Activista en movimientos sociales y eclesiales y presidenta de Justicia i Pau, Fernàndez celebra la elección del nuevo Papa, a quien ve como un buen sucesor para las las ideas aperturistas de Francisco
La sombra del bloqueo ultra sobrevuela el inicio del cónclave para elegir Papa
Dolors Fernàndez (Mataró, 1965) espera en uno de los bancos que hay en la Plaça de Sant Pere de Barcelona. Ese ha sido el lugar pactado para el encuentro y escogido sin caer en que, mientras se hace esta entrevista, en la homóloga Plaza de San Pedro, en el Vaticano, se acaba de escoger al nuevo Papa. Fernàndez es una mujer creyente, pero sobre todo es activista y presidenta de la asociación evangélica Justícia i Pau.
Por eso, a pesar de que su ámbito de trabajo está muy alejado de las ceremonias y actos del Vaticano, llenos de “pomposidad y mística”, los ha seguido de cerca y con cierta inquietud, rezando para que el legado de Francisco quedara en buenas manos. Para ella, el fallecido Papa fue “una hoja de ruta” y las “luchas de poder” que se han visto estos días le hicieron pensar que el cónclave podría haber escogido a un pontífice con aspiraciones distintas.
¿Contenta con el resultado?
Creo que León XIV seguirá con el legado del papa Francisco, pero con su propio ritmo y quizás no de una manera tan cercana. No podemos tener a un Francisco II. Creo que él será más reflexivo y quizás irá más lento, pero sí pienso que los avances no se frenarán. También hay que darle tiempo. Porque no es justo posicionarnos sin haberle dado la opción de ejercer con tranquilidad su línea de trabajo y su misión. Tomémonos tiempo y deseémosle suerte.
Veo que ha seguido atentamente el cónclave.
Sí, para ver por dónde iba. El Papa tiene una responsabilidad espiritual, pero también política. En cierta medida, Francisco hizo mucha incidencia en la justicia social, la inclusión y la reforma de la Iglesia. Trabajó por la paz, por la apertura de la Iglesia a la mujer y contra los abusos sexuales. Y era necesario que eso pudiera continuar. Pero como ha habido tanta diversidad en este cónclave, tantas diferencias culturales e ideológicas entre los cardenales, podrían haber escogido a alguien con una orientación diferente que pusiera fin al camino de Francisco.
Lo que pasa en el cónclave tiene un impacto significativo para los católicos, pero también para el resto de la sociedad. Lo hemos visto en todas las alianzas y reuniones previas que ha habido antes de la elección. Es una lucha de poder, pero se debería querer ser Papa o cardenal para servir al pueblo, aunque muchos lo que quieren es eso: poder. No digo que todo el mundo sea así, pero es una tendencia que hemos visto mucho en los últimos 30 años.
León XIV ya ha sido calificado como un Papa ‘anti-Trump’. ¿Es una buena señal o cree que esta dialéctica de confrontación puede ser perjudicial?
Creo que con sus críticas a Trump, León XIV no busca la confrontación, sino que son una muestra coherencia con sus valores evangélicos y lo que predica sobre la justicia, la acogida y la dignidad humana. Con el Evangelio en la mano, debe denunciar las políticas de Trump. Ayer en su discurso ya hizo una crítica muy feroz, diciendo que queremos una paz desarmada y duradera. Creo que será un Papa evangélico y eso es bueno, pero le traerá muchas críticas. Eso es una lástima porque el camino a seguir para la Iglesia debería ser siempre el Evangelio. Y mira que es sencillo.
¿A qué se refiere?
Pues a que seguir los principios del Evangelio es facilísimo. Es amarnos los unos a los otros, perdonarnos y estar abiertos a cualquiera, a pesar de que haga algo que, a priori, nos parezca un disparate. Es luchar para que todo el mundo pueda tener una vida digna.
La gente, cuando oye hablar del Evangelio, nos mira raro porque piensa que somos “los de misa”, pero sólo hablamos de llevar un estilo de vida sencillo y en paz. Y yo creo que fue lo que transmitió el papa Francisco.
La pomposidad del Cónclave es atractiva, pero vista desde fuera y con la sociedad que nos toca vivir, puede parecer alejada de las preocupaciones cotidianas
Y no estuvo exento de polémicas y reacciones contrarias por parte de grupos políticos ultras, que han llegado incluso a tildarle de «comunista» y «hereje».
