Hay quien libera espacio en su casa según pasan los años y quien guarda estanterías intactas durante décadas, dejando en herencia, además de sus pertenencias, la incógnita y el trabajo de qué hacer con ellas
Que el casero no te deje colgar ni un cuadro en casa no es solo un problema para tu decoración
Es uno de esos asuntos de los que apenas hablamos y, cuando llega el momento, no siempre estamos preparados. Cómo preguntar a tus padres, a tus abuelos, qué quieren hacer con todas sus pertenencias. Qué les gustaría que hagas tú con ellas. Impulsados a veces por una mudanza, otras por una separación o por una cuestión de espacio, podemos plantearnos si nos deshacemos de algunos objetos personales. Si no, los acumulamos y le toca a la siguiente generación responder a la dichosa pregunta: ¿Qué hacemos con sus cosas?
Álvaro Esquer tuvo que encontrar la respuesta hace cuatro años, tras fallecer su madre. Él fue designado por sus tres hermanos para vender de golpe los objetos que habían acumulado sus padres durante más de cuatro décadas en la vivienda familiar. Hace apenas un mes, Joaquín Montabes Vañó también vació una casa. Le cuesta hablar de ella en pasado, como si fuera una persona que ya no está. Su madre y sus otros cuatro hermanos decidieron deshacerse de la propiedad, unida a la familia desde hace 60 años, por una cuestión práctica aunque no por ello libre de lo que llama “una carga afectiva enorme”.
Cuadros, bibliotecas de libros, vajillas y cubertería. Juegos de sábanas, ropa de la infancia, el primer edredón. Álbumes de fotos, cintas de vídeo y algún que otro LP. Cajas de herramientas y cajones llenos de trastos. Los muebles, las lámparas, aquel jarrón. La colección de minerales, de sellos, de postales. Las maquetas de trenes. La enciclopedia por fascículos. Las figuritas del roscón de Reyes. Alfombras. La mesa y las sillas del salón. Sillones y sofás. Las mesas de las habitaciones. Las cestas de mimbre. Las cámaras de fotos. Las revistas de decoración. El mueble de la tele y la mesita auxiliar. Bolsos, bolsas y maletas. Puede que hasta algún baúl, sin abrir desde hace décadas.
Todos los objetos que visten una casa con sus recuerdos y que llevan nuestro nombre, nuestra historia, nuestra memoria. “Cuando uno cierra una casa, cuando tiene que vaciarla, está cerrando una etapa de su vida. Bien porque es la casa de tus padres donde tú has crecido y te has criado y está cargada de recuerdos, de emoción y momentos vividos, compartidos con seres queridos que ya no están… Y si cierras una casa porque te vas a vivir a otra, es lo mismo”, explica Astrid Romero, cofundadora junto a María López de Arquitectura del Orden, una empresa que organiza mercadillos en las viviendas que vacían sus clientes.
Una de ellas es Cristina Caspueñas, que hace dos años decidió mudarse a una casa más pequeña y despojarse de gran parte de sus pertenencias. “Necesitaba aligerar la mochila”, explica a este diario. Caspueñas (60 años) quedó con sus hijas y, sentadas frente a un armario, fueron sacando cosas y eligiendo qué querían guardar. El resto acabó en un mercadillo, conocido como “puertas abiertas”, y organizado en su propia casa. En un fin de semana prácticamente todas sus pertenencias tenían nuevos dueños.
“Recuerdo que mi abuela, ya siendo mayor, nos preguntaba cuando íbamos a su casa. O, si le decías ‘yo quiero esto’, pues te lo daba. Mi madre, que todavía está viva, también lleva años haciéndolo”, explica Caspueñas. Esta diseñadora de vestuario habla de lo que en Suecia se conoce como “Döstädning” —el término viene de la unión entre los vocablos dö (muerte) y städning (limpieza)—, una especie de ritual para desprendernos de nuestras cosas en los últimos años de nuestras vidas y así evitar que sean nuestros familiares y amigos quienes tengan que afrontar la decisión de qué hacer con ellas.
Cuando uno cierra una casa, cuando tiene que vaciarla, está cerrando una etapa de su vida
Tan difícil para nosotros como para quien venga después
“El concepto hace referencia a la limpieza de todas las cosas innecesarias para dejar tu casa ordenada cuando sientes que se va acercando el momento de dejar este planeta”, escribe la artista sueca Margareta Magnusson en The Gentle Art of Swedish Death Cleaning. “Cada objeto tiene su historia y se puede disfrutar al recordarla. No se trata de limpiar o quitar el polvo. Es una forma de organización constante que hace tu vida más fácil”. Aunque también apunta a detalles que pesan al leerlos. Como que “esta limpieza es tan difícil (o más) para ti como para las personas que vendrán después” o que “alguien va a tener que deshacerse de todo, sí o sí, y a quien le toque le va a resultar una carga”.
