El geógrafo Rafael Almeida Pérez, codescubridor del drago de Gran Canaria, explica su actual estado de conservación, las amenazas que enfrenta y los planes que hay actualmente en marcha para lograr evitar su desaparición
Gran Canaria alberga una riqueza botánica y ecosistémica frágil y diversa. Un buen ejemplo de ello es que su reducido territorio alberga dos especies diferentes de drago: Dracaena draco, compartida con otros archipiélagos macaronésicos y un pequeño enclave del Anti Atlas marroquí, y Dracaena tamaranae, endémica exclusiva de la Isla, una circunstancia que, dentro de este famoso grupo de plantas y según palabras del experto al que hemos entrevistado en esta ocasión, no tiene parangón en ninguna otra área insular o continental de tamaño similar, y que refleja la extraordinaria heterogeneidad geoecológica y geográfica de la isla, y su importante papel como área de refugio y especiación.
Sin embargo, el drago de Gran Canaria tiene preocupados a científicos y administraciones encargadas de su conservación, debido a la situación crítica en que se encuentra. Actualmente, sus últimos efectivos se apagan lentamente en los riscos del suroeste de la isla, donde durante mucho tiempo han logrado refugiarse para escapar de la acción humana y animal. El pasado 1 de abril la Consejería de Transición Ecológica y Energíase publicó el avance del Plan de recuperacion para esta especie.
Para conocer las claves sobre su estado de conservación, las amenazas que se ciernen sobre esta especie y las medidas emprendidas para tratar de lograr su recuperación, desde este periódico hemos entrevistado a Rafael S. Almeida Pérez, geógrafo, máster en Ordenación y Gestión de las Áreas Protegidas y codescubridor del drago grancanario.
Las dos imágenes, con fecha 3/07/1997 y 28/12/2000, corresponden al ejemplar censado más viejo de su especie. Se marchitó en 1999 y contaba con 17 periodos florales. Morro de Gurbia, Barranco de Arguineguín.
Respecto a su estado de conservación afirma que “su situación actual en la naturaleza es cada vez más crítica, con una población que mengua a un ritmo cada vez más acelerado. Hoy en día muestra una dinámica poblacional regresiva, con una población ínfima y muy fragmentada, cuyo censo más reciente (año 2024), arroja un total de 76 individuos vivos, de los que solo 12 son maduros, es decir, reproductores. Desde el mismo momento de su descripción fue en peligro crítico, y así figura en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). En la legislación estatal y autonómica está incluido en la máxima categoría de amenaza: en peligro de extinción”.
Asimismo explica que “el reducido número de sus efectivos y la ya citada fragmentación extrema de su población constituyen un serio peligro para su supervivencia, por lo que hoy en día se encuentra con toda probabilidad en una situación que en biología se denomina de cuello de botella demográfico. Esto ocurre cuando una especie experimenta un drástico descenso de su población, ya sea por causas naturales o antrópicas, hasta llegar en muchos casos al borde de la extinción. Ello provoca una pérdida de su variabilidad genética y, en consecuencia, una reducción de su capacidad de adaptación y de supervivencia, y por tanto un aumento de su riesgo de extinción”.
El geógrafo añade que “una de las secuelas derivadas de la pérdida de variabilidad genética en una especie es el efecto conocido como depresión endogámica, caracterizada por la disminución de su vigor y de su aptitud biológica para sobrevivir y para adaptarse a los cambios medioambientales, para reproducirse (fertilidad reducida, como la observada en nuestro drago), y una mayor vulnerabilidad a las enfermedades”.
Preguntado por cuáles son sus principales amenazas responde que: “La principal causa de su crítica situación ha sido la presión zooantrópica, iniciada tras la llegada y el asentamiento en la isla de los primeros pobladores aborígenes, presión que se aceleró e intensificó tras la conquista a finales del siglo XV, y que continúa hasta hoy. A la herbivoría de cabras y conejos y los aprovechamientos históricos (extracción de su savia, fabricación de rodelas, colmenas, huroneras, etc.), se añaden otros riesgos recientes: incendios frecuentes, proliferación de pistas, fincas y edificaciones, infraestructuras próximas a sus lugares de refugio, etc. Esta fuerte presión, continuada en el tiempo, lo ha relegado a los riscos inaccesibles en los que habita en la actualidad”.