Ha habido reacciones muy totalitarias contra el papa Francisco y eso le hizo daño. Creo que ya lo vio venir y por eso acabó su primera intervención en el balcón de la Plaza de San Pedro pidiéndonos que rezáramos por él. Y las críticas no vinieron sólo de grupos políticos y facciones religiosas reaccionarias. Creo que la Iglesia está dando más importancia a la sacramentación y la individualización de una relación unipersonal con Dios que al trabajo colectivo, cuando lo que hay que hacer es bajar a la calle para conocer las realidades, colaborar con el que es diferente. Francisco lo hacía y por eso era importante que el nuevo Papa continuara en esa línea.
¿Tenía esperanza en un Papa continuista?
Debemos tener esperanza, que es lo único que nos hace seguir adelante. Si la perdemos, pues nos quedaremos todos en casa viendo la tele y ya. Ahora bien, me parecía difícil. Se vio en los detalles. Por ejemplo, Francisco pidió que, durante su funeral, en primera fila estuvieran representantes de los colectivos más desfavorecidos, aquellos a los que la sociedad ha dado la espalda. Pues la radio y la tele vaticana no los mencionó ni enfocó. Solo enfocaron a los jefes de Estado.
Francisco pidió que hubiera, entre otros, personas trans en su entierro. Este gesto fue el último de lo que muchos definen como una política de acercamiento hacia el colectivo LGTBI y hacia las mujeres. ¿Cree que fue tan revolucionario como se dice?
Bueno, todos sabemos cuáles son los valores de la Iglesia. Pero sí hemos tenido un Papa que ha puesto una mujer al frente de diversos estamentos del Vaticano y se ha atrevido a feminizar un poco más la institución. Francisco creyó en las mujeres y es algo que no podemos perder.
Dejó que las mujeres participaran en el Sínodo y puso a una directora al frente de los Museos Vaticanos, pero, en cambio, se mostraba en contra del aborto.
Bueno, es cierto que hay reivindicaciones que se dejó, pero hay que tener en cuenta que en otros continentes o países hay temas que no se plantean porque las mujeres todavía se pelean por obtener derechos más básicos. En Europa pensamos en estos debates porque hay otras cosas que hemos podido ir resolviendo.
Por eso creo que estos gestos de visibilización son importantes porque hay lugares en los que las mujeres están escondidas, despreciadas y nunca se las consideraría para puestos como los que ha mencionado porque, simplemente, no se las considera ni seres humanos.
Pero una cosa no quita la otra, ¿no?
Por supuesto. Se podría trabajar en ambas cosas. Caminar para una mayor visibilidad y garantizar derechos para las mujeres del mundo. Hay un montón de mujeres formadas y preparadas que están marginadas e invisibilizadas en muchos lugares. Y creo que falta más trabajo de base para cambiar eso. El difunto Santo Padre decía que el pastor tiene que oler a oveja. Eso significa que quienes seguimos el Evangelio nos tenemos que mezclar con esas mujeres, con los pobres, los migrantes, con quienes no están reconocidos.
Dolors Fernández, durante la entrevista con elDiario.es en Barcelona
León XIV estuvo 20 años de misionero en Perú. ¿Cree que cumple el requisito de “oler a oveja”?
Creo que el Papa, con su trayectoria pastoral y de misiones en Perú y su tarea con las personas más humildes, ha podido trabajar con el pueblo que sufre. Ha estado con ellos y ha vivido las situaciones de su rebaño. Creo que puede cumplir con ese requisito y puede ayudar a recuperar el papel que debería tener la Iglesia, que debe estar con los más desfavorecidos. Debemos abrir las iglesias que ahora mismo están vacías para aquellos que no tienen qué comer y que necesitan ser escuchados, una palabra de orientación o sentirse queridos. Todo lo demás es parafernalia pura.
Pero luego encontramos iglesias que cobran la entrada, dificultando esa máxima de ‘acogerse a sagrado’.
Cuando las iglesias cobran entrada es porque se plantean como monumento arquitectónico. Eso, en un momento como el actual, en el que ha disminuido la participación, es una manera de tener ingresos y creo que es algo que muchas se tendrán que empezar a plantear.
De hecho, vemos cómo en muchas ciudades de Europa se han desacralizado iglesias y se han convertido en cervecerías, salas de conciertos, bibliotecas… Y eso no significa que las comunidades de base hayan dejado de existir. Se reúnen, como ya hacían al principio de su historia, en espacios eclesiales, pero también en pequeños locales o en plazas. Y en estos lugares se puede trabajar con personas creyentes y no creyentes, porque lo que nos une a otros movimientos es querer un mundo más justo y acabar con los discursos xenófobos y radicalizados.
