González Pons ningunea al presidente del PP valenciano en la Unión Europea; la relación con el ayuntamiento y el PP de València está rota y muy tensionada con Luis Barcala, mientras empieza el malestar en Castelló ciudad por el trato a Salomé Pradas y Francisco Camps amenaza con montar un gran acto en Alicante tras una comida con críticos de Mazón
Cuando hay poder que repartir, el PP valenciano funciona como un verdadero ejército. De arriba abajo y de conservadores a democristianos. Las familias, tribus y sociedades anónimas representadas en la formación mantienen prietas sus filas y aplauden a rabiar a sus líderes. En esa tesitura, el presidente del PPCV, Carlos Mazón, se las prometía muy felices después del pasado verano, cuando gozaba de una popularidad creciente pese a la salida de Vox del Gobierno y habiendo sido el partido más votado en las últimas cuatro elecciones. Hasta que le pasó una DANA por encima.
El 29 de octubre de 2024 cambió para siempre la carrera política de Carlos Mazón, pero también del PPCV. Al presidente de los populares valencianos, que fue quien comió en El Ventorro el día de la DANA, le crecen día a día los enanos internos. La gestión de la catástrofe y su encierro posterior con sus cuatro hombres más fieles no han hecho más que incrementar la desconfianza entre los políticos más influyentes y con más control orgánico de los conservadores. Tanto, que el president popular ha tenido que suspender sine die el congreso popular autonómico que lo iba a reforzar en la presidencia del partido el próximo mes de junio.
Carlos Mazón no puede pisar los pueblos afectados por la DANA, pero tampoco Bruselas. El eurodiputado del PP, vicepresidente del Parlamento Europeo y uno de los españoles más influyentes en la capital comunitaria, Esteban González Pons, no quiere saber nada de su líder regional. Y no se esconde. González Pons montó a la alcaldesa de València, María José Català, una agenda de primera ministra. Dos vicepresidentes de la Comisión Europea, dos comisarios y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, se vieron con Català en una sola visita el pasado mes de enero.
Las relaciones del valenciano con sus homólogos europeos son tan fluidas que, hasta la fallera mayor de València de 2023 se vio con Ursula Von der Leyen gracias a las gestiones del también vicesecretario general institucional de Alberto Núñez Feijoó. Pese a esta red de contactos continentales, González Pons no ha tenido tiempo en año y medio de montar una mínima reunión del president de la Generalitat en la capital comunitaria. El acto de abril del PP europeo en València, sigue en pie, pero pende de un hilo ante el miedo de sus homólogos europeos a que el aquelarre democristiano acabe atrayendo una manifestación contra el president de la Generalitat y acaben todos abucheados.
González Pons es, de quienes susurran al oído a Alberto Núñez Feijóo, quien más critica la gestión de Mazón.
El presidente de la Generalitat tendrá difícil pisar la mascletà de las Fallas. Primero, porque los afectados por la DANA y los familiares de los fallecidos anuncian protestas el 1 de marzo frente al edificio de Correos, donde la Generalitat monta sus palcos para ver el espectáculo pirotécnico. Y, segundo, porque será difícil que la alcaldesa de València y líder del PP local lo invite. Tras la DANA, la relación entre Català y Mazón pasa por su peor momento. Excepto el día que Feijóo convocó a todos los populares valencianos para arropar al presidente regional, ha sido casi imposible ver una foto entre el político alicantino y la torrentina juntos. Y eso que hay tres pedanías de la ciudad afectadas.
No van las cosas mucho mejor en Alicante ciudad, donde Mazón y sus fieles han hecho la cruz al alcalde y líder local, Luis Barcala. A Barcala no le perdonan que vetara en sus listas a tres caprichos del presidente regional en las listas de las municipales de 2023. Bueno, en realidad lo que no le perdonan es que dejara caer en un acto con tótems alicantinos que Mazón iba a perder las elecciones contra Ximo Puig. No se cumplieron los pronósticos y ahora el equipo de Mazón le está pasando la factura.
También se ha enfriado bastante la relación entre el Palau y el presidente de la Diputación de València, Vicente Mompó, también líder del PP provincial. Mompó está aplacando la ira y la decepción con el presidente autonómico de los alcaldes afectados por la DANA a los que Mazón no se ha dignado a visitar en sus municipios. Pese a este trabajo de contemporización, Mompó es visto con recelo en la cúpula del PP regional y el Palau, que consideran que con sus explicaciones en sus entrevistas con medios no ha hecho más que tirar fango de manera directa sobre Mazón.
También ha empezado a haber revuelo en el PP de Castelló por el trato de Mazón a la exconsellera de Justicia Salomé Pradas, destituida tras la DANA y sin destino ni apoyo por parte del jefe del Consell y del partido. Cualquiera acepta ahora una conselleria si saben cómo se las gastan en caso de tormenta.
Lo mismo ha debido pensar Susana Camarero, vicepresidenta del Consell, y de quien el equipo de Mazón recela hasta el extremo de haberle puesto una férrea vigilancia. Y es que fuentes populares explican que, en el Palau, entienden que la también portavoz del Gobierno valenciano se ha dejado querer demasiado como posible relevo de Mazón.
Otro problema para el presidente del PPCV que cada día coge más fuerza es Francisco Camps. De organizar reuniones con amigos a meter a cientos de personas en los actos de presentación de su libro Reenfocando España. El expresident de la Generalitat se siente ninguneado por el líder de su partido en la Comunitat Valenciana. Y amenaza con montar un acto multitudinario en Alicante similar al que organizó en València. Esta semana ya comía con exdirigentes críticos con Mazón como Sonia Castedo, Mercedes Alonso, César Augusto Asencio y Miguel Campoy. ¡Al loro!
Y ojo, mientras se le van abriendo estos frentes a Mazón, el abogado y excampista David Serra y Juan Francisco Pérez Llorca, secretario general del PPCV, llevan en los últimos días varias comidas juntos por el centro de Valencia. Con periodistas y con compañeros de partido. No se sabe si para remar a favor o en contra del presidente.
El libro negro de Mazón, como lo bautizó el periodista y director general de Contenidos de Prensa Ibérica en la Comunitat Valenciana, Juan Ramón Gil, tiene cada día más capítulos. Y uno no puede tener más enemigos que amigos. Tampoco dentro de su partido.