Jenni Hermoso miente: Luis Rubiales solo era un hombre lleno de ternura y preocupación

El paternalismo o la condescendencia no son delitos, pero vulnerar la libertad sexual de una persona sí lo es y coaccionarla para que apoye tu versión de los hechos, también; el caso es que Rubiales se ha presentado como un hombre enternecido que solo quería dar cariño a la jugadora, pero que ella quisiera ya es otra cosa

Luis Rubiales es el tío que te arruinó aquella fiesta

Él solo quería dar cariño. Luis Rubiales sintió “ternura” por Jenni Hermoso porque, asegura, a pesar de haber ganado el Mundial, subió a recoger su medalla algo apesadumbrada por el penalti que había fallado. Así que ese “piquito” –que este martes, durante la comparecencia de Rubiales en el juzgado, se convirtió en un “besito”– fue un gesto “espontáneo”, un “signo de cariño” que no tuvo “ninguna importancia”. El paternalismo o la condescendencia no son delitos –y no hace falta que lo sean–, pero vulnerar la libertad sexual de una persona sí lo es; coaccionarla para que apoye tu versión de los hechos y evitar problemas, también. Y para librarse de esas dos acusaciones que pesan sobre él, el expresidente de la Federación Española de Fútbol se presentaba en su declaración como un hombre que estaba preocupado por Jenni Hermoso, pero también como un hombre lleno de efusividad que no puede entender este alboroto.

Este martes era el turno de los acusados y el primero en comparecer fue Rubiales, el más esperado. Si el “piquito” se convirtió en “besito” fue porque un perito experto en lectura de labios, a petición de la defensa, declaró que en las imágenes en las que se ve al expresidente de la Federación agarrando la cabeza de Jenni Hermoso y plantándole un beso puede leerse claramente que Rubiales preguntó “¿un besito?”. Así que el acusado sostuvo que puede ser que esa fuera la palabra, que da lo mismo porque, una u otra, significan lo mismo. En cualquier caso, aseguró, está “totalmente seguro” de que contaba con el consentimiento de la jugadora.

Sin embargo, lo que el perito afirma es que no vio es la respuesta de Jenni Hermoso. ¿Dijo sí?, ¿dijo no?, ¿dijo vale?, ¿no dijo nada? El experto lector de labios no ha podido encontrar las imágenes que le permitan averiguarlo. Porque, aun cuando Luis Rubiales hubiera hecho efectivamente la pregunta, algo que él asegura, lo importante hubiera sido la respuesta, su contenido, su contexto, la capacidad de decidir en ese momento. Si él afirma que Hermoso pronunció un “vale”, la versión de ella es totalmente distinta. “Yo no entendí nada (…) Ni sentí ni le vi gesticular ningún tipo de pregunta (…) No busqué ese acto y mucho menos lo esperé”, declaró la semana pasada.

Una vez que fallaron los intentos de que Jennifer Hermoso le quitara hierro a lo sucedido durante la entrega de medallas, y ante una bola de nieve que crecía, la estrategia de Luis Rubiales y su entorno cambió: había que desacreditar a la futbolista. De ahí las declaraciones en las que el expresidente de la Federación aseguraba que fue ella quien le agarró a él y le levantó. También un montaje con fotogramas con el que la propia Federación trató de desmontar la idea del beso no consentido. De ahí el énfasis en que Hermoso estaba feliz, celebrando, y que en sus declaraciones iniciales restaba importancia a lo sucedido.

Todo eso es lo que, de una manera u otra, con unas u otras palabras, ha intentado trasladar la defensa durante el juicio y el propio Rubiales en su comparecencia. Si fue no consentido, ¿por qué se reía?, ¿por qué parecía intentar quitarle importancia?, ¿por qué celebraba? En lugar de poner el foco en la acción, en los hechos, desvían la atención hacia la jugadora: así, una vez más, parece ser el comportamiento de la víctima lo que debe definir si el hecho es delictivo y no el comportamiento del acusado.

Y aquí el acusado tiene sus contradicciones. Más allá de si dijo “piquito” o “besito”, hay quien parece obviar cómo fue la secuencia de hechos si nos fijamos en lo que Luis Rubiales hizo. Primero, en una entrevista en la cadena Cope, llamó “gilipollas” a todo el que estuviera indignado con su comportamiento. Horas más tarde, de vuelta de Sídney con la selección, en una escala en Doha, grabó un vídeo pidiendo disculpas –a su manera– porque el gesto había sido desafortunado y había gente que no lo había entendido bien. Era un intento por frenar el escándalo que ya se había armado. Como ese ademán de perdón no funcionó, Rubiales pasó al contraataque con aquel “no voy a dimitir” porque fue “mutuo”, en una asamblea de la Federación para el olvido.

Más allá de Luis Rubiales y de Jenni Hermoso, otros testigos han corroborado el estado errático de la jugadora, entre el deseo de disfrutar del éxito y el agobio por lo sucedido y por las presiones que estaban recibiendo ella y su entorno por parte de varias personas de la Federación. El expresidente habría orquestado esas maniobras, pero será el juez quien decida si hay pruebas suficientes para determinar si existió un delito de coacciones, no solo por las personas que hablaron con Hermoso, su hermano u otras jugadoras de la selección (los otros acusados: Jorge Vilda, Rubén Rivera y Albert Luque) sino también por el propio Rubiales.

Este martes, en la sala en la que se celebró el juicio, se escuchaba un audio que Jennifer Hermoso mandó a sus agentes desde Ibiza durante los días en los que, posteriormente a la final, varias jugadoras celebraron la victoria de la selección. En ese mensaje de voz, la futbolista decía: “Podéis avisar a la Federación de que dejen a mi familia y a mi gente. O paran o al final ya verás”.

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