Ironías del destino. La gran potencia del euro, Alemania, que logró contener sus tentaciones ideológicas en 2012 para no dejar caer la divisa común en plena crisis de la deuda europea, calificó de “vagos” a los trabajadores meridionales, impuso recetas liberales draconianas a los socios rescatados, exigió ajustes que retrasaron su retorno al dinamismo europeo y controló con los las que supervisaron minuciosamente la austeridad, está sumida en una parálisis industrial que le ha empujado a un bienio anémico de su PIB, que se ha debatido entre los números rojos y negros.