Ni paz ni prosperidad con Franco: las mentiras del manifiesto firmado por Tejero en apoyo al dictador, una a una

El texto lanzado por la Plataforma 2025 hace apología de la dictadura y está plagado de mitos, entre ellos que Franco creó la Seguridad Social o que dirigió un Estado «honrado y eficaz», y de vacíos intencionados: nada menciona de la hambruna española ni de la ferroz represión que buscó el exterminio de la izquierda

El golpista Tejero, los nietos de Franco y militares retirados firman un manifiesto en defensa del dictador: “Salvó España”

Si un ser que no fuera de este mundo y nunca hubiera hablado con nadie quisiera saber algo de España y leyera el manifiesto Ni olvidamos ni callamos pensaría que España fue durante la dictadura franquista un lugar envidiable para vivir. Y Franco el mejor gobernante que ha tenido nunca. Calcando la retórica y la propaganda que el régimen desplegó para intentar limpiar su imagen y convencer, el texto define a Franco como un “hombre bueno” que trajo la “paz y la prosperidad”, propició “la reconciliación” entre españoles, “salvó” al país y propulsó la economía española hasta cotas casi milagrosas.

Sin embargo, el texto, suscrito por un centenar de personas entre las que están los nietos del dictador o el golpista Antonio Tejero, es un conglomerado de vacíos interesados y de los principales mitos que el franquismo edificó sobre sí mismo. El escrito hace apología de la dictadura y celebra el triunfo de los sublevados en la que llama la “Cruzada de Liberación” –en referencia a la Guerra Civil y sin nombrar el golpe de Estado– y, por supuesto, obvia lo que supuso el régimen en términos de derechos humanos. Estas son algunas de sus mentiras:

La “paz” de Franco

Define el manifiesto al dictador como un “cristiano ejemplar”, pero nada dice de la maquinaria de terror que diseñó el régimen desde el principio con el único objetivo de exterminar a la izquierda y a todo aquello que sonara a República. No nombra los fusilamientos, la suspensión de garantías constitucionales, la persecución extrajudicial o el castigo sistemático que generalizó la dictadura. “Siempre se basó en la división de la comunidad nacional entre vencedores y vencidos, no hubo paz ni reconciliación”, explica el historiador Nicolás Sesma, autor de Ni una, ni grande, ni libre (Crítica).

Tampoco cita los 300 campos de concentración que creó el franquismo por toda España o los 270.000 presos que estaban en 1940 encerrados en cárceles en condiciones inhumanas. Para los firmantes, no existieron los más de 100.000 trabajadores forzados ni las decenas de miles de enterrados en cunetas y fosas sin permitirles a sus familias despedirse o darles un entierro digno, muchos de los cuales siguen hoy desaparecidos. Tampoco les importa el casi medio millón de exiliados contabilizados en marzo de 1939 o el control moral y social que impuso el franquismo en casi todos los ámbitos, por nombrar solo algunas de sus consecuencias.

Un Estado “honrado, austero y eficaz”

El manifiesto atribuye a Franco haber levantado una “España en ruinas” y convertirlo en un país próspero. Nada más lejos de la realidad. Son muchos los historiadores y economistas que han definido la gestión económica de la dictadura como “un absoluto desastre y un fracaso”, en palabras del catedrático Carlos Barciela, autor de Con Franco vivíamos mejor (Catarata). El experto asegura que fue “uno de los periodos más duros y negros de nuestra historia” provocado por la política autárquica que Franco impuso en su primera etapa, lo que causó el hundimiento de la economía.

A la corrupción, que el experto define como “elemento intrínseco” al franquismo se sumó un sistema fiscal “injusto” que privilegiaba a las clases poderosas y a la Iglesia y propiciaba el fraude sobre todo de terratenientes y grandes propietarios. “España iba muy por detrás del resto de Europa occidental, entre otras cosas porque tenía un estado muy ineficaz”, añade el historiador Antonio Cazorla. A partir de 1959 A Franco, que al principio se oponía, no le quedó más remedio –a riesgo de entrar en bancarrota– que asumir el Plan de Estabilización, que inauguró el fin de la autarquía y favoreció el crecimiento económico.

