«Supongo que ser bisexual es bastante guay… hasta que llega el momento de salir realmente con alguien del mismo género»; comentarios como este, dirigidos en redes a las artistas por sus actuales relaciones con hombres, reflejan el persistente cuestionamiento a las identidades bisexuales
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“Día 5 del mes del Orgullo 2025 y Fletcher está celebrando su orgullo saliendo con un hombre”, dice una usuaria de X con la bandera lésbica en su perfil. “Supongo que [para Billie Eilish] ser bisexual es bastante guay… hasta que llega el momento de salir realmente con alguien del mismo género”, dice otro usuario cuya biografía reza “esparciendo positividad”. “JoJo Siwa pasándose casi todo el último año haciendo de su homosexualidad toda su personalidad con música de la era ‘chica mala’, para llegar al mes del Orgullo y volverse heterosexual es un nivel de ironía absolutamente ridículo”, escribe otro en cuyos últimos compartidos aparecen consignas en favor de los derechos trans.
Estos son solo algunos de los numerosos comentarios que han aparecido en redes sociales estas primeras semanas de junio —el mes del Orgullo LGTBIQA+— a raíz de que a las cantantes Fletcher, Billie Eilish y JoJo Siwa se las haya relacionado, o ellas mismas hayan declarado, tener un vínculo afectivo-sexual con un hombre.
A pesar de que la cantante Fletcher siempre ha afirmado identificarse como queer (y no como lesbiana), y Billie Eilish ha reconocido en varias ocasiones que se siente atraída por hombres y mujeres, su deseo por los hombres es entendido como una traición en este contexto político especialmente marcado por el auge de los discursos reaccionarios y el avance del fascismo.
La última encuesta del CIS sobre relaciones y sexualidad, publicada en febrero de 2025, apuntaba que un 5,9% de la población española afirma que es bisexual, un 2,8% que es homosexual y un 85,4%, heterosexual. Y un estudio sobre bisexualidad publicado en 2024 por el Pew Research Center afirma que el 4% de la población adulta estadounidense se define como bisexual, frente al 3% que se define como gay o lesbiana y que, dentro del colectivo, las personas bisexuales representan el grupo más numeroso —un 60% del total—; los casos de estas tres artistas son solo un ejemplo más de la bifobia latente dentro de la sociedad. Y no solo por parte de círculos conservadores homófobos, sino también por personas dentro del propio colectivo.
Una traición a lo queer
Para entender el origen de estos comentarios, en primer lugar hay que tomar conciencia del lugar que ocupa la bisexualidad dentro de la sociedad y, también, dentro del colectivo. A pesar de que fue una mujer bisexual, Brenda Howard, quien coordinó la primera marcha por el Orgullo LGTB el 28 de junio de 1970, un año después de los levantamientos de Stonewall, y de ser la impulsora de numerosas iniciativas y organizaciones LGTB durante los años 80 y 90, las identidades bisexuales siempre han ocupado un lugar secundario y menospreciado dentro del movimiento. La bisexualidad ha sido estigmatizada como una ‘fase’ o un ‘estado transitorio’ hacia ese lugar libre de duda que debes habitar. Desde fuera de la comunidad, ha sido asociada a la deslealtad, la infidelidad y, especialmente en el caso de las mujeres, a la promiscuidad en un sentido peyorativo. Mientras que, desde dentro del movimiento, también se ha entendido como un lugar de confusión e indecisión, de ‘no ser lo suficientemente queer’, entendida como una traición, e, incluso, como un engaño a las personas verdaderamente homosexuales.
A la bisexualidad se le permite estar dentro del colectivo siempre que no lo parezca
La investigadora en género y comunicación Babette Lagrange escribe en el artículo On the Crossroad of Bisexual Theory and Affect Theory: Bisexual Shame as an Emotion Shaped by Heterosexism and Biphobia [En la encrucijada entre la teoría bisexual y la teoría del afecto: la vergüenza bisexual como una emoción moldeada por el heterosexismo y la bifobia], que los hombres bisexuales continúan siendo percibidos desde dentro del colectivo como “gays poco comprometidos”; mientras que de las mujeres bisexuales se dice que están en una “fase de experimentación” hasta, en muchas ocasiones, acabar estableciéndose con un hombre para formar un “hogar hetero”.
