Klaus Dörre, sociólogo alemán: “Los trabajadores buscan una palanca de protesta y la encuentran en AfD”

El profesor Dörre, que investiga el comportamiento electoral de la clase obrera alemana, explica por qué la ultraderecha fue la opción preferida entre los trabajadores en los comicios, y apunta a un giro reaccionario alimentado por la crisis del modelo económico y el miedo a la pérdida de estatus

Los votantes que propulsan a la ultraderecha en Alemania: “Todo es una mierda”

La ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) fue la opción mas votada por los trabajadores en las últimas elecciones federales. Con un 38% fue, con mucha diferencia, la opción más elegida por las personas que se perciben como “trabajadoras”. En algunas regiones como Gelsenkirchen, bastión histórico socialdemócrata, AfD fue la lista más votada.

La crisis estructural del modelo económico alemán, que deja entrever la desindustrialización en el horizonte, y el miedo a la pérdida de estatus alimentan ese giro reaccionario obrero, argumenta el profesor Klaus Dörre, que lleva décadas investigando el comportamiento electoral de la clase trabajadora alemana.

¿Qué significa ser “trabajador” en esa categoría establecida por las encuestadoras electorales alemanas?

Los institutos que realizan las encuestas son muy diferentes y además poco transparentes. En principio, la categoría se refiere personas que se describen a sí mismas como trabajadoras. En cualquier caso, se trata de una categoría muy adaptada al trabajo de producción, es decir, a las personas que trabajan en la producción industrial.

Eso tiene poco que ver con el concepto específico no aplicable a la categoría de “empleado”. La clase obrera de hoy, en un sentido moderno, no solo incluye al trabajador de la cadena de montaje de BMW o Volkswagen, sino también a la enfermera del hospital, a la educadora de guardería o al conductor del tren. En su gran mayoría, la gente de clase trabajadora está ahora en los servicios. Por eso, el cálculo de la categoría “trabajador” es demasiado pequeño. Según el instituto Infratest dimap, corresponde al 10% del electorado. La categoría de trabajadores está muy estrechamente definida.

Usted investiga desde hace tiempo el comportamiento electoral de la clase trabajadora alemana. ¿Cuándo comenzó a crecer la ultraderecha entre los trabajadores?

Lo observé por primera vez a finales de los años 80 en Alemania Occidental, en un centro de formación del sindicato industrial alemán IG Metall. Ahí ya vi un patrón ideológico que considera estar en el escalafón más bajo de la pirámide de la justicia social. Ese patrón se ha vuelto más evidente, se ha generalizado y radicalizado. Durante mucho tiempo se reflejó en los resultados electorales en favor de partidos de extrema derecha como la Unión del Pueblo Alemán [DVU, en sus siglas en alemán, ya desaparecido], que obtuvo algunos éxitos electorales a nivel regional, sobre todo después de la reunificación. Pero esos partidos nunca consiguieron los resultados electorales a nivel nacional que ha obtenido AfD. 

Estamos, por tanto ante, una ruptura de un tabú que parecía inimaginable en la República Federal de Alemania. Los errores cometidos por el Gobierno de Scholz han contribuido en gran medida al creciente descontento entre la población trabajadora, al tiempo que la transformación ecológica y digital está costando empleos, un proceso que se está haciendo ahora más evidente.

Lo vemos en el núcleo de la industria alemana: empresas que personificaron el capitalismo social alemán, como Volkswagen, Thyssenkrupp, Bosch o Siemens, están recortando puestos de trabajo de forma masiva y eso tiene que ver con el cambio de modelo energético, con el cambio hacia la electromovilidad, etcétera. La falta de garantías de seguridad para los trabajadores provoca que busquen una palanca de protesta y la encuentran en AfD. 

El partido de ultraderecha sugiere que todo puede seguir siendo como hasta ahora. Es una especie de autoritarismo rebelde: una crítica a los viejos partidos y al establishment, y un mensaje de que el cambio climático tiene poco de verdad y que básicamente el país puede seguir funcionando como antes, que el coche de motor de combustión diésel alemán es maravilloso y que, en realidad, son las élites globalistas las que están uniéndose contra la industria alemana.

Estamos ante una ruptura de un tabú que parecía inimaginable en la República Federal de Alemania

¿Se podría decir entonces que estamos ante una crisis estructural del modelo económico alemán, diferente a crisis anteriores, y que esa es la base del crecimiento del voto obrero de AfD?

Sí, así es. Hay una base objetiva para afirmarlo. El modelo de Alemania, campeón mundial en exportaciones, solo pudo funcionar gracias a una globalización centrada en el mercado. La economía alemana solo sobrevivió a la crisis de entre 2007 y 2009 gracias al mercado chino. Pero las cosas han cambiado drásticamente en China. China se ha puesto al día en productos claves. Ahora construye mejores vehículos, no solo técnicamente mejores, sino que además son más baratos. Ningún fabricante de automóviles alemán puede ofrecer un coche eléctrico por 20.000 euros.

