Un desahogo

El COVID ha dejado muchas cosas terribles tras de sí, pero pocas tan destructivas como el regreso triunfal del pensamiento anticientífico. Ser buena persona está bajo sospecha, pero el saber te convierte directamente en culpable

Esto es una columna, ya se lo aviso. Es un desahogo. No esperen una línea argumental o un análisis o una tesis. Es puro cansancio. Se lo cuento para comprobar si únicamente me sucede a mí o a ustedes también les pasa algo similar.

El mundo del siglo XXI se comunica con el lenguaje del siglo XIX: fronteras, aranceles, cañoneras y Dioses regresan de la oscuridad de un pasado blanco, colonial y supremacista para atormentar a aquella geopolítica de la globalización donde el comercio nos haría libres.

En Madrid se reúnen un grupo de personas que se llaman a sí mismos patriotas, pero cuya principal aspiración reside en liberar a sus países del yugo de la Unión Europea para declarar su fidelidad a un presidente que les expulsaría sin dudar y esposados de pies y manos si se los encontrase por la calle en cualquier ciudad de los USA. En la cabaña del tío Santiago los esclavos somos todos los demás.

En las cadenas llamadas generalistas sientan a un exjugador de fútbol terraplanista y a un científico como si fueran iguales en conocimiento y auctoritas y el trabajo de presentador consistiera en hacer de juez verificador; a ver quién le convence más o a ver quién le asombra. Si crees algo y lo crees más fuerte entonces tienes razón; así avanza el conocimiento en los tiempos postpandemia. La ignorancia te hará libre.

Hace muchas, muchas, lunas, para salir en la televisión había que haber logrado o haber hecho algo notable o tener algún talento; muy de cuando en cuando se colaba el hombre con el bigote más largo de mundo. Ahora basta con decir la estupidez más larga del mundo; si la dices muy fuerte, sales más. Una cosa es desafiar el pensamiento dominante o convencional y otra completamente distinta no tener ni pajolera idea de lo que estás hablando.

El COVID ha dejado muchas cosas terribles tras de sí, pero pocas tan destructivas como el regreso triunfal del pensamiento anticientífico. Ser buena persona está bajo sospecha, pero el saber te convierte directamente en culpable. Luego las gentes de orden se sorprenden cuando los porcentajes de vecinos y vecinas convencidos de que la tierra es plana, el hombre no llegó a la luna, saludar con el brazo en alto es un gesto de fraternidad y amor internacional, al virus no lo frenaron las vacunas, Franco inventó la sanidad pública universal o Donald Trump ganó las elecciones de 2020 crece sin parar.

En esta columna llevo tiempo afirmando, como metáfora del asombro antes los tiempos que nos han tocado, que cualquier día se estrellaba un meteorito contra el Congreso de los Diputados y la gran mayoría reaccionaría afirmando que no les extrañaba porque se veía venir hace tiempo. Hoy sabemos que el meteorito 2024 YR4 viene de camino. La cosa se ha puesto tan seria que ya no se pueden ni hacer chistes porque se acaban convirtiendo en la realidad.

Publicaciones relacionadas