Andrea Ros: «Tenemos que aceptar que nuestros hijos van a sufrir, y sufrir no es traumático»

La divulgadora tras la popular cuenta @madremente, aborda en su ensayo ‘Comadres. El secreto era estar juntas’ (Destino) debates como el de la crianza respetuosa (¿para quién?), la ansiedad de las madres millennial ante la idea de ‘traumatizar’ a los hijos o la importancia de la amistad en esta etapa vital

En primera persona – Mi experiencia criando a una niña con un hombre 14 años mayor que yo: recae todo sobre mí, estoy agotada

¿Dónde están las madres? ¿Cómo están las madres? Andrea Ros, que es actriz, activista, fundadora de El refugi de las mares y divulgadora (en la popular cuenta de Instagram @madremente y en el pódcast El secreto de las madres), se lo pregunta en su segundo ensayo, Comadres. El secreto era estar juntas (Destino, 2025). 

El volumen, breve y contundente, aporta su experiencia íntima como madre y acompañante de otras madres, poniendo sobre la mesa debates como el de la crianza respetuosa (respetuosa, ¿para quién?), la ansiedad que sentimos las madres millennial (constantemente angustiadas ante la idea de ‘traumatizar’ a nuestros hijos) o la importancia casi adolescente de la amistad en esta etapa vital. 

A partir de ello, Ros radiografía la precaria situación de la maternidad actual en España, y aporta soluciones concretas para mejorar su estado: mayor número de matronas, actualización del personal sanitario en salud mental y lactancia, ampliación y universalización del permiso de maternidad, retribución del cuidado de los menores, rediseño de las ciudades… 

En el libro hablas de la exigencia a la que se someten las madres millennial, y tengo un ejemplo reciente: me he pasado tres días sin dormir, dándole vueltas y vueltas a si seré buena madre solo porque estoy pensando en cambiar a mi hijo de colegio…

Claro, es que es un sinvivir, estamos todas igual. Somos una generación a la que se nos dijo que si estudiábamos mucho nos iba a ir bien, entonces, ¿cómo quieren que afrontemos la maternidad? Pues estudiando mucho, y sobrepensando mucho, y analizando mucho, y viendo todos los pros y los contras. Además, somos una generación superansiosa, que se imagina todos los escenarios en los que la cosa va a ir mal antes que en los que puede ir bien.

Sobre todo, las madres que hemos leído tanto, nos pensamos que somos las culpables de todo, que somos las que vamos a hacer más daño a nuestros hijos con nuestras decisiones. Y no todas las decisiones hacen daño. O sea, que algo impacte en tu vida no quiere decir que sea traumático. Entonces, sí, claro, si se cambia de cole, pues se va a acordar, pero eso no tiene por qué ser traumático per se: no todo es culpa nuestra. Ellos tienen una vida, y han venido a que les pasen cosas.

La crianza respetuosa no se basa en evitar el malestar, sino en poder estar ahí cuando estén mal. Yo creo que tenemos que aceptar que nuestros hijos van a sufrir, y sufrir no es traumático

Las madres millennials tenemos que aflojar con eso. No podemos meter a nuestros hijos en una bola de cristal y que no les pase nunca nada. La crianza respetuosa no se basa en evitar el malestar, sino en poder estar ahí cuando estén mal. Yo creo que tenemos que aceptar que nuestros hijos van a sufrir, y sufrir no es traumático. 

Llorar, que te rompan el corazón, que tengas nostalgia, todo esto son emociones necesarias para el desarrollo. Porque, si no, ¿qué van a hacer cuando sean mayores y sientan todo eso? Crianza respetuosa no es que el niño esté riéndose todo el día. Es que tenga recursos para hacer algo con sus emociones, que es lo que nosotras no tenemos, por ejemplo.

Claro, hemos estudiado tanto que luchamos por matricular a nuestros hijos en colegios superrespetuosos y nos da pavor llevarlos luego ‘al sistema’. Con todo lo que hemos leído sobre lo que es mejor para ellos, ¿cómo vamos a hacer eso? 

Te entiendo perfectamente. Pero también te diré que la crianza es como una siembra. O sea, que hay que ir sembrando y confiar en que lo que hacemos va a tener un impacto. No necesitan lo mismo cuando tienen tres años que cuando tienen siete. Y una buena madre es aquella que va adaptando lo que da a sus hijos en función de sus necesidades. Si tú a un niño de siete años que necesita sociabilizar, lo sigues dejando en un sitio que es superrespetuoso, pero que son tres niños y sin recursos… Lo bueno de la maternidad es poder seguir adaptándonos a cada etapa. 