Rocío Esperilla, escritora y creadora de contenido sobre bisexualidad, alude a este tipo de conductas bífobas dentro del colectivo como análogas a aquellas que se reproducen contra la homosexualidad desde la heteronorma. “A la bisexualidad se le permite estar dentro del colectivo siempre que no lo parezca. Una chica puede ser bisexual siempre que parezca lesbiana y esté en relaciones con mujeres, o con personas no binarias leídas como mujeres”, explica. “Eso me recuerda a cómo la heteronorma acepta a las personas homosexuales si no se les nota, si no tienen pluma, si no están todo el día con la bandera, si no lo van promulgando, si no se morrean con su pareja por la calle”. Este es el tipo de aceptación por asimilación de la que habla la escritora Sara Ahmed en su obra La promesa de la felicidad (Caja Negra), cuando dice que a las personas queer “se les exige aproximarse a los signos heterosexuales de la vida civil” para verse representados, algo que “invisibiliza el trabajo y la lucha que han llevado adelante las personas queer, y los mundos de vida generados por el activismo”.
A pesar de que la cantante Fletcher siempre ha afirmado identificarse como queer (y no como lesbiana), su nueva relación con un hombre ha sido entendida por algunos como una traición al colectivo.
En un reel de humor del creador de contenido diego de vidts (@diegodebitch), este se pregunta: “¿Qué le pasa a nuestras lesbianas? La ultraderecha está ganando. Todas las mujeres se están volviendo hetero”. A pesar de su clave humorística, este vídeo perpetúa muchos de los mensajes bífobos que culpabilizan a las personajes bisexuales. Ya no solo por considerarlas traidoras de lo queer —como si vincularse con un hombre fuera automáticamente sinónimo de perpetuar las dinámicas de una relación heteronormativa—, sino también por no tener un compromiso político lo suficientemente elevado como para no dejar que el discurso de la heterosexualidad obligatoria vuelva a calar en su identidad.
Deseo, vivencia y vergüenza bisexual
Otra de las problemáticas que resurgen a partir de comentarios como este recibido por Eilish: “Hizo todo un álbum sobre ser lesbiana para luego salir con un hombre”, es un indicativo de cómo la identidad bisexual, más que ninguna otra, se juzga por las personas con las que te vincules afectivo-sexualmente, más que por la inclinación de tu propio deseo. “Si eres una mujer bisexual y empiezas una relación con un hombre, o se te señalará por ello, o, como mínimo, serás objeto de escrutinio para determinar si es legítimo o no que estés con un tío, si es algo ‘real’ de ‘buena bisexual’ o si es una forma velada de volver al patriarcado”, explica Elisa Coll, autora del ensayo Resistencia bisexual: mapas para una disidencia habitable (Melusina). En la misma línea, afirma Rocío Esperilla que “si Kristen Stewart, a pesar de haber hablado en numerosas ocasiones sobre bisexualidad, mañana empezara a salir con un hombre, volvería a recibir este odio en redes sociales”.
Su sexualidad se pone en duda en función de la persona con la que se vinculan. A través de una mirada monosexista, se las percibe como heterosexuales
El hecho de legitimar una identidad y una orientación en relación a aquellas personas con las que mantienes una relación sexual, lo único que hace es perpetuar una sociedad basada en el alocentrismo. Es decir, aquella que entiende como natural y normal que todas las personas experimenten atracción y deseo sexual. “Definirnos en función de nuestras parejas, además de bífobo, también nos quita agencia si no tenemos un nivel de deseo normativo. Le quita agencia a las personas asexuales y hace que nuestro deseo dependa solo de si tenemos una pareja o no”, explica Esperilla. La bisexualidad, bajo esta premisa, parece estar atravesada por la vivencia y la experiencia corporal en relación al otro, más que por el deseo de una misma.
Esta mirada sobre el otro es lo que lleva a la investigadora Lagrange a vincular la vergüenza como una emoción “pegada” a la experiencia bisexual. La vergüenza es, en palabras de la investigadora Sally Munt, y autora del libro Queer Attachments: The Cultural Politics of Shame [Vínculos queer: la política cultural de la vergüenza], “la más reflexiva de las emociones, ya que siempre se relaciona con la mirada del yo desde el punto de vista del otro”. Sentimos vergüenza al sentir que no pertenecemos a un lugar y esto provoca la expulsión —directa o indirecta— de determinados espacios. En una de las entrevistas realizadas para su artículo, una mujer bi le contaba a Lagrange cómo evitaba llevar parejas masculinas a eventos LGTBIQA+ porque no quería invadir ese espacio con una ‘relación heterosexual’. “Su sexualidad se pone en duda en función de la persona con la que se vinculan. A través de una mirada monosexista, se las percibe como heterosexuales. Esta es una de las formas en las que puede borrarse la bisexualidad de las personas. Esta forma de borrado es una manifestación de heterosexismo que puede desembocar en vergüenza sistémica”, explica la investigadora.
