde de Elda. Y esta es una de las más llamativas, pues la pista está plagada de cámaras o periodistas que observan atentamente. ¿Es noticia que los mayores busquen una nueva oportunidad?
Como mínimo, de primeras sorprende que alguien busque la emoción incluso al final de su vida. Es la conclusión a la que en este tiempo llegó Marcelo Cornellá, el presidente de la entidad que hace ocho años ideó el proyecto. “La primera vez que dimos esta clase lo llamamos ‘taller para amigos’ y solo vinieron nueve o diez personas. Para la siguiente le cambiamos el nombre y… fíjate en el resultado”, señala, orgulloso, girando la vista hacia las decenas de asistentes que acudieron aquel día. En total, podían ser más de 50. La idea es simple pero efectiva: juegan al “semáforo”, una forma de identificar sus intereses accediendo a la sala con uno de los tres colores a elegir.
Flora y José se conocieron en una de las actividades de Acumafu
Si de su ropa cuelga un círculo rojo, significará que están cogidos o solo buscan una amistad. Si el color es amarillo, querrá decir que se lo están pensando. Y, si como Flora o José portan un pin verde, se mostrarán dispuestos a conocer sin límites afectivos a otros que, como ellos, busquen compañía pasados los 60. Aunque este último confiesa a Somos Madrid que, desde que perdió a su mujer, no piensa en volver a compartir su vida con alguien. La conoció cuando ella tenía 9 años y él, 14. Pasaron juntos toda su vida y, aunque se alegra de “no haberla abandonado nunca”, desea que otros no vivan jamás lo que el pasó en sus últimos años con su difunta esposa.
“Primero fue un cáncer de riñón, luego se quedó ciega… y todo cuando comenzaron los primeros signos de demencia”, recuerda. Cuando su mujer falleció, José pasó ocho años sin apenas salir de casa. Su hijos le insistían una y otra vez. Fueron ellos quienes, aprovechando que vivían cerca de allí, le impulsaron a asistir a los talleres y las tardes de baile que organizaban en aquel edificio. “No he vuelto a estar como antes, pero pasar por aquí me alivia”, afirma el nonagenario. Aunque en su caso fueron sus propios familiares quienes le instaron a pasar las horas en compañía, los organizadores de estas peculiares jornadas señalan a los hijos como uno de los impedimentos que, en ocasiones y sin quererlo, cohiben a los abuelos de disfrutar sus últimos días.
“Sé que hay muchas, sobre todo mujeres, que cuando hacemos excursiones con la asociación le dicen a los suyos que van de viaje con unas amigas”, sostiene el presidente de Acumafu, que no en pocas ocasiones debe dar respuesta a una única pregunta: “¿Qué va a hacer mi madre con un novio a los 80 años?”. En su experiencia, no son pocos hijos los que miran con inquina a sus progenitores cuando, entrada la vejez, buscan salir o rehacer su vida.
Es ahí donde se da la paradoja de la edad: cuando antes eran los hijos quienes ocultaban parejas o hacían planes a espaldas de sus padres, años más tarde se invierten los papeles sin que los primeros se acuerden de cuando ellos estaban al otro lado. “Para muchos, venir aquí se convierte en una auténtica tortura psicológica. Sin buscarlo, les condenamos de nuevo a la soledad”, reflexiona el promotor, Marcelo. Cuando eligieron cambiar la palabra “amigos” por “ligar” para nombrar al taller lo hicieron no solo porque sabían que resultaría más atractivo y llamaría la atención.
También porque este término, según los organizadores, podía valer tanto para lo sentimental como para el ligarse a una nueva compañía. En el cartel del evento se explica así: “Quizás no encuentres a tu media naranja, pero lo pasaremos genial”. Es una forma de confrontar la soledad no deseada que afecta a todas las edades, pero que se ceba especialmente con los más mayores. No obstante, basta preguntar a unos pocos asistentes para que confiesen con una sonrisilla que sí hay parejas que se conocieron bailando en aquel salón.
Amalia y Luis se conocieron bailando. Ahora son pareja y están felices
Amalia y Luis, que charlan distendidamente entre cervezas con más amigas, son el ejemplo perfecto. Su noviazgo es breve y apenas llevan unas semanas juntos, pero ya se habían echado el ojo. “Primero pensé que era un buen hombre para bailar. Ahora somos novios, ¿y qué? Lo pasamos bien juntos”, declara ella, que aún no ha comentado a sus hijos esta nueva ilusión. No es que quiera ocultarlo, incide, pero sí le dio reparo después de escucharles alguna vez hablar de lo “raro” que era cuando la gente de su edad salía de nuevo con alguien o iba a programas de la tele buscando pareja.
“Sé que no es maldad. Creo que no les gustaría que hoy yo tuviera pareja y mañana no, porque lo pasaría mal”, deduce Amalia. Sin embargo, esto es algo a lo que todo el mundo se enfrenta en otras de su vida donde no existe tal estigma. En una entrevista reciente con el periodista Jordi Évole, el histórico presentador Juan y Medio –cuyo programa lleva décadas uniendo a los abuelos en Andalucía– lanzó un alegato en favor del respeto a las segundas, terceras o incluso cuartas oportunidades con independencia de la edad.
“Son gente de clase media y baja a la que le han vivido su vida. No han vivido su vida, se la han vivido otros. No han tomado las decisiones de su vida, sino que lo ha hecho la sociedad, que les ha metido la presión para que se casen, aguanten casados, trabajen sin derechos […] Muchas veces, a lo largo de estos años, ha ido el coche a recoger a la persona y los hijos le han dicho: ‘si te montas en ese coche no ves a tus nietos nunca más”. Esta reflexión la recordaban y tienen presente los promotores del taller, que se suman a la petición de respeto para “seguir adelante a cualquier edad”.