Lo que nos pasa también es que tenemos etapas de duelo. Entonces, como no nos sabemos hacer cargo de nuestro duelo, lo ponemos en nuestros hijos: “Pobrecito, que lo estoy cambiando de cole”. Ya, pero lo que sucede también es que yo tengo que hacer el duelo de que mi hijo ya no es un bebé, que necesita otras cosas, que ya no me necesita a mí tanto, que necesita otro tipo de sociabilización. A mí es lo que más me ha dolido de la maternidad, pero, a la vez, lo que más feliz me está haciendo: aprender a ir dándole cuerda y a ir adaptando lo que necesita. Y haciendo esos microduelos de, mira, pues ya no es un bebé. Pues mira, ya no toma teta, ya no duerme conmigo, o ya no me pide ayuda cuando se cae…

Lo dices en el libro: que se escribe mucho de cuando los niños son bebés, pero no tanto de cuando crecen.

Yo estoy con mucha necesidad de esta etapa y no estoy encontrando gran cosa, porque parece que hay un salto. Se habla de 0 a 6, y luego, de la adolescencia, y en medio hay como una especie de limbo. Pero a mí es una etapa que me parece fascinante. La he metido un poco en el libro: aunque no me gusta hablar de la intimidad de mis hijos, sí que he puesto un poco qué es lo que me sucede personalmente con estos nuevos retos. Pero sí que siento que falta literatura, que las mujeres tenemos que seguir hablando de maternidad más allá del 0-3, porque hay un mundo muy complejo. Y también necesitamos hacer un debate sobre qué significa ‘respetuoso’.

Respetuoso no significa ‘suave’: el respeto tiene que ver con tratar al otro con dignidad. A partir de aquí, ¿qué es respetuoso? Creo que tenemos que tener este debate, porque que una madre ponga sus límites para cubrir sus necesidades también es respetuoso. Si no, ¿la crianza respetuosa para quién? ¿Para el bebé, solo? La crianza respetuosa es para nosotras también.

En Comadres, dices, de hecho, que te parece importante que, como madres, nos apoderemos de la rabia y les quitemos a los gritos la mala prensa que tienen.

Es que gritar no es maltratar: no te llegarías a imaginar la cantidad de maltrato infantil que hay sin gritos, lo doloroso que puede ser que un padre insulte a su hijo, menosprecie a su hijo o ignore a su hijo sin necesariamente estar gritando. 

El grito no va ligado a la violencia. Que yo grite para que mi hijo no cruce en rojo, o porque estoy harta de repetir las cosas, o que grite ‘basta’ no es violencia; es un límite. Evidentemente, si me desbordo, les voy a pedir perdón, pero es que a veces hace falta desbordarse, porque si no, ¿cómo les vas a explicar que su desborde es correcto? Estamos validando las emociones de nuestros hijos, pero ignorando las nuestras, como si fuéramos seres de luz y no nos enfadásemos nunca.

Estamos validando las emociones de nuestros hijos, pero ignorando las nuestras, como si fuéramos seres de luz y no nos enfadásemos nunca

Obviamente, si le grito “eres tonto”, pues ahí estamos hablando de violencia. Pero es que yo no hablo de ese tipo de gritos. Todas gritamos en el día a día, todo el tiempo: cuando nos sorprendemos, cuando nos asustamos, cuando nos ponemos contentas. O sea, el grito forma parte de la expresión. Entonces, demonizar una forma de expresión nos acaba encorsetando. El tema es qué hago con el grito, si lo uso para menospreciar o no.

Hablas en el libro de la maternidad como adolescencia, como momento de reconfiguración de una misma. Ahora, en vez de ser emos, o punks, nos hacemos de la tribu de la educación respetuosa y miramos mal a cualquiera que se salga de ahí… 

Todas pasamos por esta ambivalencia y por estas contradicciones, que es por lo que me parece interesante hablar de todo esto. Creo que necesitamos tener este debate incómodo, de qué significa un grito, de si gritar está bien o mal, porque, si no, tenemos a las madres completamente encorsetadas, diciéndole a su hijo: “Amor, por favor, no metas los dedos en el enchufe”. Es que eso no es un límite. 