Esta vergüenza sistémica es la que también parece llevar a la cantante Fletcher a sincerarse en su última canción, Boy, sobre el hecho de haberse enamorado de un hombre: “And I know it’s not what you wanted to hear. I fell in love. And it wasn’t with who I thought it would be. And I’m scared to think of what you’ll think of me” [Y sé que no es lo que querías escuchar. Me enamoré. Y no fue de quien pensaba que sería. Y me da miedo pensar qué pensarás de mí]. El temor al escrutinio social presente en el tema, el cual también ha sido criticado por una posible estrategia de marketing en su lanzamiento, no exculpa la bifobia presente en comentarios del tipo: “Que esté con quien quiera, ¿pero lo tiene que anunciar justo en junio?”. “Esta pregunta implica que, por muy bi que sea Fletcher, estar con un tío es sinónimo de heterosexualidad. Es un alejamiento de lo queer, y por eso no tiene cabida en el Orgullo”, explica Coll. Y continúa: “Lo que importa aquí es la violencia correctiva hacia el resto del colectivo bisexual. Incluso siendo verdad que todo esto sea una campaña de marketing para narrar un retorno a la norma, (¡que por supuesto puede ser así!), la reacción bífoba en redes no deja de ser igual de real”.
Incluso siendo verdad que todo esto [que ha hecho Fletcher] sea una campaña de marketing para narrar un retorno a la norma, (¡que por supuesto puede ser así!), la reacción bífoba en redes no deja de ser igual de real
El retorno al discurso binario
Toda esta cuestión está permeada por una peligrosa vuelta al discurso esencialista y binario que, en muchos de los casos, proviene de personas pertenecientes al colectivo. A principios de mes, las redes sociales también ardieron al enterarse de que JoJo Siwa, la actriz y cantante estadounidense que declaró formar parte de la comunidad LGTBIQA+ en 2021, ha iniciado una relación con Chris Hughes, con quien entabló una buena amistad en el reality show Celebrity Big Brother U.K. Siwa entró en el programa identificándose como lesbiana y manteniendo una relación con le intérprete Kath Ebbs. Sin embargo, dentro del propio reality, empezó a cuestionar partes de su propia identidad y orientación: “Siempre me había dicho a mí misma que era lesbiana, y creo que al estar aquí me he dado cuenta: ‘Ah, no soy lesbiana, soy queer. Y creo que eso es genial. ¡Estoy cambiando de letra!”.
Dentro de un programa de televisión conocido por grabar las 24 horas de sus participantes, Siwa encontró un espacio para la vulnerabilidad en la compañía de Hughes y otros compañeros: “Tienes lo femenino, tienes lo masculino. He conocido a muchas mujeres, las amo, pero no siento que sea como ellas. He conocido a muchos hombres, los amo, definitivamente no soy como ellos. He conocido a muchas personas no binarias en mi vida, y esas personas no binarias tan hermosas son con quienes más me identifico, y es… no sé… no es algo que quiera afirmar aún sobre mí, pero sí es algo que me confunde”.
El caso de Siwa ha sido todavía más criticado porque, tanto su comunidad de fans, como otros miembros del colectivo, la habían enaltecido como una figura lesbiana, algo con lo que ella parecía sentirse cómoda, a pesar de que, en sus primeras declaraciones en relación a su sexualidad, afirmaba habitar la disidencia desde la duda: “No sé… bisexual, pansexual, queer, lesbiana, gay, heterosexual. Siempre digo gay porque lo abarca todo [frente al uso en español, en inglés sí es habitual que sea utilizado por mujeres], o queer, porque me parece una palabra genial”. Sin embargo, en lugar de percibirse el potencial creativo y transformador de la posibilidad de seguir cuestionando los rígidos mandatos del binarismo, esto ha sido percibido como un paso atrás. “Cuando señalas esto, parece que estás defendiendo a los hombres cisheterosexuales. Pero no: lo que defiendo es no caer en el mismo esencialismo del feminismo tránsfobo y en no definir la implicación política de las mujeres y personas queer a partir del género de la persona con quien se acuestan”, asegura Coll.
Por lo tanto, en un contexto donde el Orgullo debería ser espacio de celebración y resistencia, la bisexualidad sigue siendo puesta en duda, vigilada y corregida incluso desde dentro del colectivo. Lo que muestran los casos de Billie Eilish, Fletcher y JoJo Siwa no es una traición a lo queer, sino la persistencia de una mirada normativa que parece obcecada en reconocer únicamente ciertas formas de deseo como legítimas. Sin embargo, frente a esa mirada que excluye, muchas personas bisexuales encuentran en la experiencia de ciertas emociones compartidas como la vergüenza un punto de encuentro: “Una posibilidad de generar colectividad, de transformarla en orgullo compartido y en validación mutua”, reivindica Lagrange. Ese orgullo colectivo, que se construye tanto en los márgenes como en lo cotidiano, recuerda que las personas bisexuales sí son “lo suficientemente queer.”