¿Aceleración azul o simplemente depredación? Así es la carrera por sacar cada vez más recursos del mar

La creciente demanda de comida, materias primas, energía y espacio marítimos ha generado ya una disputa acelerada por hacerse con esos recursos: el lunes comienza la Conferencia de la ONU sobre los Océanos que dice buscar «un uso sostenible» del mar

Un año de temperaturas récord en el agua está destruyendo la vida en el Mediterráneo

A medida que los recursos naturales tierra adentro declinan, los ojos se han puesto en el mar. La creciente demanda de comida, materias primas, energía y espacio ha generado ya “una carrera entre diferentes –y a menudo en competencia– intereses por hacerse con esos recursos”, como lo describen los académicos.

Este lunes comienza en Niza (Francia) la tercera Conferencia de la ONU sobre los Océanos. Un foro “de alto nivel” –acudirá el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez– para “implementar la conservación y uso sostenible de los océanos, los mares y los recursos marinos”. El lema es: “Acelerar la acción y movilizar a todos los actores”.

Sin embargo, lo que está experimentando el mar es otro tipo de aceleración. La expansión muy rápida y creciente de las actividades humanas en el mar para hacerse con esos recursos es denominada aceleración azul –en referencia a la economía azul–. A la vista de la velocidad y el volumen, en algunos aspectos se asemeja más a una depredación azul.

“En algunas actividades puede decirse verdaderamente que ya ha habido una depredación en el sentido de que se ha agotado un recurso”, explica el investigador del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC, Miquel Ortega. “En España, por ejemplo, hubo extracción de petróleo hasta los años 70 en el delta del Ebro y ahora no. ¿Por qué? Porque lo hemos acabado completamente”, relata el físico.

En algunas actividades puede decirse verdaderamente que ya ha habido una depredación en el sentido de que se ha agotado un recurso

Miquel Ortega
Investigador del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC

Ortega describe una situación similar en el ámbito de la pesca: “En el Mediterráneo español a partir de años 90 ya se llegó a un máximo y, desde entonces, ha ido disminuyendo la cantidad de pescado. No porque no haya mejores tecnologías, que las hay, o porque no se haya querido pescar más, sino simplemente porque el recurso no da para más”.

Esta no es una circunstancia exclusiva de España. “Si tú ves a nivel mundial la cantidad de pesca que se ha extraído en los últimos 30 años, detectas que está totalmente estabilizada, aunque hay más demanda que se cubre con acuicultura”, apostilla este experto en recursos pesqueros. “El ecosistema no permite una extracción mayor tal como se está gestionando actualmente”.

Ortega ha estudiado la aceleración azul que afecta concretamente al Mediterráneo. En 2020 publicó un trabajo que concluía que la manera en la que se estaba utilizando el mar hacía “inimaginable” continuar con esa tendencia. Pero, un lustro después, ha constatado que “el ritmo ha continuado. Por lo que hemos visto en los años posteriores no se ha revertido esa tendencia”.

La aceleración azul en el Mediterráneo “ya ha conllevado el agotamiento de algunos recursos, el declive del rendimiento pesquero y la reducción de la costa no artificializada disponible”, advertía la investigación de Ortega y sus compañeros.

Intensidad “sin precedentes”

La carrera en pos de extraer recursos marinos y utilizar el océano en beneficio propio incluye múltiples actividades económicas. “Reclamar los recursos y el espacio oceánicos no es nuevo para la humanidad, pero la extensión, intensidad y diversidad de las aspiraciones actuales no tienen precedente”, destaca esta recopilación de datos de los últimos 50 años llevada a cabo por el Stockholm Resilience Centre donde se acuñó este concepto.

Granjas de peces, perforaciones de petróleo y gas, minería, campos eólicos, turismo costero o vertederos de basura. Nada escapa a la voracidad económica.

Quizá la actividad más inmediata que se asocia al mar sea la obtención de comida. Por un lado, la pesca está tocando sus propios límites –como detallaba el investigador Miquel Otega–, pero, por el otro, la acuicultura se ha incrementado exponencialmente. “Desde el año 2000 es el sector alimentario que ha crecido más rápidamente”, constata el informe sobre aceleración azul de la Alianza para la Acción contra los Riesgos y la Resiliencia del Océano. El espacio en las costas adecuado para esta actividad “representa un gran potencial para su expansión”. Y, por tanto, de ocupación del litoral.

