Testigos confirman las maniobras para minimizar la supuesta agresión sexual, mientras la jugadora relata que se sintió “desprotegida” por la Federación y desafía el estereotipo de ‘víctima ideal’
Jenni Hermoso, en el juicio a Rubiales: “Me estaba besando mi jefe y eso no debe ocurrir. Me sentí poco respetada”
Tres días después del título mundial en categoría femenina, el 23 de agosto de 2023, se vivió una jornada frenética en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). No tenía nada que ver con el campeonato del mundo, la mayor gesta de la historia del deporte femenino en España. Luis Rubiales, acorralado por la creciente polémica generada por el beso que había impuesto en la celebración del título a la jugadora Jenni Hermoso, montó un gabinete de crisis en su despacho de la tercera planta. Allí estaban su padre, un amigo de la infancia y algunos de sus hombres más leales en la Federación y que esta semana desfilaron delante del juez de la Audiencia Nacional que le juzga no solo por el beso retransmitido en directo a todo el mundo, también por las supuestas maniobras que urdió después para minimizar su impacto.
Sus testimonios —y los de otros testigos que pasaron por la sala de vistas— pusieron de manifiesto el ‘pacto de caballeros’ que se fraguó entre Rubiales y su círculo más cercano para tratar de poner a salvo el enorme poder del hombre que dirigía el principal organismo del fútbol español y que acababa de celebrar una gesta heroica para el deporte español. Y, de paso, para salvarse a sí mismos. Fueron días de “reprimendas”, “encerronas”, informes exculpatorios con testimonios prefabricados y comunicados manipulados. Así lo evidenciaron varios de los testigos ante el juez que tendrá que decidir hasta qué punto esos movimientos pudieron derivar en el delito de coacciones que las acusaciones atribuyen a Rubiales, al exseleccionador Jorge Vilda, al ex director deportivo de la selección masculina y exfutbolista, Albert Luque, y al exresponsable de marketing de la Federación, Rubén Rivera.
Jenni Hermoso destacó en el juzgado durante su declaración lo “desprotegidísima” que se sintió por parte de la Federación —“nadie se acercó a preguntar qué tal estaba”— y aseguró que necesitó ayuda psicológica para afrontar lo sucedido. Además, dejó claro que el beso no había sido consentido y, sin citarlo expresamente, apuntó al abuso de poder. “Sabía que me estaba besando mi jefe y eso no debe ocurrir en un entorno laboral (…). Me sentí poco respetada. Mancharon uno de los días más felices de mi vida”, aseveró.
La jugadora no se achantó cuando la defensa de Rubiales le preguntó por los vídeos en los que, después de la entrega del trofeo, aparecía celebrando la victoria y bromeando, también con el beso. “No tengo que estar llorando en una habitación para entender que no me gustó”, respondió ella mostrando que su reacción no invalida sus sensaciones en ese momento y desafiando los estereotipos que construyen un “tipo ideal de víctima”.
Testimonios prefabricados
Las cuatro jornadas de vista han servido para hacer el retrato de un hombre, Rubiales, obcecado en minimizar las consecuencias de una conducta que buena parte de la sociedad consideró inaceptable; y de una institución absolutamente plegada a su presidente y volcada en librarlo de un escándalo de dimensión internacional. Es algo que evidencian hechos como que la cúpula ocultó a Jenni Hermoso la existencia de un protocolo interno frente a la violencia sexual, tal y como reconoció ella misma; o que el informe interno que calificó el beso como algo “anecdótico” y “sin importancia” fue elaborado en apenas un día y medio y con testimonios prefabricados para respaldar la actuación de Rubiales.
Patricia Pérez, jefa de prensa de la selección femenina, relató ante el juez la “encerrona” que vivió al recibir por escrito las respuestas que debía dar en ese informe y que recogía afirmaciones que “no eran la realidad”. Su testimonio fue refrendado por otro de los testigos, el exsubdirector de Comunicación, Enrique Yunta, que contó que fue el propio Rubiales quien dictó esas respuestas. También Javier López Vallejo, psicólogo de la selección femenina durante el Mundial, reconoció que le habían dado un borrador con las respuestas que tenía que dar. Este último admitió además que ni en la celebración ni en el vuelo de vuelta a España habló con Hermoso para conocer cómo se encontraba.
Pero las maniobras que llevó a cabo la cúpula federativa para proteger al presidente se habrían iniciado poco después del beso, de acuerdo a los testigos que pasaron esta semana delante del juez. Ana Álvarez, entonces directora de fútbol femenino, aseguró haber recibido una “fuerte reprimenda” de Rubiales por no haber mediado con Jenni Hermoso cuando la comitiva era trasladada al aeropuerto de Sídney para coger el vuelo de vuelta a España.
