La antigua sede de una entidad bancaria situada junto a la Plaza Mayor abrió hace una semana reconvertida en varios baños con torno de entrada, un negocio que el conseguidor montó junto a César Moreno
Turistas responden a las protestas contra la masificación de Madrid
Apenas lleva una semana abierto y pasa horas vacío, pero su mera presencia llama la atención. A la salida del Mercado de San Miguel, foco turístico en el corazón de Madrid junto a la Plaza Mayor, un nuevo negocio despierta miradas curiosas. Son dos locales –uno de ellos aún cerrado al público– en cuyas cristaleras puede leerse una abreviatura sobradamente conocida en cualquier país: WC. Water Closet, o simplemente cuarto de baño. La idea de negocio es simple: por un euro puedes usar un váter en pleno centro, donde cada vez más locales cobran a sus clientes por este servicio. Solo permite pagar con tarjeta.
En el interior no hay mucho que ver. Nada más entrar bloquea el paso un control de acceso. Justo arriba hay un cartel con el precio y un lector de tarjetas para abonar la entrada. Al abrirse la puerta acristalada sigue un largo pasillo, en el que todo parece recubierto de color metálico. A la derecha se disponen alrededor de una decena de espacios privados, cada uno de ellos con un inodoro, una papelera y un moderno dispensador de papel higiénico de la marca Papernet. A la izquierda, un lavamanos portátil y un secador automático para después. Y al fondo, vigilando el tránsito y puliendo la limpieza, una única trabajadora.
Este peculiar negocio lo explota la empresa The Mad Toilets SL, que hasta el mes de octubre se llamaba Hot Wheels Ibérica y en la que figura como administrador único César Moreno, socio de Víctor de Aldama. Ambos empresarios eran administradores solidarios de la compañía hasta el mes de septiembre, cuando el nombre de Aldama desapareció del organigrama.
La iniciativa empresarial la vieron clara Aldama y su socio ya hace un par de años, cuando presentaron una declaración responsable ante el Ayuntamiento de Madrid, con intención de iniciar la actividad empresarial bajo el epígrafe de saunas, baños turcos y similares, en el que encaja este negocio orientado, sobre todo, a turistas. El local cuenta con 273 metros cuadrados, según la información a la que ha tenido acceso Somos Madrid, y la descripción de su actividad ante el consistorio es de local de baños públicos con consigna.
César Moreno es uno de los investigados en el caso Koldo. La fiscalía apunta en su caso posible delito de blanqueo de capitales y un informe de la UCO lo vincula a la despatrimonialización de los fondos de Aldama en España. En su declaración ante el juzgado, el pasado mes de noviembre, se desvinculó de la trama de las mascarillas.
Torno de acceso a los baños de la plaza de San Miguel
Ajeno al caso que llena páginas de información y horas de telediarios, los baños de la plaza de San Miguel, a escasos metros de la Plaza Mayor, siguen operando. Volvemos a hablar con la única trabajadora allí presente esta tarde. La mujer explica que llevan pocos días abiertos y el negocio aún tiene que despegar. Calcula que en unas dos semanas abrirán el segundo local, pegado al original y con la misma estructura, para ampliar la oferta en váteres de pago.
“De momento no pasa mucha gente, pero es normal. Es algo nuevo, y más que nada vienen a preguntar”, añade. Justo entre ambos bloques hay un edificio de viviendas al que, cada poco tiempo, entra un grupo de personas cargado con maletas. El horario de apertura en los baños, de momento, es provisional. Aunque cuando todas sus estancias comiencen a funcionar quieren abrir de nueve de la mañana a doce de la noche, según la empleada. Para eso “falta meter a otros encargados” y ampliar el personal que controle el acceso.
Entre los turistas que pasean por los alrededores, un baño de pago en mitad de la calle suena casi como una broma. Aunque hay matices. “En Bélgica es muy común la figura de la madame pipí, que es una persona encargada exclusivamente de vigilar los baños en los bares”, compara Óscar, de padres asturianos aunque residente en Bélgica.
Ni él ni Rune, otra chica belga que pasa unos días en España, habían visto algo parecido en ningún otro de sus viajes. “Es como un derecho, ¿no?”, pregunta ella, ojiplática. Luego admite que, en realidad, no le resulta del todo descabellado teniendo en cuenta que Bruselas “también se está masificando” y “no siempre hay baños públicos de sobra”. Pero aun así reniega de la idea de pagar por hacer sus necesidades.
Sobre todo, añade, porque aunque en Bélgica algunos negocios privados sí restringen el servicio solo para clientes no imagina encontrar un supermercado, una estación de transporte o cualquier espacio semipúblico que cobrara por la entrada. Aunque en España esta práctica era poco habitual se ha ido popularizando con los años. Uno de los casos más sonados en Madrid fue el de los baños de Atocha, gestionados por Adif.
Dos turistas hablan frente a los baños de la plaza San Miguel
“Really? It’s like paying for a bench!”, se sobresalta Mohamed, un joven de 22 que visita España por primera vez. Para él, que no había conocido un negocio pensado exclusivamente para ir al baño, le resulta tan desconcertante como “estar pagando por sentarte en un banco”. Lo mismo opina su acompañante, Lismara, otra veinteañera de origen cubano. Asegura que en su país hay pocos baños públicos, “tal vez menos que en España”, pero aún así se muestra perpleja.
Sus comentarios los alejan de ser clientes de la primera tienda de baños de pago en el centro de Madrid. Pero lo cierto es que incluso en el Mercado de San Miguel, a escasos metros de este nuevo local, han de abonarse 50 céntimos (o un ticket de cliente) para usar sus váteres y lavabos. No siempre fue así, pero antes tampoco había tantos turistas como ahora en Madrid.