Ser madre o padre a edades cada vez más avanzadas hace que muchas personas estén criando intensivamente en su década de los cincuenta, con todo lo que ello conlleva desde el punto de vista físico, psicológico y social
Sí, es normal que te aburras con tus hijos: por qué liberarse de la culpa de no disfrutar siempre la crianza
Hace unos días, la escritora y editora Silvia Nanclares se sinceraba en redes sociales sobre su “maternidad tardía”. “Criar hijos pequeños con casi 50 palos es una movida”, decía. Lo hacía en tono de humor, pero apuntaba a alguna de las claves que comparten muchas madres y padres de su edad: además de las consecuencias físicas, Nanclares apuntaba también a los factores psicológicos derivados de juntar infancia y madurez. Y terminaba con un consejo: “Si lo sabéis y lo queréis y lo material y lo relacional os lo permite: tened las criaturas lo antes posible”.
Los últimos datos disponibles del INE confirman una tendencia que se da desde hace años: el retraso en la edad a la que tenemos descendencia. El número de nacimientos de madres de 40 o más años ha crecido un 19,1% en la última década. También la media de edad a la que se tienen hijos ha ido subiendo, hasta situarse en los 32,6 actuales. El registro incluye también el número de mujeres que tuvieron su primer hijo con 50 o más años: en 2023 fueron 83 madres primerizas tardías. El INE no ofrece datos específicos sobre la edad a la que los hombres tienen su primer hijo en esa encuesta; la única referencia disponible es un dato de 2019: la edad media de paternidad se había retrasado hasta los 33,5 años. La mayoría de hombres y mujeres que tuvieron hijos tarde desearían haberlos tenido antes.
Una de las mayores expertas en este tema es Sara Lafuente. Doctora en Sociología por la Universidad Complutense, está especializada en el retraso de la maternidad y en el estudio de los mercados reproductivos. Para ella, este cambio de tendencia “tiene que ver con la expansión de los años de educación a mayores sectores poblacionales o un cierto alargamiento de la juventud como etapa de aprendizaje”, razona, y cree que esto puede tener “cierto sentido”. “El problema aparece cuando este retraso está fundamentalmente ligado a la dificultad para establecer un proyecto de vida adulta debido a la precariedad: falta de acceso a la vivienda, precarización de las condiciones laborales, incertidumbre generalizada, relacional… ahí claramente tenemos un problema social”, analiza la experta.
Un desajuste entre los avances técnicos y sociales
Más allá de los retos que puede suponer convertirse en madre o padre en la década de los 40 años, ¿qué ocurre cuando esas criaturas siguen siendo pequeñas y sus padres alcanzan ya los 50? ¿Y cuando se juntan los cuidados de menores con los de personas mayores dependientes, como pueden ser abuelos y abuelas?
Se vuelve difícil combinar los cuidados hacia padres y madres con los cuidados hacia un bebé, y la dificultad que esto añade para que las abuelas y abuelos estén en condiciones para cuidar sin que suponga un detrimento de su bienestar o salud
Silvia Nanclares cree que existe un desajuste entre los avances tecnológicos y la reflexión social necesaria: “Las técnicas de reproducción asistida están cambiando nuestra sociedad en la cuestión de los cuidados. Toda la innovación reproductiva está yendo más rápido que los cambios sociales: no estamos teniendo conversaciones sobre lo que supone ser madre a los 40 o a los 50 años”, asegura. Y utiliza su propio caso para ejemplificarlo: “Yo he sido madre tardía: tuve a mi primer hijo por ovodonación a los 43 años, y al segundo a los 46; ahora acabo de cumplir 50 y ellos tienen 3 y 6 años. A mi edad ya te planteas cosas, estás más en contacto que en otras décadas con la muerte y la enfermedad, tanto tuya propia como la de tus amigos o tus padres. Esa combinación de edades, mis 50 y sus 3 y 6 años, hace que la crianza sea diferente: no digo mejor ni peor, pero desde luego distinta”, reflexiona.
La socióloga Sara Lafuente apunta algunas de las consecuencias de tardar en tener hijos: “Maternar y paternar tarde tiene sus complicaciones: primero, la dificultad de quedarse embarazada, que nos arrastra cada vez más a procesos privados (esto es: de acceso desigual, estratificado en función de ingresos) e hipermedicalizados que generan un desgaste corporal y psicológico muy grande”, asegura. En segundo lugar, apunta al coste que tiene criar en los cuarenta y los cincuenta años: “Se vuelve difícil combinar los cuidados hacia padres y madres con los cuidados hacia un bebé, y la dificultad que esto añade para que las abuelas y abuelos estén en condiciones para cuidar sin que esto suponga un detrimento de su bienestar o su salud”, asegura.
En la misma dirección apunta la psicóloga experta en maternidad Marta Fernández, que acompaña cada vez a más familias que crían en la madurez. “Me encuentro con frecuencia un solapamiento de los cuidados hacia los hijos y hacia los padres u otros familiares que están en el final de vida o en una etapa que requiere de más cuidados. Son situaciones familiares particularmente difíciles porque ya no es solo que tengas que cuidar a estas personas, sino que los abuelos y abuelas habían sido claves en el cuidado de los niños, te ayudaban a sostener tu propia etapa de cuidados. Y esto acaba llevando a situaciones complejas de sobrecarga y duelos”, explica la psicóloga.