Magnusson reconoce que revisar todas tus posesiones, recordar la última vez que las utilizaste e incluso decirles un último adiós es difícil para muchos de nosotros. “Tendemos a acumular las cosas en vez de deshacernos de ellas”, admite. “La cantidad de objetos crece con los años. De repente, la situación está fuera de control y el peso de todas las cosas puede resultar agotador”. En el caso de la pintora sueca, cuando tuvo que vaciar la casa de su madre, descubrió que le había dejado notas en los armarios que incluían desde a quién entregar un lote de ropa hasta un contacto en el museo al que donar una pieza de arte. “Todavía le agradezco que nos hiciera el proceso más fácil cuando falleció”, escribe.
La experiencia de Beatriz Viera fue exactamente la contraria. Nos cuenta que fue su hermana quien inició el proceso para contratar una empresa que les ayudase a vaciar la casa. Son varios hermanos, ninguno podía adquirir la vivienda tras fallecer su madre y tampoco tenían espacio para quedarse con todo lo que había dentro. Viera, de 61 años, recuerda que habían intentado convencer a su madre “por activa y por pasiva” de que se mudara a una casa más pequeña, pero nunca lo consiguieron. “A ella solo pensar en vaciar la casa se le hacía un mundo”, explica a elDiario.es. “Era como ‘No, no, no… Esta es mi casa y yo de aquí no me muevo’. Y yo creo que era eso, el hecho de tener que deshacerse de sus cosas”.
En Suecia se practica el ‘Döstädning’, una especie de ritual para desprendernos de nuestras cosas en los últimos años de nuestras vidas y evitar que nuestros familiares y amigos tengan que afrontarlo
Las fundadoras de Arquitectura del Orden aseguran que la mayoría de sus clientes coinciden con dos perfiles: descendientes de un fallecido que han heredado una casa y después de seleccionar algunos objetos personales, deciden vender el resto, o personas que por diferentes circunstancias deciden mudarse a una vivienda más pequeña. “Generalmente, cuando una casa llega a nosotros porque ha fallecido un ser querido, está prácticamente idéntica a como estaba”, dice Romero. “Si tú tienes una casa armada, es imposible que puedas asumir en tu casa otra casa. Y a lo mejor no te gusta lo que hay en esa casa. El hecho de que sean tus padres y que sean las cosas con las que tú has convivido toda tu vida no significa que te tengan que gustar”.
Como el resto de protagonistas de esta historia, Montabes Vañó (57 años) habla de la importancia de sacar “tu versión más pragmática” en ese momento. “Al ser tan inmensa la cantidad, el volumen de objetos, de recuerdos, es algo que realmente te puede dejar aturdido, te puedes quedar diciendo que es inabarcable, ingobernable”, afirma. “Se te cierra un poco el estómago cuando piensas que tienes que afrontar el vaciar, el dejar todo ese contenido y todos los recuerdos que atesora ese continente”.
Por eso Magnusson hablaba de que deshacerte de tus cosas no es un proceso material, sino emocional. “Si se tratara solo de objetos sería mucho más fácil”, escribe. Su proceso de selección suena sin embargo bastante pragmático. “La oportunidad de encontrar significado y memoria son lo más importante. Es un placer recorrer las cosas y acordarte de su valor. Y si no recuerdas por qué algo tiene significado o por qué lo conservaste, no tiene valor y te será más fácil desprenderte de él”.
“No sabes por dónde tirar”
El trabajo emocional que supone vaciar una casa fue uno de los factores que llevó a los hermanos de Esquer (43 años) a determinar que fuera él quien asumiera todo el proceso. Después de hacer una primera selección de objetos personales, y tras consultar con varias empresas para decidir qué hacer con algunos objetos de plata o muebles, decidieron abrir las puertas de la vivienda y vender el resto de cosas. Habla de la “tranquilidad” de saber que una empresa “te ayude a pasar el mal trago de deshacer una casa”, en su caso, tras la pérdida de un ser querido. “Es que no sabes por dónde tirar”, recuerda de aquellos días.