Por otra parte, está la política industrial de EEUU, con medidas proteccionistas que obligan a las empresas alemanas a pensar bien dónde producir por los efectos de los aranceles. En resumen, la base del negocio del campeón mundial de exportación está dramáticamente erosionado. El peligro de la desindustrialización de Alemania es real.

¿Es el miedo al desempleo el que impulsa principalmente el voto a AfD?

No es tanto el miedo al desempleo, sino a una pérdida de estatus. Si se pierde el empleo industrial y comienzas a trabajar, por ejemplo, en el sector servicios, probablemente ganarás como máximo dos tercios de tu anterior salario. Además, también perderás reconocimiento social. Y esa es la preocupación que está impulsando a un tremendo número de personas a votar a AfD.

¿Está consiguiendo la ultraderecha alemana penetrar también en las estructuras sindicales del país?

Creo que hay que distinguir, en primer lugar, entre sindicatos y escisiones sindicales, como Zentrum Automobil, que no tienen influencia digna de mención. Aseguran estar presentes en 100 comités de empresa, pero no me creo las cifras aunque sí tengan presencia en empresas importantes. Combaten a los sindicatos mayoritarios desde fuera y así van formando un patrón interpretativo que asegura que los sindicatos han sido secuestrados por la izquierda y los verdes, y que ya no representan los intereses de la gente corriente. Este patrón ya se está imponiendo.

En segundo lugar, hay sindicalistas activos en comités de empresa, por ejemplo, en representación sindical de IG Metall, que están alineados con AfD y no ven contradicción alguna en ello. Eso demuestra que ahora tenemos mayorías obreras en áreas importantes que votan por AfD. En las pasadas elecciones federales un 38% de los trabajadores votaron AfD. Pero en las elecciones regionales de Turingia fue un 49%, y en las de Sajonia, un 46%.

La preocupación por la pérdida del reconocimiento social está impulsando a un tremendo número de personas a votar a AfD

El editor y escritor Götz Kubitschek, considerado intelectual de vanguardia de las Nuevas Derechas alemanas, y Björn Höcke, líder del ala más radical de AfD y del partido ultra en Turingia, defienden la llamada “Nueva Cuestión Social Alemana”. Aseguran que la lucha de los trabajadores ya no es entre los de arriba y los de abajo, sino entre los de dentro y los de fuera. ¿Están teniendo éxito con esa especie de reinterpretación reaccionaria de la lucha de clases?

Están teniendo mucho éxito. ¿De dónde viene esa teoría? Höcke la formuló en su discurso de Schweinfurt. Fue la primera vez que dijo que la nueva cuestión social no es una entre arriba y abajo, ni entre generaciones, sino una cuestión entre población autóctona, que tiene derecho a la riqueza nacional, y los que llegaron en busca de una vida mejor y no tienen derecho a la riqueza nacional porque no han contribuido a ella. Es decir, según ellos, hay algo por encima de las desigualdades y las injusticias, y esto es lo nacional.

Argumentan de la siguiente manera: si quieres mantener tu parte del pastel o incluso aumentarlo, entonces las compuertas del bienestar deben cerrarse. Y los criterios para ello son bastante flexibles: no tienen que estar en contra de los extranjeros en sí, sino en contra de aquellos que son vagos, de los que no están dispuestos a integrarse, de los que vienen de círculos islámicos, que no están dispuestos a adaptarse. Sus criterios de exclusión son muy flexibles.

Esta forma de pensar tiene una larga tradición obrera, ya existente en el siglo XIX. La clase trabajadora no siempre fue de izquierdas. Es lo que llamamos “solidaridad excluyente”. Es decir, solidaridad pero solo dentro de tu empresa y en tu organización. Eso ha sido asumido con éxito por la derecha radical. Hicimos, por ejemplo, encuestas en organizaciones sindicales de la industria automotriz y concluimos que el 54% de los trabajadores han asumido ese mecanismo de exclusión. Los índices de aprobación de esas posiciones social darwinistas son más altos entre la mano de obra de las líneas de producción que en la dirección o entre los empleados de “cuello blanco”.

La clase trabajadora no siempre fue de izquierdas, es lo que llamamos ‘solidaridad excluyente

Sabemos que en la década de los 30 del siglo pasado una parte del movimiento obrero alemán pasó de ser rojo a ser pardo, es decir, de ser socialista o comunista a apoyar al partido nazi. ¿Ve usted ciertos paralelismos entre lo que ocurrió entonces y lo que está ocurriendo ahora en Alemania?

Sí, a varios niveles. En primer lugar, existe una continuidad histórica regional: AfD ha tenido especial éxito en las regiones industriales y rurales en las también fueron particularmente exitosos los nazis en la República de Weimar. Si observa las regiones de Turingia donde AfD tiene ahora sus mejores resultados electorales, se dará cuenta de que son las regiones que votaron a la izquierda en la era de Weimar y después giraron al nazismo.

En segundo lugar, está el autoritarismo rebelde y ahí también veo un paralelismo. Uno se pregunta por qué los trabajadores votan a un partido que apuesta por una política económica de mercado radical, por qué a la gente le gusta Musk y Trump. Y en el este de Alemania vemos que a los trabajadores les atrae su capacidad de ejecución, su firmeza.

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