Lo que hago con la rabia es otro tema, pero la rabia es mía. Nos hemos quedado solo en la ternura, pero tienen que poder convivir las dos cosas

Si yo le quiero explicar a mis hijos que la rabia también les pertenece, primero tengo que apropiarme yo de ella, porque la rabia no es violencia per se, es una emoción. Lo que hago con la rabia es otro tema, pero la rabia es mía. Adrienne Ritz ya decía en el 75, cuando publicó Nacemos de Mujer, que la maternidad es cólera y ternura. Nos hemos quedado solo en la ternura, pero tienen que poder convivir las dos cosas, porque si no, hay una parte de nosotras que no se está expresando nunca: acabamos encerradas en nosotras mismas.

También es cierto que quizá las que hacemos todas estas reflexiones en torno a la infancia, a la educación respetuosa, etcétera, estamos en una burbuja.

Claro, depende del tiempo que tengas libre, porque si estás precarizada, tienes tres empleos y estás cuidando de tu madre también, pues igual no piensas tanto. A veces, pensar es un privilegio.

Con una generación como la nuestra criando, ¿cómo crees que serán nuestros hijos cuando sean padres? 

Me gustaría pensar que serán personas que tendrán más herramientas para gestionar sus emociones, y eso les va a hacer automáticamente mejores. No sé si lo conseguiremos, porque en una generación no se puede cambiar tantas cosas, pero sí que es lo que me gustaría que pasara.


Andrea Ros en El refugi de las mares.

El libro gira en torno a las comadres, a las mujeres que comparten maternidad contigo, con las que se forman unas amistades muy intensas, muy parecidas a las de la adolescencia. Hablas de cómo, cuando estamos entre comadres, nos aflojamos, nos tranquilizamos, estamos en paz, hasta el punto de que esta relación se siente a veces más poderosa que la que tienes con tu pareja en ese momento.

Sí, es que la monogamia, como estructura, nos provoca esperarlo todo de una misma persona, y  eso no funciona. Entonces, puedes tener una pareja espléndida –yo tengo una increíble–, pero hay cosas que me gusta hablar con mis amigas, porque solo me siento entendida con ellas, con mis iguales. Eso no significa que la pareja esté mal, significa que hay cosas que quiero vivir con otra gente.

De hecho, mantener una pareja monógama no tiene nada que ver con tener espacios para otras muchas personas, aunque no tengas relaciones sentimentales con ellas.

Claro, es que para mí no tiene nada que ver la monogamia como estructura con los pactos monógamos con tu pareja. Pero lo que dice la estructura monógama es que hay una jerarquía donde está tu marido arriba y el resto de gente, abajo. Podemos ser críticas con esta estructura sin dejar de tener pactos monógamos si eso es lo que deseamos, teniendo en cuenta que esta estructura nos lleva a lugares un poco chungos en los que estamos completamente solas con una persona más. Y criar entre dos es horrible: hace falta más gente: abuelos, amigas, tías… hace falta más músculo, más red. 

En el libro dices que la falta de corresponsabilidad es violencia de género.

Sí, y no hablo solo de la falta de corresponsabilidad en la pareja: hablo de una falta de corresponsabilidad social, que empuja a las madres a estar más enfermas, a tener más problemas de salud mental, a posponer sus tratamientos. Hay mujeres que se están meando encima después del parto y no van al fisio porque no tienen dinero, o no tienen tiempo porque están con sus hijos. 

La falta de corresponsabilidad de la pareja y social empuja a las madres a estar más locas, más solas, mucho más enfermas y sobre todo, desquiciadas y desbordadas. Sobrecarga a las mujeres de tal forma que impacta en su vida. 

No hablo solo de la falta de corresponsabilidad en la pareja: hablo de una falta de corresponsabilidad social, que empuja a las madres a estar más enfermas, a tener más problemas de salud mental, a posponer sus tratamientos

Esto también lo reivindican las kellys, que hablan de cómo el cuidado impacta en su cuerpo, de cómo tienen las rodillas, de cómo tienen la espalda. Solo hay que ver a nuestras abuelas, solo hay que ver cómo están los cuerpos de las que cuidan: más enfermos que los de las que no cuidan. Entonces, sí, claro: es violencia de género porque solo está afectando a una parte de la población. 

