Daniel Valero ‘Tigrillo’: «La bisexualidad es rupturista: hace que la heterosexualidad sea imposible de probar»

El periodista y activista LGTBI publica tras haber salido del armario como bisexual un libro en el que explora esta identidad y pone sobre la mesa «las mil formas» en las que la sociedad «invisibiliza y borra» esta orientación sexual

Eres bisexual aunque solo te hayas ‘liado’ con gente de un sexo: “Parece que tenemos que ir enseñando el carnet”

Daniel Valero (Jérez de la Frontera, 1994) ha hecho un viaje de ida y vuelta. Tras identificarse como bisexual en su adolescencia para meterse en el armario casi inmediatamente y asumirse como chico gay, hace un par de años que ante sus más de 150.000 seguidores en redes sociales volvió a nombrarse bisexual. Hoy sabe que las reacciones de su alrededor y cómo el mundo le percibió debido a su pluma –como homosexual– le llevaron a reprimir su verdadera identidad, pero los comentarios que ha recibido ahora no difieren demasiado de los que tuvo que oír cuando tenía 16 años. “Muchos lo que hacen es desacreditarme y no creerse que sea bisexual, como antes”, esgrime.

La experiencia entronca con la hipervigilancia a la que suele someterse a quienes se identifican como personas bisexuales, un fenómeno que Valero, conocido como ‘Tigrillo’ en redes sociales, desentraña en Confundidas, incecisas, promiscuas (Paidós). “Nos hacen creer que la bisexualidad es un imposible y eso hace que tengamos un síndrome del impostor muy fuerte, parece que nuestra identidad siempre pende de un hilo”, afirma este periodista y activista LGTBI.

Una de las primeras cosas que hace en el libro es preguntarse de forma retórica dónde están las personas bisexuales porque asegura que han sido borradas e invisibilizadas. ¿De qué manera ocurre esto?

De mil formas. Una es hacernos creer que la bisexualidad es un imposible poniéndonos un montón de requisitos que realmente ninguna persona puede cumplir. Su invisibilidad está también relacionada con la monogamia obligatoria: parece que si eres monógamo solo puedes ser gay, lesbiana o heterosexual y si no lo eres, tampoco puedes ser bisexual porque lo que eres es que te da igual ocho que 80. Además, es un lugar incómodo y cargado de tópicos vinculados a la promiscuidad, a la infidelidad, a la traición…Eso se une a la falta de referentes: personas que han tenido relaciones tanto sexuales como románticas con personas de todo tipo ha habido siempre delante de nuestros ojos, algunas muy famosas, pero simplemente esa parte se ha obviado.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo David Bowie, Freddie Mercury…Y en España sabemos que un montón de mujeres del mundo del corazón han tenido relaciones con mujeres y hombres, no hemos dejado de ver a personas bisexuales ni un solo momento en las televisiones de este país, pero en la mayoría de los casos ni siquiera ellas o ellos han utilizado esta palabra o no lo han expresado de forma libre, muchas veces por miedo y por el monosexismo imperante [sistema que asume que solo se puede sentir atracción por un único género].

Una de las cuestiones que hay detrás es que no es poco común es que a las personas se les identifique en función de la pareja que tienen: si es del mismo sexo, es gay o lesbiana y si no, heterosexual.

Claro, esta es una de las formas de borrado más fuertes y tiene que ver con no considerar la bisexualidad una identidad válida por sí misma. Es algo muy habitual: se sabe que existe porque no se puede negar, pero se la invalida de forma que no es que sea una identidad y algo que forma parte de la persona que eres, sino una fase de experimentación, como si no todas las orientaciones sexuales pudieran ser fases. O una práctica concreta y vinculada incluso a problemas que llevan a la hipersexualización, como ocurrió con Marlon Brando, al que se le calificaba de heterosexual pero se decía que a veces estaba tan deprimido y tan mal que llegaba a acostarse con hombres.

¿Todo ello influye en que a las propias personas bisexuales les cueste identificarse como tal?

Es determinante y es que es tremendamente común que haya personas que tienen relaciones con hombres y mujeres y no se nombran así, es mucho más frecuente que nombrarse. La realidad es que el potencial para que nos atraigan personas de todo tipo es enorme, no voy a decir que es lo general, pero sí que pasa mucho más de lo que creemos, lo que ocurre es que nos han convencido de que la bisexualidad es algo que nunca se alcanza, así que hay muchísimas personas a las que les atrae más de un género, pero dicen ‘bueno, como solo he tenido relaciones ‘serias’ con chicos siendo una chica pues soy heterosexual’ y lo otro son experiencias más puntuales. Cualquier hombre gay o bisexual que haya usado Grindr sabe que muchos de sus vecinos casados con mujeres hacen uso de su deseo masculino en la clandestinidad y se siguen considerando heterosexuales porque les han vendido que tiene más que ver con una práctica que con una identidad.

Mucha gente piensa que no es bisexual porque le suele gustar más un género u otro o porque solo ha tenido relaciones afectivas o sexuales con uno. Sin embargo, a nadie heterosexual se le exige haberse acostado previamente con alguien para nombrarse así.

