Una batería de empresas, bancos y fondos de inversión abandonan sus compromisos climáticos justificados en una mezcla de ambiente político contrario a la sostenibilidad, deseos de mayor rentabilidad y falta de consecuencias negativas al eliminarlos
España, en el centro de las pérdidas económicas que causa el cambio climático en Europa
“Las empresas son cruciales en la lucha contra el cambio climático porque son la fuente de la mayoría de las emisiones de CO2 del mundo”. El argumento es de la organización WWF, pero la remachan desde el economista Nicholas Stern hasta el secretario general de la ONU, Antonio Guterres: “El cambio climático es la mayor amenaza para la economía global”.
España está en el epicentro de los costes económicos en Europa que acarrea el calentamiento global del planeta provocado por los seres humanos. Y, sin embargo, se está constatando una corriente por la que empresas, bancos y fondos retiran, degradan o silencian sus compromisos climáticos. Este enero, el mayor fondo de inversión del mundo, BlackRock, abandonó la plataforma Net Zero Assests (NZAM), que buscaba alinear las inversiones de dinero en proyectos sostenibles. Eso hizo que NZAM suspendiera sus actividades. Antes,11 estados de EEUU habían demandado a BlackRock por, dijeron, su “destructiva” agenda verde. Se referían a no invertir en compañías de combustibles fósiles.
Desde una perspectiva general, la organización Science Based Targets analiza si los compromisos climáticos de las empresas son sólidos, no meros anuncios. En su revisión sobre los objetivos de 900 empresas para conseguir mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC extra, 284 corporaciones (casi el 30%) habían retirado esos compromisos en 2024. Entre ellas estaban Microsoft, Procter&Gamble, Unilever o Walmart. Todas dijeron luego que mantenían objetivos de recorte de emisiones.
En EEUU sí se está dando un alineamiento claro con los postulados del presidente Donald Trump porque saben que le molestan las medidas climáticas y que está dispuesto a litigar contra quienes vayan en esa línea
Otras muchas multinacionales de diversos sectores han tomado un camino parecido: Amazon ha retrasado su estrategia shipment zero para recortar emisiones de gases de 2030 a 2040, Nike ha prescindido de gerentes de sostenibilidad, Gucci retiró su afirmación pública de convertirse en neutra en carbono, Volvo retiró su compromiso de vender solo vehículos eléctricos en 2030. Coca-Cola también ha retrocedido el año respecto a sus objetivos de sostenibilidad. Son algunos ejemplos. Hay más.
El codirector del Centro de Economía Ambiental y de la Energía en la Universidad de Durham, Alejandro Caparrós, considera que “en EEUU sí se está dando un alineamiento claro con los postulados del presidente Donald Trump porque saben que le molestan las medidas climáticas y que está dispuesto a litigar contra quienes vayan en esa línea”. El economista no está sorprendido: “No es una casualidad que esas empresas lo hagan porque no quieren perturbar a sus inversores. Al fin y al cabo se dedican a hacer dinero”.
Al otro lado del Atlántico, en Europa, “no se detectan esos movimientos”, prosigue Caparrós. “Hay que ver cómo evoluciona la Unión Europea. Ursula von der Leyen dijo que había que ralentizar la agenda verde, pero no abandonarla. Y China, lo más probable es que siga adelante”.
Antes de Black Rock, una batería de los bancos más potentes de EEUU como, Morgan Stanley, City Bank, Bank of America habían decidido abandonar la coalición bancaria Net Zero Banking Alliance que trabajaba para que sus préstamos fueran a proyectos de acuerdo con el Acuerdo de París contra el cambio climático. Otros cinco grandes bancos de Canadá hicieron lo mismo a finales del año pasado.
Y ya antes de eso, la petrolera BP anunció que prevé abandonar sus planes para reducir la producción de petróleo. Shell también ha debilitado sus compromisos para recortar las emisiones de gases aduciendo “la seguridad energética y la rentabilidad”. Las seis petroleras más importantes de Canadá han borrado sus compromisos para las cero emisiones netas cuando se aprobó la ley anti-greenwashing del país norteamericano.
El profesor de Sostenibilidad e Inversión en ESG de la Universidad Tufts, Kenneth P. Pucker, explica algunos “de los múltiples” motivos comunes detrás de esta tendencia: “El ambiente político –conservador– contra la gobernanza ecológica y social (ESG) ha enfriado el entusiasmo”. Además, Pucker señala a elDiario.es que “muchos ejecutivos se han dado cuenta de que no tener objetivos de sostenibilidad no les ha traído consecuencias”. También considera que muchas compañías “han aprovechado los beneficios de las inversiones pero no están dispuestas a la parte difícil como intercambian ingresos por recortes de carbono”.
Y a eso se le añade que algunos de los objetivos verdes que anunciaron las empresas no eran realistas. “Igual no era tan buena idea que se adhirieran a esas iniciativas climáticas porque es algo positivo solo si se mantiene en el tiempo. Creo que deben ser más las personas que las empresas las que impulsen los cambios necesarios para afrontar el cambio climático”, apostilla Alejandro Caparrós.
Ambiente poco halagüeño
El ambiente no parece especialmente favorable. La consultora en asuntos climáticos South Pole detectó en 2024 que buena parte de las grandes empresas han comenzado, además, a silenciar sus objetivos verdes. No quieren que se sepan. Lo llaman greenhushing o secreto verde. “Algo más de la mitad porque tienen miedo de las regulaciones sobre objetivos de sostenibilidad y la otra parte porque temen cometer errores”, explica un portavoz de la consultora a elDiario.es. El caso es que no se reportan.
Las empresas siguen bastante comprometidas, a pesar del golpe que han recibido en EEUU. Retrasar las decisiones sobre sostenibilidad coloca a las empresas en riesgo de perder la oportunidad de conformar la nueva economía y posicionarse como líderes en sus respectivos mercados
Después de obtener estos datos, sus analistas explican que “las empresas siguen bastante comprometidas, a pesar del golpe que han recibido en EEUU”. Y añaden que “retrasar las decisiones sobre sostenibilidad coloca a las empresas en riesgo de perder la oportunidad de conformar la nueva economía y posicionarse como líderes en sus respectivos mercados”.
Sin embargo, para Para Kenneth Pucker –que califica de “preocupante” esta tendencia de las empresas–, es esperable que “a medida que es más costoso descarbonizarse veremos a más compañías resistirse. Por eso necesitamos una regulación obligatoria para la descarbonización porque la idea de que la autorregulación va a conseguir los objetivos de descarbonización es una falacia”.
“Los movimientos no son positivos”, concluye Alejandro Caparrós. “El cambio climático no es ya una cosa de modelos. Está aquí y es real, pero hay indicios de que existen gobiernos que van a ignorarlo y que hay votantes a los que eso no les molesta demasiado”. Y remata insistiendo en que “tiene que haber un mayor convencimiento de los individuos para que luego los gobiernos y las empresas sigan ese camino”.