Perforar, excavar, extraer

La extracción de materiales del fondo del mar no es algo nuevo, pero sí su dimensión. Y no se detiene. “Casi el 70% de los mayores yacimientos convencionales de hidrocarburos descubiertos en este siglo se localizan mar adentro”, detalla el mismo informe. Además, según se agotan los campos petrolíferos más superficiales “las nuevas tecnologías están permitiendo llevar la producción a profundidades cada vez mayores y nuevos territorios como el Ártico, donde se supone que hay grandes reservas de petróleo y gas por descubrir” y explotar.

Además de los hidrocarburos, el mar está convirtiéndose cada vez más en un campo minero. Tanto para sacarle arena (el material que más se excava de los océanos) como para obtener minerales estratégicos de las grandes profundidades.


Extracción de arenas y gravas en una playa del norte de Sagunt.

La ONU calcula que cada año se extraen 6.000 millones de toneladas de arena del mar. Una enorme cantidad que hace que el mundo “se esté aproximando a la tasa de reposición natural de los 10.000 o 16.000 millones que los ríos deben aportar para mantener la estructura y funciones de los ecosistemas costeros y marinos”.

“El tema de la extracción de arena es un problema en todo el mundo”, aclara Miquel Ortega. En muchos sitios esa arena se utiliza en la construcción, explica la ONU, sin embargo en España “es sobre todo para la reposición de playas”, matiza el investigador del Instituto de Ciencias del Mar.

La regresión de las playas en España –por la subida del nivel del mar y los embates de los cada vez más fuertes temporales costeros traídos por el cambio climático– hace que “si quieres tener playas, tengas que reponer la arena”. Pero no vale cualquier arena: “No puedes cogerla de cualquier sitio, tienes que quitarla de zonas con características similares a la arena que había antes en esas playas, con lo que tienes que ir a zonas costeras donde hay ecosistemas relevantes”.

Al mismo tiempo, el mundo está intentando regular la minería de metales depositados en los fondos marinos a muchos metros debajo del agua. Actualmente hay unos 900.000 km2 de fondos bajo permisos de exploración en zonas bajo jurisdicción de algún país y otros 1,4 millones de km2 en aguas internacionales. La moratoria para dilatar la luz verde a estas actividades peligra, ya que presidente de EEUU, Donald Trump, ha mandado que se levanten las cortapisas en lo que su propia administración ha llamado “la próxima fiebre del oro”.

Turismo sin freno, transporte y basura

El turismo costero supone el 99% de la facturación de la Unión Europea asociada a la economía azul, es decir, relacionada con el mar. “Uno de los sectores más acelerados del turismo mundial que aporta ingresos a millones de personas”, apostilla el informe de la Alianza. La OCDE calcula que supone el segundo empleador y el 26% de todo el valor añadido de las industrias basadas en los océanos. En este sentido, los pasajeros de cruceros se han multiplicado por 60 desde los años 70.

A caballo de esta galopada económica, los científicos atestiguan la destrucción de hábitats, la pérdida de costa natural en favor de la artificialización del litoral, los problemas de gestión de residuos sólidos y aguas residuales que comporta la concentración de turistas.


El crucero Emerald Princess, en una fotografía de archivo. EFE/ Cabalar

La lista continúa. La pelea por el espacio en el océano no cesa: la autopista marina de mercancías está atestada porque el 80% de los productos que consumimos a nivel internacional pasan por el mar, es decir, los transporta un barco. Y el 95% de los datos digitales viajan por un cable submarino. Eso sin tener en cuenta la ocupación de ese espacio con la basura que se genera tierra adentro, especialmente de plástico proveniente de los envases, los objetos de un solo uso, los desechos de material agrícola o la basura de microplásticos.

Existe un consenso internacional acerca de que el medio marítimo soporta múltiples y crecientes presiones por parte de las actividades humanas en busca de beneficios. Por eso se convocan conferencias como la que comienza este 9 de junio. La cuestión es si se aliviarán esas presiones porque, como dice el investigador Miquel Roca, “si todas las evaluaciones te dicen que ese ecosistema está frágil, el riesgo es que pierda las funciones que la naturaleza hace para el bienestar de las personas”.

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