No se entiende que una persona con la trayectoria del líder de Vox, que ha vivido siempre del dinero público, defienda con tanto ardor la motosierra. Debería dejar esa bandera a Trump y Milei y centrarse más en lo suyo: ‘menas’ que aterrorizan a España
Abascal cambia su declaración en el Congreso y suma otros 18.000 euros de sueldo del grupo parlamentario
Santiago Abascal, que este sábado preside en Madrid un encuentro de líderes de la extrema derecha europea, tiene clara cuál será su primera medida si llega al poder. “¿Cuál es la primera medida de Donald Trump? Hay que atacar de manera frontal el gasto público, el gasto superfluo, el gasto político, la financiación a partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales, la financiación a los medios de comunicación para tenerlos comprados, la financiación a un montón de ONG, organizaciones que están haciendo política…”, explicó esta semana en una entrevista. Luego subió en X un vídeo con ese corte acompañado con el mensaje: “La primera medida que hay que tomar es clara: MOTOSIERRA”; esa herramienta motorizada que tanto utilizaron los paramilitares colombianos para descuartizar a sus víctimas y que ahora utiliza de modo simbólico Javier Milei para descuartizar lo que queda de estado de bienestar en su país
Por lo visto, el líder de Vox se ha rendido ante la evidencia de que los presidentes de Estados Unidos y Argentina son los ídolos del momento, y ha decidido copiarlos. Ya había comenzado a utilizar en sus tuits el “Viva la libertad, carajo” del mandatario suramericano. Pero lo prioritario ahora no es ni la libertad, ni los moros que están convirtiendo España en un califato, ni los cientos de miles de pisos okupados, ni que te vote Txapote, lo cual no significa que esos temas hayan desaparecido del radar de Abascal. En este momento lo que se lleva es meterle la motosierra al gasto público con el pretexto de cortar el grifo de financiación a los woke y garantizar que los baños públicos y las competiciones deportivas sean claramente para machos y hembras como Dios los creó. Pero, a decir verdad, ese papel no le pega mucho al líder de Vox.
Además de carecer de la personalidad estrafalaria y la locura auténtica de Trump y Milei, su biografía es muy distinta a la de ellos. Que los presidentes de Estados Unidos y Argentina hablen con desprecio del gasto público puede ser explicable por sus experiencias profesionales, el primero como empresario audaz y el segundo como catedrático de Economía y asesor de banca en los sectores público y privado.
Repasemos, en cambio, la trayectoria del líder de Vox. Tras licenciarse en Sociología, ingresó en el PP y a los 23 años resultó elegido concejal del Ayuntamiento de Llodio, en el País Vasco. Desde entonces no se volvió a apear de la política. De casta le viene al galgo: tanto su padre como su abuelo tuvieron una dilatada experiencia en cargos políticos. Tras haber sido procurador de las Juntas Generales de Álava y miembro del Parlamento vasco, Abascal se quedó en el aire al no conseguir un escaño en las elecciones vascas de 2009, pero el vértigo duró poco porque al año siguiente su amiga Esperanza Aguirre le ofreció cobijo como director de la Agencia de Datos de la Comunidad de Madrid. With a Little Help from my Friends, que cantaba como nadie Joe Cocker. El nombramiento desató una fuerte polémica por tratarse de un cargo considerado “técnico”; Abascal, además de tener un currículo marcadamente político, presidía desde hacía cuatro años Denaes, una opaca fundación “patriótica” que, como no podía ser de otra manera, recibía subvenciones, entre ellas de la Comunidad de Madrid.
En abril de 2013, la Agencia de Datos fue disuelta sin más y Abascal pasó a presidir la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social, un chiringuito (llamemos las cosas por su nombre) dependiente de la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid que, pese a su rimbombante nombre, solo tenía una empleada. En ese ejercicio, la fundación recibió una subvención de 183.600 euros del Ejecutivo madrileño, de los que 82.491 fueron para el sueldo de su presidente. Abascal se mantuvo al frente de la fundación hasta el mismo día –17 de diciembre de 2013– en que fundó Vox. Ni un segundo sin dejar de chupar del erario. Poco después, la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social fue extinguida, sin que se le conociera actividad alguna bajo el mandato de nuestro paladín de la motosierra. Para que lo entiendan los más jóvenes: algo así como la Oficina del Español que la presidenta madrileña Ayuso le montó a Toni Cantó y que ha sido disuelta a comienzos de este año después de haber cumplido su cometido de acoger al expresentador tras quedarse fuera de las listas del PP para las elecciones autonómicas de 2021.
Abascal es hoy el presidente indiscutido de Vox y preside también –sí, lo habéis adivinado– otra fundación. Curiosamente, lo es a título nominativo, no como representante de su organización política. La fundación, Disenso, nació en 2020 como el think tank de Vox y desde su creación ha recibido transferencias desde el partido por un monto total de casi 10 millones de euros. Ante la inquietud que provocó en parte de la militancia la divulgación por este diario de las cuantiosas transferencias, el secretario general del partido envió una carta a los afiliados en que atribuía las informaciones a “manipulaciones veladas para intentar acabar con este movimiento social y patriótico que es Vox”.
Resumen de nuestro adalid de la motosierra: desde los 23 años en la política, libando de los fondos públicos que ahora pretende suprimir. Saltando de fundación en fundación y de cargo en cargo como Tarzán, que iba de liana en liana y solo soltaba una cuando tenía agarrada la siguiente. Una de las fundaciones y una agencia pública liquidadas tras su paso por ellas. Las otras dos fundaciones funcionando en la opacidad. Y solo una experiencia en el sector privado: una sociedad, Hammer Hostelería SL, que creó en 2006 con su esposa de entonces para la explotación de un garito en Vitoria-Gasteiz y que acabó en impagos a empleados y proveedores y el embargo de su casa.
Haber intentado vivir fuera del abrigo de los presupuestos públicos fue una experiencia traumática para el líder de Vox. Ha sido mucho más placentero y estable vivir de la “mamandurria”, palabra que gusta mucho a los tertulianos de derechas. Por eso no se entiende que una persona con su trayectoria defienda con tanto ardor la motosierra. Debería dejar esa bandera a Trump y Milei y centrarse en temas que se ajustan más a su perfil, como el de los “menas” que aterrorizan a España.