Esquer cuenta que al repasar los objetos con sus hermanos, había pertenencias de sus padres que ni sabían que estaban en la casa. “Por la época en la que ellos la habían decorado, y a su gusto, se había quedado todo obsoleto y son cosas que no aprecias”, dice. La idea de abrir las puertas de la vivienda y dejar que otras personas les dieran otra vida surgió entonces como la mejor alternativa a que acabara todo en un contenedor en el último momento.
Como las fundadoras de Arquitectura del Orden, Virginia López, al frente de Circular Market, y Blanca de Carlos, creadora de Espacio en Claro, recuerdan que iniciaron su aventura empresarial con dudas de si en España encajaría esta idea de abrir las puertas de una vivienda convertida en mercadillo por unos días. El tiempo les ha dado la razón. “La gente que venía al primer mercadillo nos preguntaba, ¿dónde estabais hace tres años?”, recuerda Romero de sus comienzos, en 2018. Para de Carlos, que dice que en su caso el modelo “funcionó desde el minuto cero”, lo que no era normal “es que no existiese en España”.
Todas ellas han adaptado a nuestro país lo que en otros lugares se conoce como “estate sales”, ocasiones en las que hace una venta en un jardín o en una zona comunitaria. Una de sus principales dudas, explica la fundadora de Espacio en Claro, era si los dueños de las casas iban a estar dispuestos a que entraran en sus habitaciones, y que al público después no les diera pudor. No fue así. “Aparte de poder recuperar parte de la inversión que hayas hecho en determinados objetos o muebles, es por el hecho de poder deshacerte de todo de golpe”, dice de Carlos. “Aceleras un proceso que lleva una carga emocional importante”.
Después de vivir varios años en Estados Unidos, donde conoció las “estate sales”, De Carlos tuvo que deshacerse de la biblioteca de su padre. “Iba todos los días a casa de mi madre y me tiraba horas para hacerlo. Yo entonces no trabajaba, pero sí pensé que eso no puede gestionarlo una persona por sí sola”. Parte de sus servicios, explica a este periódico, incluyen una dosis de acompañamiento emocional. “Nos llama gente muy agobiada”, dice. “Les contamos las millones de historias que nos pasan, quién se ha llevado una mesa porque se acaba de casar… así es menos doloroso para la familia porque están en una situación muy traumática”.
“Quieren heredar de ti cosas bonitas, pero no todas tus cosas”
Tanto en el caso de abordar este proceso forzados por las circunstancias, como si se hace con tiempo, Magnusson tiene algunos consejos. Uno de sus principios es que “si no puedes llevar la cuenta de tus posesiones, sabes que tienes demasiadas”; otro es que, a la hora de limpiar, mejor no empezar nunca por las fotografías —“quedarás atrapada en los recuerdos y puede que nunca limpies nada más”— y dejarse guiar por el tamaño de los objetos, eliminando antes los más grandes y los de menor valor sentimental. También aconseja realizar este proceso con personas mucho más jóvenes: “Preferiblemente pensarán de manera distinta a ti y eso es bueno, verán tus dilemas de manera muy distinta”.
Me he vuelto un loco de Wallapop, para que el día que yo falte pues no tengan que pasar ese mal trago, esa situación de ‘oye, ¿qué hago con todo esto?
Caspueñas cuenta que solo quiso presenciar los primeros momentos del mercadillo que Arquitectura del Orden organizó en su casa. “Fue una una experiencia muy especial, porque decía ‘ay, mira ese señor que se lleva la caja de las galletas de mis hijas, tendrá ahora la caja de galletas’… Fue una experiencia superinteresante”, recuerda. “Saber que va a tener otra vida, eso de que las cosas se reciclen y se reutilicen es maravilloso”. Cuando regresó, solo tuvo tiempo para limpiar y dejar la casa lista, también, para entregar las llaves a sus nuevos propietarios.
Dice Magnusson que nuestros seres queridos “quieren heredar de ti cosas bonitas, pero no todas tus cosas”. Algo parecido está pensando Esquer desde que hace cuatro años vació la casa familiar, para que su esposa y su hija no se vean nunca en una situación parecida. “Me he vuelto un loco de Wallapop, para que el día que yo falte pues no tengan que pasar ese mal trago, esa situación de ‘oye, ¿qué hago con todo esto?”. La experiencia tuvo un impacto similar en Caspueñas a pesar de que partía del objetivo de reducir sus posesiones por iniciativa propia. ¿Su conclusión? Que acumulamos demasiadas posesiones: “Se está mejor con menos cosas, porque las cosas pesan”.