Algunos nos pretenden dividir en dos tribus: los con hijos y los sin, los abnegados y los irresponsables, los comprometidos y los individualistas, la decencia y el libertinaje, la trascendencia y la intrascendencia vital regada de ansiolíticos y gatos. Por suerte, existen lazos sociales que combaten y desafían estos encasillamientos
A la pregunta del titular de la columna le sigue un “Ahora todo son risas, pero en unos años comerás tu solo el día de Navidad”. Este inofensivo mensaje se puede leer estos días en varios de los arcenes del Metro de Madrid gracias a una campaña de la Asociación de Familias Numerosas de Madrid. La campaña pretende “cuestionar los estilos de vida actuales basados en relaciones sin compromiso, promovidos desde las redes sociales y aplicaciones de citas, que esconden un futuro marcado por la soledad”.
Es muy loable el interés de la Asociación de Familias Numerosas de Madrid por combatir la soledad y la falta de compromiso en las relaciones líquidas actuales (a favor de cualquier campaña que refuerce la madurez emocional y los lazos socioafectivos de algunos hombres), pero infundir miedo a terminar cenando solo en Nochebuena simplemente por no tener hijos desde luego no parece la mejor manera de hacerlo. El enfoque de la Asociación de Familias Numerosas de Madrid dirigido fundamentalmente a nosotras, las mujeres (ergo, las gestantes), refuerza la incapacidad clásica de concebir a las mujeres fuera de la maternidad y una idea en creciente aumento los últimos años: la de que tener hijos y formar una familia es la única opción moral posible.
Es un mensaje pernicioso porque hay muchos motivos por los que una mujer no querría o no podría formar una familia. Al margen de la incapacidad reproductiva (que queda exenta de juicios morales) y al margen de motivos económicos (siempre debatibles), una mujer puede estar soltera y no querer ser madre monoparental, puede haber atravesado una relación complicadísima, puede tener un distanciamiento emocional y físico de su familia que no quiere repetir o perpetuar, puede querer para un hipotético hijo la estabilidad en la primera infancia que no tuvo en la suya, puede haber miedos, duelos, problemas de salud mental. O simplemente no desea ser madre porque las libertades que conlleva no tener hijos son mucho más profundas que la emoción vacía de ir de flor en flor, el sexo sin compromiso o la vida disoluta. Es incluso posible desear no tener hijos estando en una relación plena de pareja (esto a algunos les vuela la cabeza, pero sucede).
Hay otro punto importante en todo este asunto y es el papel que algunos otorgan a los hijos convertidos casi en un símbolo de estatus moral, la antítesis de los lorazepanes, los viajes sin fundamento, las apps de citas y los gatos. Los niños como el trofeo del premio de la vida plena y de la autorrealización. Y la ausencia de hijos como sinónimo de egoísmo, egocentrismo y amoralidad. Ya sabes: ser padre es el trabajo más importante del mundo. Los hijos te cambian la vida para bien. ¿Y si tus padres hubieran decidido no tenerte? ¿Quién te cuidará cuando te hagas mayor y seas dependiente? ¿Quién va a pagar tu pensión? ¿Cómo se mantendrá el Estado? ¿Y si te arrepientes y es demasiado tarde? ¿Tú estás completamente segura de no querer tener hijos? ¿Por qué no congelas óvulos por si acaso?
La vida doméstica plena es una narrativa muy cautivadora, desde luego; esa perspectiva de estabilidad, seguridad, amor duradero y cuidados. ¿Es la familia una gran medicina contra la soledad? Por supuesto que lo es. Las familias son un sostén poderosísimo. ¿Es la única medicina que existe? Pues claro que no. Cuántos abuelos o padres de familias numerosas están ahora mismo sentados en la penumbra de sus residencias sin recibir una visita desde hace semanas, cuántas familias están infectadas por todo tipo de soledades, cuántos hijos viven traumatizados por las terribles relaciones de sus padres.
Algunos nos pretenden dividir en dos tribus: los con hijos y los sin, los abnegados y los irresponsables, los comprometidos y los individualistas, la decencia y el libertinaje, la trascendencia y la intrascendencia vital regada de ansiolíticos (los padres aparentemente no tienen problemas de salud mental) y gatos. Por suerte, existen lazos sociales que combaten y desafían estos encasillamientos. Y, por suerte, existe muchos otros tipos de cuidados.