‘Muchas me estáis preguntando’ es un espacio de intercambio y conversación ligera entre quienes tenemos algo en común: acudir a Internet cuando estamos bajas de moral, perdidas, distraídas o con ganas de procrastinar, es decir, siempre
¿Por qué nos cuesta tanto normalizar el duelo por una amistad rota?
Siento que con muchas de mis amigas solo quedo para ponernos al día de nuestras vidas, cuando lo que quiero es que formen parte de esa vida. No me gusta que la vida adulta vaya muchas veces acompañada del debilitamiento de mis relaciones de amistad
1.
Querida Laura, ¿cómo estás? Gracias por escribirme, la verdad es que he echado de menos lo epistolar como forma de amasar ideas. Oye, ¿cómo te ha tratado el inicio de año? Tengo la ligera sospecha de que esta desazón y pesadez en el día a día es algo generalizado… o al menos eso quiero creer. Si solo me pasa a mí, me alegra, porque nunca antes la vida me había pesado tanto. Quizás hay un poso pesimista en la carta, no me lo tengas en cuenta.
2.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escribí sobre la amistad que siento que esas palabras ya ni siquiera me pertenecen. Cada vez que intento detenerme a teorizar sobre las amigas, es como esos sueños que se escabullen en el preciso instante que una abre los ojos por la mañana. La amistad ha dejado de ser tangible para mí, siento que se me escapa entre los dedos. Es fluida en la forma, y por lo tanto quebradiza. ¿Y si estoy perdiendo demasiado tiempo en pensarla cuando debería estar practicándola?
Aun así, sigo queriendo saberlo todo sobre la amistad, busco referentes en la ficción, ensayos, tuits en forma de teoría, todo me sirve. Estoy enganchada a las amistades ajenas, como si observando el cariño ajeno pudiera llegar a entender qué son las amigas para mí, qué espacio ocupan.
3.
El otro día volvía del médico a una hora de esas en las que el mundo está trabajando y quien anda en la calle es porque tiene algún recado, cuando vi a tres adolescentes esperando en un portal a que les abrieran la puerta. Uno aguantaba una bici, otro llevaba bollería industrial y un tercero acarreaba dos botellas de zumo. Esa imagen me hizo un pequeño rasguño ahí donde habita la nostalgia y deseé volver a esa época en la que una podía plantarse en casa de una amiga, apoltronarse en el sofá y esperar a que pasaran las horas.
Quise ser el chico de las magdalenas y tener toda una tarde por delante para repantigarme y escuchar historias ajenas. El problema es que no estaba desbloqueando ningún recuerdo; no hay nada en mi hipocampo que me traslade a una escena similar. No he sido de tumbarme en el suelo de otras habitaciones, poner los pies en la pared, contarnos cosas. Ni antes ni hoy. Lo he visto tantas veces en las películas que tengo los recuerdos desconfigurados.
Por lo que sea la amistad en el cine siempre pasa por poner las piernas en alto. En orden: ‘Mustang’, ‘Mi Vida Loca’, ‘Les Amigues de l’Àgata’ y ‘Las Vírgenes Suicidas’.
No he experimentado la amistad a través de la contemplación, el hastío alcanzado tras horas y horas, y horas de compartir espacio y no tener nada más que contarse.
¿Si no acudo a su casa, me quito los zapatos y me tiro en su sofá a pasar la tarde soy menos amiga? ¿Por dónde pasa la experiencia de la amistad? ¿La amistad incluye llamadas telefónicas? ¿Cuántas quedadas al mes estipula el manual de la buena amistad? ¿Es a través del odio común que refuerzo la amistad? ¿En las llamadas de socorro? ¿En el cotilleo compartido? ¿En pensarnos juntas? ¿O es un juego de afinidades a base de compartir capturas de WhatsApp y links de Internet?
Con los años he encontrado la amistad fuera de los caminos habituales. La compañera de oficina que te ha visto en los peores momentos de estrés y nervios y con la que solo te escribes de vez en cuando para mandarte memes. La amiga de la amiga, que en ese primer encuentro, te hizo reír muchísimo y todavía piensas en ella. Esa chica que conociste no sabes muy bien dónde pero con la que sigues en contacto por Instagram. La que siempre te pone likes, cuelgues lo que cuelgues. La vecina que cuando te mira te está diciendo que te conoce poco, pero que para lo que sea, ahí está ella. Son muchas formas distintas de cariño y, aunque no sean las más convencionales, ni dignas de película, están ahí, sosteniéndonos cuando hace falta.