Fue en ese trayecto cuando se fraguó el comunicado exculpatorio para Rubiales que incluía supuestas frases de la jugadora. El exdirector de Comunicación, Pablo García Cuervo, reconoció que no habló con Hermoso para redactar ese texto difundido en su nombre. Dijo que se basó en unas declaraciones que ella había realizado en la Cope porque la considera una persona “bastante influenciable y bastante manipulable” y temía que, si le preguntaba, pudiera cambiar de opinión. Y, en consecuencia, dar una versión que diera al traste con ese comunicado exculpatorio. No obstante, insistió en que sólo se difundió porque ella le dio su visto bueno.
El de García Cuervo fue uno de los interrogatorios más tensos de la semana. El juez José Manuel Fernández-Prieto le llamó la atención en varias ocasiones por su tono desafiante y chulesco. “¡Basta ya! Mi paciencia está llegando a un límite. Viene aquí a declarar, no a dar esas contestaciones. Quiero saber las cosas con claridad, no con chulería”, le exigió después de que pusiera en duda la manera en que María José López, la codirectora de la Asesoría Jurídica de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) había preparado el juicio. Previamente, le había dicho que se ahorrara los calificativos con los que se había referido a la jugadora.
“Consecuencias profesionales y personales”
Las supuestas presiones a la jugadora y su entorno habrían seguido en las más de veinte horas de vuelo de regreso a España, en las que Rubiales encadenó reuniones con su equipo más cercano. Él mismo intentó hablar con Hermoso para que apareciera en un video restándole importancia al beso. La acusación sostiene que, como no lo consiguió, le pidió al exseleccionador Jorge Vilda que mediara a través de su hermano, tal y como confirmó también Rafael del Amo, exresponsable del fútbol femenino en la Federación. Finalmente, acabó grabando él solo un vídeo en el que intentaba de manera velada corresponsabilizar a la jugadora del beso al decir que no había habido “mala fe por ninguna de las dos partes”.
Tanto Rafael Hermoso, hermano de la jugadora, como un amigo de la familia señalaron a Vilda como autor de unas presiones que atribuyeron al mandato de Rubiales. El familiar aseguró que el entrenador le dijo que si la jugadora colaboraba con el entonces presidente tendría abiertas las puertas de la RFEF, pero que si no lo hacía tuviera en cuenta “las consecuencias profesionales y personales”. Las futbolistas Misa Rodríguez y Laia Codina confirmaron haber visto a Vilda hablar con el hermano de su compañera, aunque no oyeron una conversación que tiene por únicos testigos a los tres intervinientes, lo que puede ayudar a las tesis de defensa del exseleccionador.
El último escenario de las supuestas coacciones es Ibiza, donde una decena de jugadoras —Hermoso entre ellas— disfrutaron de unos días de vacaciones pagados por la Federación tras el título. Hasta allí se trasladaron los otros dos procesados: Rubén Rivera, que era el representante de la Federación en ese viaje y quien atendía las necesidades de las jugadoras; y Albert Luque. Este último fue quien salió peor parado de los interrogatorios de esta semana. Principalmente, debido a los mensajes que envió a Ana Ecube, amiga de Jenni Hermoso que acompañó a la jugadora a la isla.
Luque dejó por escrito que Jenni Hermoso era una “mala persona” por no ayudar a Rubiales ante el “marrón más grande de su vida”, así como sus deseos de que se encontrara “solita, solita” en la vida, algo de lo que se alegraría. Durante su declaración, Ecube aseguró además que Luque intentó sobornarla a ella y a Hermoso para que justificara el beso. “Me dijo: si nos ayudáis, no os va a faltar trabajo ni a ti ni a Jenni”, mantuvo Ecube. Según su testimonio ella le respondió que no se equivocara porque tenía trabajo. “Me pareció venderle mi alma al diablo”, relató. En todo caso, la testigo aseguró que no percibió “violencia o amenazas” en estos hechos, lo que sin duda será utilizado por la defensa para poner en cuestión la acusación por el delito de coacciones.
El cuarto acusado, Rubén Rivera, es señalado por las acusaciones por su insistencia a Jenni Hermoso para que hablase por teléfono con el responsable de Integridad de la Federación y con el propio Luque. Tanto Ecube como las jugadoras que estuvieron en Ibiza con Jenni Hermoso coincidieron en la “insistencia” de Rivera en diferentes momentos para que su compañera accediera a sus pretensiones, aunque los mensajes aportados por la defensa atestiguan que en medio de esas supuestas presiones las jugadoras siguieron recurriendo a él para diferentes gestiones del viaje.
Esta semana está prevista la declaración de la actual seleccionadora, Montse Tomé, que decidió no convocar a Jenni Hermoso en la primera cita tras el mundial en el que había sido una de las mejores jugadoras. Tomé explicó durante la investigación que no la incluyó en esas convocatorias por razones deportivas y para “protegerla” de la presión mediática, pero la jugadora dejó caer en su declaración que fue una represalia por haberse negado a hacer lo que le había pedido quien había sido su “jefe”.