Por otro lado, están los “requisitos” de los que hablaba antes…

Sí, eso hace que tengamos un síndrome del impostor bastante fuerte. Tengo una amiga que literalmente me decía que no quería nombrarse bisexual porque generalmente le gustan más los hombres y tenía dudas de que si en algún momento quisiera volver a nombrarse heterosexual iba a fomentar el tópico de que la bisexualidad es una fase y a hacer un flaco favor al colectivo. Y yo me pregunto ¿cómo puede ser que estemos todo el rato en tensión pensando si podemos o no nombrarnos así o si somos buenos bisexuales? Parece que nuestra identidad siempre pende de un hilo.

¿Cuáles son estas condiciones que parece que hay que cumplir para autodenominarse bisexual?

En muchos casos son requisitos imposibles, por ejemplo, que te atraigan por igual y en la misma medida hombres y mujeres, cuando la realidad es que nadie siente de la misma manera. Esto hace que mucha gente piense que no es bisexual porque le suele gustar más un género u otro…También haber tenido relaciones afectivas solo con un género o nunca haber mantenido relaciones sexuales con personas de todos los géneros frena la identificación. Sin embargo, a nadie heterosexual se le exige haberse acostado previamente con alguien para nombrarse así.


Daniel Valero sujeta ‘Confundidas, indecisas, promiscuas’, el libro sobre bisexualidad que acaba de publicar con Paidós.

Parece que los obstáculos están siendo menos para las generaciones más jóvenes. De hecho, la proporción de quienes se identifican como bisexuales crece cada año y en la generación Z son ya uno de cada cuatro. En libro fantasea con la posibilidad de que estemos ante “la era de la bisexualidad”…

Me gustaría pensar que sí [ríe], lo que significaría que cada vez tenemos menos prejuicios y estamos menos limitados por el monosexismo. Es absurdo pensar que hay un porcentaje tan mayoritario de personas heterosexuales porque en cuanto investigas un poco ves que muchas han tenido dudas o épocas de experimentación y han acabado decidiendo que se quedan ahí ante la posibilidad de ser castigadas. Sin embargo, una sociedad que ve una identidad como algo válido, abre la puerta a que mucha gente deje de sentir un bloqueo con ello.

¿Es esto lo que ha pasado con la juventud?

Los más jóvenes han tenido mucha mayor representación de orientaciones para poder entenderse, han crecido con otro tipo de referencias y de contenido en redes. Es un proceso que habrá que ver cómo evoluciona porque al mismo tiempo estamos en un contexto de auge de discursos de extrema derecha que persiguen a las disidencias sexuales y que están extendiendo también entre esas generaciones.

Las personas bisexuales se enfrentan a rechazo en los espacios heterosexuales porque son disidentes, pero también en los LGTBI+, donde a veces se les acusa de entrar en un lugar que no es el suyo o de tener privilegios

La última encuesta de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales revela que las personas bisexuales siguen siendo junto con las asexuales las que menos salen del armario, en especial, los hombres. ¿Por qué?

Cuando un hombre empieza a descubrirse como bisexual, automáticamente eso lo convierte en un traidor a la masculinidad hegemónica y en alguien vulnerable al acoso y a las agresiones. Yo fui víctima de bullying durante toda mi adolescencia y eso es una violencia correctiva muy fuerte que hace que muchos hombres acaben renunciando al deseo masculino que tienen. Además, sientes que hagas lo que hagas tienes algo que perder: yo llegué a creer que debía renunciar a mi pluma para poder relacionarme sexoafectivamente con mujeres como si fueran dos cosas incompatibles. Por otro lado, las mujeres bisexuales sufren otras violencias específicas, entre ellas, mayor riesgo de ser agredidas sexualmente, según algunos estudios.

Todo ello habla de una orientación sexual hipervigilada socialmente. ¿Cómo lo viven las propias personas bisexuales?

Produce mucha angustia e inseguridad y provoca que no encontremos comodidad en ningún espacio. Ese es uno de los grandes motivos por los que mucha gente no se identifica como tal, porque sienten que no pertenecen a ningún sitio y el sentido de pertenencia es importante para enfrentar las violencias que se sufren. Las personas bisexuales se enfrentan a rechazo en los espacios heterosexuales porque son disidentes, pero también en los LGTBI+, donde a veces se les acusa de entrar en un lugar que no es el suyo, de tener privilegios o incluso de ‘colar’ al enemigo porque pueden estar con alguien heterosexual.

¿Es mayoritario esto dentro de la propia comunidad?

No, pienso que es al revés, pero siguen existiendo muchas personas que sienten que la bisexualidad, al igual que lo trans o lo no binario, son identidades difíciles de asimilar y que dan demasiada apertura. Frente al activismo a veces esencialista, la bisexualidad no es estanca y es caótica, lo digo en el mejor de los sentidos, y desestabiliza muchos elementos del sistema: pone en jaque que el género y el sexo sean tan fundamentales como la sociedad nos ha impuesto y abre la puerta a plantear estructuras como el binarismo o incluso la monogamia obligatoria. Además, pone sobre la mesa la fluidez de la orientación sexual y hace que la heterosexualidad sea imposible de probar porque que alguien sea hombre y tenga una novia no quiere decir que sea ‘hetero’.

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