“Otro factor de amenaza” expone, “son ciertos eventos naturales estocásticos: desprendimientos, vendavales, escasez de lluvias… En los últimos años se han marchitado seis ejemplares a causa de la fuerte sequía que asola su hábitat desde hace más de una década, siendo esta la principal amenaza que se cierne hoy en día sobre la especie. Esta sequía persistente, seguramente guarda relación con los procesos globales del cambio climático actualmente en curso. La probable continuidad de este fenómeno y de otras anomalías asociadas (olas de calor, aumento de la temperatura, etc.), unido a su ínfima población y su actual incapacidad para reproducirse de forma natural, pueden significar la puntilla final de su desaparición en la naturaleza en un plazo de tiempo relativamente corto”.
Por otro lado, Rafael Almeida hace un resumen de las medidas de protección que se han tomado hasta ahora. En este sentido cuenta que desde el año 1998, se han puesto en marcha acciones encaminadas a su conservación. Durante estos años, el Jardín Botánico Viera y Clavijo se ha encargado de su propagación y cultivo, de la conservación de sus semillas, de la donación a jardines botánicos nacionales e internacionales, del fomento de campañas de restauración y repoblación, y de la difusión de su conocimiento. Fuera del Jardín se han plantado ejemplares en diversas instituciones de Gran Canaria y en jardines y terrenos de particulares. Asimismo, se han desarrollado acciones de repoblación orientadas al refuerzo de la población natural, llevadas a cabo por la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Gran Canaria, y en menor medida mediante la colaboración de diversos grupos de voluntarios.
Otra actuación que el geógrafo destaca es la creación y consolidación de una red de huertos semilleros para el mantenimiento y preservación de la diversidad genética de esta especie. Almeida refiere que contando con el visto bueno del Servicio de Medio Ambiente del Cabildo insular, en octubre de 2015 se plantaron 46 ejemplares en cuatro enclaves repartidos en su área de distribución natural. Según nuestro entrevistado, “además de reforzar su población natural, con esta actuación se pretende lograr, en un plazo de unos veinte-treinta años, la producción de semillas a gran escala y con una mayor riqueza genética, que permitan emprender futuras actuaciones de refuerzo y de conservación. En cada enclave se han plantado ejemplares nacidos directamente de los seis pies reproductores que han proporcionado semillas hasta el momento, estando todos ellos identificados y geolocalizados. La idea es ir incorporando en cada huerto de la red, el mayor número de individuos de distinta procedencia que sea posible. En la actualidad, todos crecen a un buen un ritmo”.
A causa de la sequía, este pie juvenil acabó muriendo a comienzos de 2021. Imágenes tomadas el 23/10/1998 y el 17/08/2021. Los Desriscaderos, Barranco de Arguineguín.
A modo de balance de estas medidas, Rafael Almeida sostiene que todas se han caracterizado por su carácter improvisado, más bien fruto de iniciativas puntuales que de una planificación programada. Sin embargo, “esto puede y debe cambiar a partir de ahora”, asegura el geógrafo. En efecto, y según nos explica, el pasado 28 de marzo se aprobó el documento de avance del plan de recuperación del drago de Gran Canaria, que se publicó el 1 de abril para su sometimiento a información pública por un plazo de un mes. El plan recoge ocho objetivos y un conjunto de actuaciones para cada uno de ellos, a las que se les asigna tres niveles de prioridad de ejecución: alta, media y baja. Según nuestro entrevistado, “no cabe duda de que la aprobación de este plan preceptivo supone un salto cualitativo en el camino de la conservación de esta especie emblemática de Gran Canaria”.
Por último, el experto hace la siguiente reflexión acerca del mencionado plan: “La simple aprobación e implementación del plan no supone una garantía segura de cara a su conservación. Este fin sólo se podrá alcanzar mediante la concienciación de la sociedad grancanaria y el firme compromiso por parte de las instituciones responsables, de impulsar en tiempo y forma las medidas que contempla este plan, lo que implica dotarlas de suficientes recursos económico. Tampoco cabe esperar grandes logros en un plazo corto de tiempo. Los resultados que seamos capaces de alcanzar y su grado de eficacia sólo se verán a medio y largo plazo, ya que es previsible y necesaria la continuidad de muchas de estas actuaciones durante varias décadas. Sólo entonces sabremos si el esfuerzo valió la pena y si logramos llegar a tiempo de evitar la completa extinción en la naturaleza de esta especie única”, concluye.