La hambruna fue la franquista

Dicen los firmantes que el dictador “tomó las riendas” de un país “con un enorme problema de pobreza y hambre”, pero la realidad es justo la contraria: estos fueron dos efectos de las políticas del régimen. Son conocidos como los años del hambre los que duraron hasta 1952, cuando el sistema de racionamiento impuesto llegó a su fin, pero en algunos años lo que se dio en España fue una auténtica hambruna “en toda regla” frente a la eterna pero incumplida promesa de Franco de “ni un español sin pan”, cuyo consumo precisamente se desplomó.

Barciela aporta algunos datos: de un consumo per cápita de 156 kilos por habitante y año en 1935, en época republicana, se pasó a unos 100 en los 40. Parecido ocurrió con las legumbres, las patatas o el azúcar o los huevos. “Todavía en 1960 el consumo de carne era de 20 kilos por habitantes y año, sensiblemente más bajo que el de 1935, que había alcanzado los 33”, detalla el historiador en el libro. En 1939 el nivel adquisitivo de los españoles era un tercio del que tenían en 1936, justo antes del golpe de Estado.

Industrialización a pesar de Franco

Sí, a partir de 1959 las cosas cambiaron. España cambió su política económica, se abrió al exterior y se sumó “a la ola de prosperidad mundial que propició la industrialización del país”, señala Barciela. Eso a pesar de las reticencias del dictador. Y aun así, todavía el país estaba por detrás de otros países europeos pese a que el manifiesto asegure que Franco convirtió a España “en la novena potencia industrial del planeta”. “Desconozco de dónde se sacan ese dato, lo que sabemos es que antes de la Guerra Civil era la séptima y que el PIB no se recuperó a niveles de 1935 hasta bien entrados los años 50”, afirma Sesma.

“Ni el nivel de carreteras ni de estructura ferroviaria estaba al nivel del resto de Europa, todos los que tuvieron que emigrar se quedaban maravillados de lo que había en países como Alemania o Suiza. Era una modernización todavía muy precaria”, añade el historiador. “El crecimiento fue espectacular, pero no es una excepción ni un milagro. Es similar al que ya otros países habían experimentado hacía 15 años”, apunta Cazorla, que nombra además otros elementos que influyeron como las inversiones extranjeras que habían sido vetadas, la entrada de divisas procedente de la emigración o “el alto grado de explotación laboral” y salarios “bajísimos” sobre el que también se sustentó.

Beneficio para los terratenientes

Sostienen los firmantes del manifiesto que el dictador “modernizó la agricultura”, una afirmación que para Cazorla esconde muchos matices. Antes de los 50 “la agricultura es un desastre” y el franquismo se afana en acabar con la reforma agraria republicana. “Los salarios son bajísimos y los jornaleros y sus familias se mueren de hambre”, asegura el historiador, que explica que a principios de los 50 empieza una modernización “basada en el predominio del capital frente al trabajo”. “Sigue habiendo mucha miseria y la política agraria principal se hace para beneficiar a quienes ya tienen la posesión de la tierra, se refuerza a los grandes terratenientes a costa de unas arcas estatales anémicas”, añade Cazorla, que ha publicado recientemente Los pueblos de Franco (Galaxia Gutenberg).

Más viviendas, pero no suficientes

Al problema de la vivienda se refiere también el manifiesto como si Franco hubiera solucionado el chabolismo y la infravivienda que asolaba el país en aquel momento. “Es rotundamente falso que acabara con ello y precisamente en dictadura nace el movimiento vecinal para hacer frente a todas las carencias que tienen los barrios de migrantes que se han desplazado a las ciudades y que vivían sin servicios, sin aceras, sin alcantarillas…”, asegura Sesma, que pone como ejemplo la historia que cuenta la película El 47, nominada a los Goya.

A partir de los 60 el recién creado Ministerio de la Vivienda se dio un impulso a la creación de vivienda social y el régimen levantó miles de casas para rentas bajas en base a diferentes legislaciones que fueron cambiando con el tiempo, pero aun así siguieron siendo insuficientes: “El balance de toda la dictadura en número de viviendas creadas fue igual que el de Reino Unido en un año”, ejemplifica Cazorla. El problema de la vivienda se vio aliviado solo en los últimos años de la dictadura, aunque no resuelto, añade Barciela, que apunta a otro elemento más relacionado con “la reducida dimensión” de las casas construidas y “la mala incluso pésima calidad de las construcciones”.