Esto es exactamente lo que le está pasando a Luis, que tiene 50 años: fue padre con 43 de un niño que ahora tiene seis. “Se me juntan las preocupaciones por mi madre dependiente con las propias de estar cuidando a un niño pequeño”, reconoce. Él lo acusa tanto a nivel físico como psicológico: “Tengo más dolores musculares, arrastro tendinitis en los hombros y no tengo tiempo para hacer rehabilitación en condiciones”. A nivel mental siente “que no llega”: “Me falta tiempo para todo y eso me hace sentir culpable”, explica.
Este sentimiento lo comparte también María, que en realidad no se llama así pero prefiere mantener su anonimato. Tiene 42 años y un bebé de 11 meses, pero su pareja, de 56, delega casi todos los cuidados en ella. Debido a la diferencia de edad entre ellos, puede comparar lo que supone criar en décadas distintas: “Siento que no puedo más, que no llego a todo. Estamos muy cansados los dos, pero al ser él tan mayor delega muchísimo la niña en mí, diría que me cargo con ella al 80%. A él le cuesta mucho sostenerla, o subirla y bajarla de la cuna, porque le duele la espalda. Además, también está desactualizado en cuestiones educativas, que acaban recayendo sobre mí”, asegura María.
Estamos muy cansados los dos, pero al ser él tan mayor (56) delega muchísimo la niña en mí, diría que me cargo con ella al 80% (…) Además, también está desactualizado en cuestiones educativas
El factor de género
Sara Lafuente cree que, como en otros fenómenos sociológicos, el retraso en la edad en que se tienen hijos e hijas está atravesado por el género. “Desde luego hay un factor grande de desigualdad de género: ni los hombres, ni el Estado, ni el sector privado se están haciendo cargo de su parte de la responsabilidad social, que sigue recayendo en los hombros de las mujeres y distribuido con base en ejes de desigualdad (vinculados también a la situación administrativa, a la clase, etc.). Se ha dado un paso de muchas mujeres hacia lo productivo que no ha sido equilibrado con un paso ni medianamente similar de los hombres o la sociedad en general hacia sostener lo reproductivo”, asegura la experta.
Esto también puede aplicarse al enfoque de las técnicas de reproducción asistida, según Lafuente “se problematiza y castiga la maternidad tardía y prácticamente no se comenta la paternidad tardía. Esto es un problema tanto a nivel social como a nivel fisiológico, ya que las problemáticas asociadas al esperma aumentan muy significativamente con la edad de los hombres, y sin embargo nos pasamos la vida hablando del ‘reloj biológico’ de ellas, sin prestar atención al de ellos. Las técnicas de reproducción asistida se han centrado en medicalizar los cuerpos de las mujeres, los cuerpos que producen óvulos y gestan, y parece que cuando hay un problema reproductivo son estos cuerpos los ‘culpables’, volviendo a invisibilizar los problemas de fertilidad masculinos”, denuncia la socióloga.
Se problematiza y castiga la maternidad tardía y prácticamente no se comenta la paternidad tardía. Esto es un problema tanto a nivel social como a fisiológico
Silvia Nanclares encuentra también otro factor de género en su maternidad tardía: es lo que ella describe como “la tormenta cerebral de la perimenopausia unida a una amígdala infantil”. Nanclares vuelve a tirar de sarcasmo, citando a la humorista Alicia Murillo: “Se nos juntan el puerperio con la menopausia”, asegura, y profundiza en esa idea: “La tormenta perimenopáusica implica oxidación articular, niebla mental, insomnio, cambios de ánimo… cuando eso convive con la energía infantil, te coloca en un lugar diferente”, asegura.
Algunas ventajas de criar más tarde
La propia Nanclares reconoce que encuentra algunas ventajas en haber sido madre tardía: “La parte luminosa es que, en general, tienes una cierta templanza, unas prioridades más claras y una experiencia vital que sirve para todo, también para la crianza”, explica.
La psicóloga Marta Fernández apunta otros elementos a favor: “Muchas veces, a los 40 o 50 años las personas tienen una mejor situación vital: un trabajo más estable o una situación socioeconómica mejor. Y también a veces las personas a esa edad sienten que las decisiones que toman son más conscientes y más maduras que las que podrían haber tomado con 25 años. Una de ellas es la elección de pareja: a esta edad, las personas sienten que pueden elegir libremente si quieren tener hijos o no y si lo quieren hacer en soledad o en compañía, y en ese caso con qué compañía”, reflexiona.
Muchas veces, a los 40 o 50 años las personas tienen una mejor situación vital: un trabajo más estable o una situación socioeconómica mejor. Y también a veces las personas a esa edad sienten que las decisiones que toman son más conscientes
Algo parecido a eso siente Ricardo, padre de dos niños pequeños. “Para mí, la principal ventaja de criar con 50 es haber salido, viajado, ligado y aprovechado lo máximo posible una década como la treintena, en la que uno ya tiene independencia económica, sabe las cosas que le gustan y puede disfrutarlas. La principal desventaja es saber que el tiempo que vas a compartir con tus hijos es más reducido”. Pese a esto, para él los beneficios superan a los inconvenientes: “Volvería a tener hijos a la misma edad”, afirma.
La socióloga Sara Lafuente también encuentra algunos puntos positivos en el retraso de la maternidad, relacionadas con el hecho de “criar con un mayor nivel de madurez y experiencia adquirida”. Pero para ella la solución a esta situación pasa por socializar los cuidados y situarlos en el centro del debate social. “Si fuésemos capaces de compartir más socialmente el peso de los cuidados, impulsar medidas de políticas públicas que facilitasen la conciliación, y nos ocupásemos comunitariamente más de los peques, seguramente veríamos un retraso de la edad en que se tienen las criaturas mucho menor que el actual, y eso sería beneficioso para todas las partes”, concluye la experta.