Son unos de los pocos criadores de este cerdo asturiano que estuvo a punto de la desaparición y del que llegaron a quedar solo cuatro ejemplares
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En casa de Luis y Tatiana, en Premoño (Les Regueres), las madreñas están a la puerta, pero a diferencia de otros sitios estas madreñas, las suyas, no están de adorno. Se siguen usando y encima las comparten.
Luis Coto y Tatiana Álvarez se han embarcado juntos en esta vida en muchas cosas, la última en ser criadores de gochu asturcelta, una raza autóctona en peligro de extinción. Ca Mamina, su casa, es uno de esos lugares de Asturias en donde se ha logrado salvar de la desaparición a una raza única del Principado que aún hay que proteger y cuidar mucho.
Las cifras hablan solas, a día de hoy hay cuatrocientos gochos de este tipo en la región y solo veinticuatro criadores. En 2002, cuando se crea la Asociación de Criadores del gochu asturcelta quedaban sólo cuatro animales. Recuperar la especie fue casi un milagro, pero como los milagros no existen detrás de ellos están gente como Luis y Tatiana.
Seis años lleva esta pareja criando sus propios gochos y lo hacen por una cuestión que va más allá de la económica, que también; de hecho, Tatiana dejó su trabajo para darse de alta como ganadera y dedicarse a la cría de gochos, pero a ellos les tira la tierra, el pueblo, lo rural y el compromiso con sus raíces.
Es el mismo sentimiento que les llevó a rehabilitar la casa donde viven, que era la casa de “mamina”, la abuela de Luis, la que le enseñó a segar en guadañu. “Mi güela estaría muy orgullosa”, explica su nieto emocionado, mientras corta chorizu de gochu, de sus gochos y convida a los que pasan por su casa, como siempre se hizo en la Asturias rural… como siempre hacía mamina.
En Ca Mamina siendo un guaje se comprometió Luis de forma natural con el medio rural y con darle vida al pueblo, donde también viven sus dos hijos, Alejandra y Rodrigo, y que “ojalá quieran el día de mañana seguir criando gochos”, explica el matrimonio. Luis es miembro de la directiva de la Asociación de Criadores de gochu asturcelta y Tatiana “una mujer con mucho arte para el manejo del gochu”.
Criar este gochu es un deber ético, a mi nunca se me hubiera ocurrido criar cerdo blanco, es una forma de luchar por la tradición y la cultura nuestra
Juntos, que es como ellos hacen las cosas desde hace más de veinte años y como les salen bien, compraron dos gochos, lo hicieron para probar porque les apetecía criarlos y ver cómo salía el embutido y tener carne buena y de calidad en casa. “Para mí criar este gochu es un deber ético, a mi nunca se me hubiera ocurrido criar cerdo blanco, no sé como explicarlo, pero es una forma de luchar por la tradición y la cultura nuestra”, asegura Tatiana.
En Asturias, y tal y como está documentado, sólo se criaba y se consumía este tipo de gochu. Fue en 1950 cuando se introdujeron otras razas que no eran autóctonas, más baratas y más rentables, y fue también cuando el gochu asturiano se fue reduciendo hasta quedar solo cuatro, que fueron identificados en una ardua búsqueda, casa a casa y pueblo a pueblo. “Alquilamos un monte y empezamos a criar. Recuerdo que la primera gocha que tuvimos se llamaba Ramonina, pero también tuvimos otros: Fraga, Federico y hasta Trump..”, explica el matrimonio.
Fue matando el aburrimiento como Luis decidió comprar los primeros gochos. Estaba de baja por un accidente y había dejado de domar caballos, otra de sus aficiones, y sentía que necesitaba hacer algo más y ese algo tenía que estar vinculado con el pueblo. “Lleva tiempo con el run run, quería algo compatible con el trabajo y pensé en el gochu asturcelta. Conocía a algún criador y llegué de aquel paseo y se lo dije a Tatiana y ella, como siempre… ¿qué me dijo? Qué pa´lante”, recuerda Luis.
El primer año fue de autoconsumo, soltaron sus dos primero gochos en el monte, donde viven en libertad y se alimentan de bellotas, manzanas, berza, pasto, remolacha, cereal y castaña valduna. Cerdos con orejas enormes, grandes y que reciben las caricias de sus criadores que todos los días suben a verlos y a controlar que todo esté en orden. Y ese año, aquella matanza y el sabor de la carne, les llevó a los sabores de los guisos de mamina, fue la señal inequívoca de que otra vez habían acertado en su apuesta.
Luis Coto y Tatiana Álvarez, en su casa de Les Regueres (Asturias)
Hoy tienen veinticinco gochos y cinco reproductores; más demanda que oferta y el convencimiento y la satisfacción de estar haciendo algo por mantener viva la tradición asturiana y la del pueblo. “Nos gustaría que la gente conociera el auténtico valor de este cerdo, del sabor de su carne. A veces en Asturias tendemos a pensar que todo lo que viene de fuera es mejor y hay que borrar esa idea porque está equivocada. Hay que creérselo”, apostilla el matrimonio.
Qué se lo digan a Tatiana que recibió el premio de emprendedora del año en 2023 de manos de la Asociación de Mujeres del Campo de Asturias y el premio FADEMUR, en 2024, por su trabajo en favor de las razas autóctonas.
Ca Mamina es ahora mucho más que la casa de la abuela de Luis, es un proyecto de vida marcado por el amor de pareja y el amor a Asturias. Además de productores de gochu asturcelta también crían oveya xalda, otra de las razas autóctonas asturianas, y ofrecen experiencias reales a quienes quieran conocer su casa, su entorno, su pueblo.
Junto con artesanos, cocineras, folcloristas e historiadores han tejido una red de colaboración de productos kilómetro 0, un recorrido para que quienes pasan por allí se empapen de la gastronomía y costumbres propias de la Asturias rural, todo ello pensando para hacer de este recorrido un viaje de amor a la tierra. Justo el mismo viaje que ellos juntos llevan haciendo veinte años, soñando grande, agarrados de la mano y en madreñas. Mamina tiene que estar orgullosa.