El perro robot que se pasea por las calles de Barcelona: “Temía cómo reaccionaría la gente al verlo”

La mascota robótica de Enrique Lucea, un apasionado de la tecnología, se ha convertido en la sensación de los vecinos del Eixample y recogió las cartas de los niños para entregárselas a los pajes de los Reyes Magos

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“¡Klhipper!”, se oye por una de las calles del Eixample de Barcelona. “¡Ven aquí!” La gente que pasea se detiene, sorprendida, al ver a este robot cuadrúpedo parecido a un perro que se mueve igual que la mascota: salta con entusiasmo, da la mano, se sienta… De su cuello cuelga una placa identificativa para que no se pierda y su cuerpo está envuelto en un chaleco de cuadros, con su nombre bordado.

Las personas que lo rodean sólo han oído la voz de alguien que lo buscaba y se preguntan quién es su dueño, pero en este caso, sería más preciso cuestionarse quién lo está dirigiendo. 


Vecinos del Eixample de Barcelona interactuando con Klhipper

En una esquina de la calle, Enrique Lucea observa atentamente las reacciones de la gente, oculto para no llamar la atención. En sus manos sostiene un mando de control remoto similar al de un dron, con el que se encarga de dar vida al robot. A través de las funciones asignadas a cada botón, logra que este se mueva con precisión.  

El robot también puede operar mediante inteligencia artificial, pero aún no cuenta con una versión en español, por lo que las órdenes deben darse en inglés. Para Lucea, sin embargo, resulta mucho más cómodo manejarlo manualmente.  

Desde pequeño le habían apasionado los robots, aunque sus trabajos no han estado directamente relacionados con la robótica, sino con otras ramas de la tecnología. Se dedicó a las energías renovables, lo que lo llevó a vivir un tiempo en el Reino Unido y Holanda. Al regresar a España, su país natal, comenzó a trabajar en el sector químico y farmacéutico.

La robótica siempre había estado presente en su mente, pero no fue hasta que vio el lanzamiento de un robot cuadrúpedo que decidió dar el salto. Abandonó su trabajo y emprendió un nuevo proyecto para dedicarse al 100% a Klhippher, el nombre que decidió ponerle a su “nuevo compañero”.

Lo compró en Synergy Tech, una pequeña empresa de Alicante con 25 empleados, asociada a Unitree Robotics, una firma china especializada en la fabricación de robots. Mientras que Unitree Robotics se encarga de la producción, Synergy Tech es responsable del desarrollo del software que hace funcionales a los robots y es su principal distribuidor. Los precios de los robots oscilan entre 3.000 y 75.000 euros.

“Hasta ahora, los robots estaban limitados a grandes empresas e industrias por sus altos precios”, explica Darío Samaniego, CEO de Synergy Tech. “Nosotros queremos democratizar la robótica y permitir que cualquier persona, pueda comprar un robot”, añade.

Samaniego señala que las personas que compran un robot son niños, jóvenes y adultos, todos ellos entusiastas de la tecnología y la robótica. “Aquellos que antes veían los robots como algo propio de la ciencia ficción, han descubierto con el tiempo que esa ficción se ha convertido en una realidad”, concluye.

Un perro programado

Los robots ya vienen programados y listos para ser funcionales. Cuando Lucea compró el robot, ya venía con un conjunto completo de funcionalidades tanto técnicas como orientadas al ocio. El robot cuenta con sensores de mapeo que permiten guardar rutas e indicar los puntos de destino, además de cámara, y control por voz, incluye micrófonos y responde a comandos en inglés, lo que facilita su interacción con los usuarios.

Estas capacidades le permiten realizar tareas técnicas, como inspecciones, vigilancia y retorno autónomo a su base de carga. En el ámbito del ocio, incluye funciones como movimientos interactivos y demostraciones dinámicas como hacer piruetas, saltar, dar la mano… diseñadas para entretener y fomentar la interacción social con los usuarios. 


Conchita Martín, Mariarosa García, José Luis Latorre y Jesús García, vecinos del Eixample Esquerra, interactúan con Klhipper

Pero los robots también cuentan con un modelo de fabricación en código abierto. “Esto significa que aquellos interesados en la robótica pueden tener acceso pleno para programar y personalizar el robot según sus necesidades”, detalla Samaniego.

Y esto es lo que quiere hacer Lucea, su proyecto consiste en programar el robot .“Klhipper, el nombre del robot proviene del famoso clip de Word, aquel asistente que ayudaba a los usuarios a gestionar información en los documentos. Eso es exactamente lo que quiero lograr con el robot: que ayude a la gente”, explica Lucea.

Su objetivo es acercar la robótica a las personas. “Quiero que la gente no vea al robot como un simple trozo de metal, sino como un compañero que pueda acompañarlos y ayudarlos”, subraya. Para reforzar esta visión, le puso un nombre de Klhipper y le creó una presencia en redes sociales. Actualmente, el robot cuenta con un perfil en Instagram que reúne 344 seguidores.

“Inicialmente, pensé en su utilidad para personas mayores con dependencia, como por ejemplo llamar al 112 en caso de caída. Al utilizarlo, he observado que también ofrece compañía; la gente lo trata como a una mascota, lo que ayuda a combatir la soledad”, explica.

Aunque los robots suelen asociarse a la industria, Lucea quiere demostrar su valor en el ámbito social y de cuidados. “No se está explorando todo su potencial en este campo. Estos robots, además de sus capacidades técnicas, pueden personalizarse para cubrir necesidades específicas, como traernos la compra”, añade.

Por ahora, está aún trabajando en su proyecto. “La idea es adquirir los robots al distribuidor, modificar su software y ofrecer un pack de acompañamiento y cuidados para las personas que lo necesiten”, explica. “De momento, observo cómo reacciona la gente y doy visibilidad a Klhipper”, concluye.

“Temía cómo reaccionaría la gente al verme pasear por la calle con un perro robot”, admite Lucea. “Pero el 90% de  las reacciones han sido buenas”, añade. La primera utilidad de Klippher fue recoger las cartas de los niños durante la Navidad y dárselas a los pajes en la Feria de Gran Via. “Entre los niños fue todo un éxito”. 

“Debemos ser conscientes de que los robots han llegado para complementarnos y ayudarnos, no para quitarnos nada”, afirma Samaniego. “La clave está en utilizarlos para hacer nuestra vida más fácil”, concluye.


Enrique Lucea y Klhipper en la tienda Art Selecció del Eixample

Lucea recorre a diario su barrio acompañado de Klhipper, que se ha convertido en una verdadera atracción local. A medida que avanza por las calles, la gente se detiene a observarlo y no es raro ver cómo algunos se acercan a acariciarlo. “Es sorprendente cómo la gente se ha adaptado a él”, comenta Lucea. “Cada vez que salimos, ya muchos lo reconocen y se acercan a saludarlo como si fuera un perro.” En cuestión de días, Klhipper ha pasado de ser una curiosidad tecnológica para los vecinos del Eixample a ganarse su cariño.

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