Con los años he encontrado la amistad fuera de los caminos habituales (…) Muchas formas distintas de cariño que, aunque no sean las más convencionales, ni dignas de película, están ahí, sosteniéndonos cuando hace falta
Quiero creer que la amistad no está en lo que hacemos de forma conjunta, sino en lo que nos hace sentir. Tú, Laura, pequeña bribona, no tenías una pregunta para mí; tú tienes las cosas claras, sabes lo que quieres de la amistad. Y sabes también qué es la vida adulta, el sistema, es decir, el capitalismo; es decir, la puta velocidad a la que va nuestra vida… La misma que te lo está arrebatando.
Y es justo esta mierda de sistema el que ha hecho que llegue a pensar: suerte la tuya que tienes tiempo para verte con las amigas y poneros al día. Siento vergüenza por haberlo pensado, y te pido perdón. Y me sabe mal la facilidad con la que hemos dejado que nos arrebaten las horas del día y no podernos dedicar a aquellos que nos hacen bien.
Y es tan fácil escribir “el sistema”. Tan vacío. Sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sistema sist
4.
¿Qué será lo que no me deja compartir la vida con las amigas?
5.
Está Internet harto de hablar de la amistad y de las jerarquías relacionales y de la idealización de la amistad femenina. Somos únicas sacando temas de rincones oscuros para gastarlos en conversaciones digitales y volver al punto de inicio:
Aun así, siempre aparecen nuevas ideas. Laura, apúntate el título: Rituales para la amistad, publicado por Almadía. Son las cartas que tres escritoras, Jazmina Barrera, Daniela Rea y Elvira Liceaga, se envían para charlar sobre la amistad, ese “espectro de afectos y descontentos, distancias y cercanías”.
Una de las primeras ideas que apunta Jazmina es parecida a tu preocupación: “A partir de no sé de cuando, empecé a perder amigas, poco a poco y a manos llenas. Para mí, volverme adulta ha significado eso: cambiar tiempo con las amigas por trabajo, familia, libros, contadoras y clases de idiomas”. Ahora que lo releo, no, no es tampoco lo que tú apuntas, porque tú sí pasas tiempo con ellas, pero no quieres quedar para una puesta al día, quieres introducirlas en tu día a día. Creo que esta frase de Jazmina te gustará: “La amistad es una acción, pero también una condición”.
Tú buscas que formen parte de tu vida, que sean lo que rescatar cuando haya algo que contar, que estén en tus planes y viváis cosas juntas, que la amiga sea lo extraordinario, y no a la que contarle lo que sale de lo cotidiano.
‘La Rodilla de Clara’, de Éric Rohmer, quién si no.
Pero la amistad es tiempo también, y ver como aquella otra persona en la que has depositado tu confianza se va convirtiendo en algo definitivo. “¡Qué extraño asistir a cómo nuestros amigos alcanzan su forma definitiva!”, escribe Virginia Woolf. Y esa forma definitiva pasa a ser la persona a la que llamas para contarle tus cosas. Porque, aunque no nos conozcamos mucho, intuyo que no tienes tiempo para ti y, por ende, tampoco tiempo para compartir.
¿Qué me impide dedicar una tarde a hacer gyozas caseras? Súmale compañía al plan, invita a una amiga a casa a cocinar, haced la cena juntas. En vez de recomendarle esa peli que has leído que está bien, ve a su casa a verla. Pero es mucho más fácil, o menos agotador, cuando una sale a las ocho y doce minutos de la noche de la oficina, mandar el siguiente mensaje: ¿hacemos birras y nos contamos la vida?
Y no te culpo.
6.
Hay un fragmento muy famoso de los diarios de Alejandra Pizarnik donde habla del desgaste que le supone alcanzar la amistad.
Diarios de Alejandra Pizarnik.
Y yo respondo a este ser una convulsión, un grito y sangre aullando: ¿No es bonito la persona que se entrega en la amistad? ¿Quién quiere un apego equilibrado?
Daniela Rea sentencia en ese ritual epistolar sobre la amistad: “Las amigas nos alejamos y volvemos. Nos repelemos y nos atraemos como astros”. Tú ahora las necesitas cerca, no se lo digas, no exijas nada, atráelas de nuevo a tu vida.
Siempre tuya,
Andrea.