En este sentido, te preguntas adónde van las madres, y lo ejemplificas con el relato de esa madre que ves en la calle y que, cuando te fijas, te das cuenta de que solo está dando vueltas y vueltas con el carrito… Especialmente cuando nuestros hijos son bebés, no hay lugares públicos a los que ir con ellos: no los puedes llevar a un parque, porque hay niños más mayores que les pueden hacer daño y porque, normalmente, están a pleno sol. No los puedes llevar a una cafetería, porque no tienen espacio donde moverse y jugar sin molestar…  

Ese es el problema, que las madres salimos de casa para que nos dé el aire, pero no tenemos adónde ir. Y eso es lo que tenemos que empezar a pedir, que no se cubra la maternidad solo en el ámbito sanitario: hay que cubrir la maternidad en el ámbito social. ¿Qué hacen las madres? ¿Dónde van las criaturas? No podemos asumir que, como hemos inventado los colegios, las criaturas ya están cubiertas. Hay muchas horas en el día, hay muchas cosas que hacer, y las criaturas tienen que poder ocupar los espacios.

Por ejemplo, sería buena idea preguntarse quién idea los parques. Hace falta otro tipo de arquitectura, otro tipo de mirada. Para eso, es muy interesante leer a Tonucci, que ha dedicado toda su vida a hablar sobre cómo las ciudades deberían abrazar la infancia. Pero, para eso, tendrían que cambiar diametralmente, porque están hechas solo para producir, no están hechas para la vida. 

Es cierto, pero Tonucci escribió su primer libro en los 70: ha dado tiempo a leerlo. Y en el libro haces otras muchas reivindicaciones que ya se llevan décadas pidiendo: la introducción de más matronas en el sistema sanitario; la eliminación de la violencia obstétrica; la extensión del permiso de maternidad… ¿Por qué desde el poder se hace tan poco para cambiar todo esto?

Creo que lo siguen viendo como un tema menor. Pero, por suerte, cada vez tenemos más políticas que se están metiendo en ello, como Ione Belarra, que se parte la cara por cambiar los derechos de las madres. Es la única diputada que ha llevado al Congreso la opción de alargar el permiso de maternidad nueve meses para poder sostener la exterogestación. O sea, es una política que está hablando de exterogestación en el Congreso. Entonces, hay gente. Lo que pasa es que es gente a la que mediáticamente se está callando y destruyendo, porque sus discursos no interesan. Lo que le interesa al sistema es que sigamos cuidando gratis, porque así es como se sostiene. Yo propongo, por ejemplo, que se retribuya el cuidado de los niños, que luego serán los que pagarán las pensiones de los demás.

De hecho, hablas también de “la trampa de la conciliación”: asumimos que todo el mundo tiene una carrera que quiere proteger, cuando realmente no tiene por qué ser así.

No. De hecho, la mayoría de gente no tiene una carrera laboral, tiene un empleo. Entonces, asumir que todo el mundo quiere volver a su empleo a las 16 semanas y separarse de su bebé para trabajar durante 12 horas para otra persona, es sencillamente mentira.

Claro que hay gente que tiene carrera laboral, y claro que, obviamente, hay que proteger a esas mujeres para que sigan tirando para adelante, pero no podemos asumir que eso es la realidad de todas. Hay mucha gente que no quiere volver a trabajar a las 16 semanas, y ese derecho debería poder estar, igual que existe en otros lugares. No estamos pidiendo la luna:  en los países nórdicos tienen bajas de entre nueve meses y un año. 

Es la gran paradoja: la preocupación política es que las mujeres no tengan hijos, pero, a la vez, tal y como está montado el sistema, es una auténtica locura ponerse a tener hijos. 

Ser madre es un poco arriesgado para tu vida, la verdad. A nivel de salud mental lo es, por poner un ejemplo. Las propuestas del libro de las que hablabas tienen que ver con eso: si os interesa que sigan naciendo niños, lo que hay que hacer son estas cosas, porque es lo que va a mejorar realmente la calidad de vida de las madres. 

Como sociedad, ¿qué tenemos que hacer para que estas propuestas se hagan realidad? 

Seguir hablando de esto, que esté en el debate público. Que tengamos conversaciones sobre el tema y que la gente se enfade mucho. Que suceda como ha pasado con el feminismo, que hasta que no ha estado en boca de todo el mundo no ha habido cambios.

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