Trabajadores sin derechos

Aunque el texto, también suscrito por el presidente de Manos Limpias o el juez ya jubilado José Yusty Bastarreche –que obstaculizó la exhumación de Franco del Valle de Cuelgamuros–, asegure que la dictadura intentó “dignificar a los trabajadores españoles”, esta es para Sesma una afirmación “aberrante”. “La desprotección de los trabajadores era bestial, la hora de mano de obra se paga muy barata, no tienen posibilidades de sindicarse ni derecho a huelga”, ejemplifica el historiador de la Universidad Grenoble Alpes (Francia).

Añaden también los firmantes que el de Franco era un “Estado social sin el odio ni el parasitismo de izquierda” –a cuyos representantes, elude el texto, estaba el régimen matando o encarcelando–, pero el gasto social del Estado en relación con el PIB fue muy bajo y creció muy lentamente, según aporta Barciela en su investigación: en 1943 era de tan solo un 2% y en 1966 había subido un poco, pero solo al 3,4%. Por comparar, en 1995, el gasto social del total de administraciones en relación con el PIB alcanzó casi el 26%.

No, Franco no creó la Seguridad Social

Es uno de los mitos más repetidos por quienes todavía reivindican a Franco y no podía faltar en el manifiesto, pero la realidad es que el dictador no puso en marcha el sistema de Seguridad Social tal como hoy lo conocemos. Es más, ya a principios del siglo XX había un sistema de protección social, el Instituto Nacional de Previsión, que fue el antecedente de la Seguridad Social. Lo que hace la dictadura es la Ley de bases de la Seguridad Social en 1963, pero se limita a “uniformizar todo el sistema de seguros y mutuas que existían” que, además, “llega con dos décadas de retraso respecto a lo que tienen en Europa”, esgrime Sesma, que incide en que el sistema tal y como lo conocemos hoy es obra del exministro del PSOE Ernest Lluc y su Ley General de Sanidad de 1986.

Grandes hospitales, pero escasez de inversión

Remarca el manifiesto que el dictador creó “una red de hospitales públicos de los que todavía hoy seguimos beneficiándonos” y es cierto que en dictadura se proyectaron grandes construcciones hospitalarias como la Paz de Madrid o el Hospital de la Fe en Valencia, pero de acuerdo con los historiadores, tras ello, había un importante déficit de inversión en recursos sanitarios y los hospitales “fueron insuficientes” y al finalizar la dictadura el número de camas hospitalarias “era inferior al de países como Portugal o Grecia”, afirma Barciela, que en Con Franco se vivía mejor habla de “pésimas condiciones asistenciales” y “falta de medicinas y productos elementales de higiene o limpieza”.

Tanto es así que tras una visita organizada por la Organización Mundial de la Salud a mediados de los 60, el informe final el catedrático de Medicina Social Fraser Brockington fue contundente: “La salud pública era peor que en muchos países en vías de desarrollo. España, con todos los atributos que atesora, en muchos otros aspectos, propios de un país altamente civilizado, ha fracasado en uno esencial”.

Sí, sí quiso entrar a la Segunda Guerra Mundial

Tampoco es ajeno el manifiesto a otro de los mitos a los que más pábulo han dado los defensores de la dictadura: que Franco, gracias a su habilidad, hizo que España no entrara en la Segunda Guerra Mundial. Pero esto no es verdad. Aliado siempre con las potencias fascistas, el dictador dictó “neutralidad” cuando los aliados declararon la guerra a la Alemania nazi, pero cuando estaba convencido de una posible victoria de Hitler, su intención cambió y mandó al jefe del Alto Estado Mayor del Ejército, el general Juan Vigón, en hacerle a Hitler el ofrecimiento de que España entrara en guerra. “Franco no nos mantuvo al margen, fue Hitler el que no quiso que España entrara, no quiere porque no le interesa lo que le puede aportar la España franquista”, afirma Sesma.

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