Iglesias hay muchas y de muchas mentalidades. Me duele ver cómo se abona el conflicto simplemente para que ciertas fuerzas políticas y económicas ganen poder
Muchas veces, estos discursos radicales se sustentan en la religión. Tenemos ejemplos que van desde Sílvia Orriols hasta Donald Trump. Usted, como mujer creyente, ¿qué siente cuando les oye?
Es una hipocresía terrible. Hablan en nombre de la Iglesia, pero no del Evangelio. Iglesias hay muchas y de muchas mentalidades. Pero el Evangelio es uno y dice que debemos acoger al diferente. A mí me duele mucho ver cómo se está abonando el conflicto simplemente para que ciertas fuerzas políticas y económicas ganen poder. No todo vale para conseguir poder.
Creo que estamos retrocediendo. Habíamos trabajado mucho para tener una Iglesia del pueblo, que trabajara por los deberes y derechos de las personas. Por la paz y la igualdad. Para que el Evangelio llegara a todos de manera sencilla. Pero hay tanta gente reaccionaria en la política, en la sociedad y en el mundo clerical, que el reto ahora es volver a los inicios. A lo que el papa Francisco defendía. Por eso era importante quién saliera elegido ahora.
¿Pero realmente influye? Me refiero a que Francisco predicaba por la paz y la igualdad, pero durante su papado hubo más guerras que en el de Benedicto XVI. También murió en un momento de auge de la radicalización y de la ratio de pobreza.
Tienes que pensar que la guerra no solo destruye. También crea odio. Y ya podemos ir predicando por la paz y diciendo que todos somos hermanos, pero el odio se queda en las familias y destruye generaciones enteras. Por eso me sorprende que haya gobiernos que decidan matar a miles de personas tan alegremente.
Además, también hay que tener en cuenta el peso de la economía. Ahora estamos hablando mucho del rearme cuando hace poco nos decían que no teníamos suficiente dinero para pagar la sanidad ni la educación pública. ¿Y ahora sí hacemos un esfuerzo? ¿Para qué? Para quitar vidas, que es el bien más preciado del mundo, pero lo que menos valor parece tener.
Cuando alguien proclama una guerra en nombre de Dios, esa persona ha perdido el derecho de ser cristiana. Aunque esté bautizada.
También hay muchas guerras que se han iniciado en nombre de Dios.
Hubo muchos que faltaron a clase cuando se enseñó aquello de no usar el nombre de Dios en vano. Siempre se ha usado para hacer la guerra, a veces con la Iglesia católica al frente. Para mí, cuando alguien proclama una guerra en nombre de Dios, esa persona ha perdido el derecho de ser cristiana. Aunque esté bautizada.
Durante esta entrevista ha sido crítica con la Iglesia. ¿Cree que es posible que esta institución pueda cambiar?
La Iglesia que tenemos es la que hemos heredado. La pomposidad que tanto le critico seguramente tenía un sentido hace tiempo y se pensó con toda la buena intención. Pero las cosas cambian. Y cambiarán. Sé que hay mucha gente que piensa como yo, porque la Iglesia está polarizada. Y los hay que quieren que las mujeres podamos participar de manera igualitaria, priorizar más al pobre y reducir las diferencias.
Y creo que es algo que llegará porque la situación social hará que este cambio no sea una opción, sino una necesidad. El problema es que hay poderes muy arraigados y tendremos que ver qué fuerza tienen para oponer resistencia dentro de unos años.
Cuando ve esta Iglesia, todo lo que está pasando estos días en el Vaticano ¿se siente identificada como creyente?
Yo me identifico con el Evangelio. No salgo de ahí. Es mi hoja de ruta. Pero es que seguramente también sea la tuya. Y la de ese señor que pasa por ahí, aunque probablemente no tenga ni idea de cómo funciona la Iglesia. La única diferencia es que, lo que para ti es una especie de guía moral, para mí funciona también en el plano espiritual. Pero la idea es la misma: trabajar para un mundo mejor.
Yo cuando miro al Vaticano intento ver a las personas que hay dentro, su intención y voluntad. Y sé que puede haber intereses económicos ocultos y voluntad de poder, pero por ahí siempre hay gente con buenas intenciones. Por eso es importante mantener la esperanza.