Vida y muerte en la prisión-flotante para migrantes de Reino Unido: “Nadie quería estar allí, pero no teníamos otra opción”

El proyecto de convertir el Bibby Stockholm en un centro para solicitantes de asilo estuvo rodeado de polémica desde el inicio. El gobierno laborista de Keir Starmer ha optado por no renovar el contrato con los propietarios de la barcaza, que saldrá de aguas británicas en breve. Esta es la historia contada por sus protagonistas

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Los solicitantes de asilo que se alojaron en el Bibby Stockholm, la prisión-flotante para migrantes de Reino Unido, se quejan de haber tenido el mismo sueño de forma recurrente. Mientras dormían en las estrechas literas de la barcaza de alojamiento, soñaban que desaparecían del Reino Unido en plena noche, que el Ministerio del Interior soltaba amarras y dejaba la barcaza a la deriva, en mar abierto, rumbo a Ruanda.

El sueño no es sorprendente. En 2023 y 2024, los dos planes más destacados del gobierno conservador para “detener las pateras” que cruzaban el Canal de la Mancha eran la barcaza de alojamiento y un plan para enviar solicitantes de asilo a Ruanda. Ambas políticas tenían un objetivo disuasorio e hicieron correr ríos de tinta. Y ambas han fracasado.

Pero, mientras que los vuelos a Ruanda se quedaron en papel mojado, debido a una serie de recursos legales y el fin del gobierno conservador, el plan de alojar a solicitantes de asilo en el Bibby Stockholm sí llegó a implementarse. Los primeros solicitantes de asilo subieron a la barcaza el 7 de agosto de 2023 y el último grupo lo hizo el 26 de noviembre de 2024. Una de las primeras medidas del gobierno laborista entrante tras ser elegido en julio fue anunciar la terminación del contrato con los propietarios de la barcaza y eliminar, por completo y de forma inmediata, el plan de deportaciones a Ruanda.

La llegada de la barcaza al puerto de Portland, en Dorset, fue recibida con consternación tanto por los lugareños que se solidarizaron con los solicitantes de asilo como por los que los rechazaban. Durante año y medio estuvo atracado en el puerto; un símbolo, según sus detractores, de todo lo que está mal en la política de asilo del gobierno. Hasta finales de noviembre, albergaba a unos 500 hombres que esperaban la respuesta a sus solicitudes de asilo. Esta semana, por fin, se trasladará, sin pena ni gloria, a otro lugar y con otro propósito, fuera del Reino Unido.

Durante el tiempo que la prisión-flotante se utilizó como alojamiento para solicitantes de asilo, estuvo rodeada de polémica. Hubo numerosos casos de problemas de salud mental entre los hombres alojados en la barcaza, incluido el presunto suicidio de un joven; el descubrimiento de bacterias potencialmente mortales en el suministro de agua; preocupaciones sobre la seguridad contra incendios; comida en mal estado; chinches e inundaciones. También salieron a la luz relatos que mostraban que, a pesar de su derecho a salir de la gigantesca estructura de tres pisos durante el día, los solicitantes de asilo sentían que estaban retenidos en condiciones similares a las de una cárcel.

Los planes de alojar a solicitantes de asilo en la barcaza se hicieron públicos el 29 de marzo de 2023, cuando el entonces ministro de Inmigración, Robert Jenrick, compareció ante el Parlamento y anunció que el Gobierno estaba estudiando esta forma de alojamiento. El anuncio fue recibido con consternación. Al anunciar la medida, Jenrick afirmó que era necesario “insuflar disuasión a todo nuestro sistema”. Fue la primera vez en su historia que el Reino Unido utilizó una barcaza para alojar a solicitantes de asilo. En la primavera de 2022 se había utilizado un viejo crucero con el mismo fin en los Países Bajos, pero se enfrentó a un brote de fiebre tifoidea, con 72 casos confirmados. La enfermedad se atribuyó a aguas residuales sin tratar.

El 9 de mayo de 2023, el Bibby Stockholm, utilizado anteriormente para alojar a trabajadores del sector del petróleo y el gas, llegó al Reino Unido procedente de Italia. En Falmouth se acometieron las obras de acondicionamiento para convertir la mayoría de los 222 pequeños camarotes individuales en espacios para dos personas.

Unos meses más tarde, el buque llegó a Portland y el Ministerio del Interior organizó una visita para los medios de comunicación, que captaron con sus cámaras el hacinamiento de los camarotes, la estrechez de los pasillos y el carácter carcelario de la gigantesca estructura. El Ministerio del Interior duplicó la capacidad simplemente instalando literas. Cada una de las cabinas azules tenía una pequeña ducha y un retrete, un escritorio de madera sencillo, una silla, un armario y literas con armazón de hierro que, según los solicitantes de asilo, emitían chirridos agudos cada vez que uno de ellos se daba la vuelta en los delgados colchones.

Los solicitantes de asilo que fueron enviados a la barcaza eran en su mayoría personas especialmente vulnerables, muchas de las cuales no sabían nadar y tenían fobia al agua tras haber estado a punto de ahogarse en su travesía por uno o varios mares hasta el Reino Unido. Se les dio a elegir entre ir a la barcaza o quedarse sin hogar. Uno de los solicitantes de asilo con los que ha hablado The Guardian pensó que no le asignarían el Bibby Stockholm porque corría el rumor de que sólo se alojarían allí los solicitantes que hubieran llegado al Reino Unido en una embarcación pequeña. “No es mi caso”, pensó. “Pero recibí una carta en la que me comunicaban que me habían asignado este alojamiento”, explica.

“Era una auténtica cárcel”

Otro explica que su abogado le dijo que si no accedía a alojarse en la barcaza, esto podía tener un impacto negativo en su solicitud de asilo. Cuando vio el Bibby Stockholm por primera vez, se horrorizó. “Nadie quería alojarse en la barcaza, pero no teníamos otra opción”.

Muchas de las personas a las que se trasladó a la barcaza padecían trastornos físicos y mentales, entre ellos estrés postraumático, problemas renales y discapacidades, incluida la ceguera. La organización benéfica Care4Calais documentó estas afecciones en un grupo de 56 personas. Algunos recurrieron la decisión y consiguieron evitar el traslado. Los solicitantes de asilo que sí tuvieron que alojarse en la barcaza quedaron conmocionados por las condiciones. “Cuando llegamos, lo que vi me dejó completamente perplejo”, explica uno de los solicitantes de asilo a The Guardian. “Pensé que me iba a dar un infarto. Era una auténtica cárcel. No te puedes imaginar lo altos que eran los muros”. Otro dice que ser enviado a la barcaza había destruido su esperanza en el futuro.

Muchos hombres lloraron y tuvieron ataques de pánico durante su estancia en la barcaza. El primer desastre se produjo el primer día. Al embarcar los solicitantes de asilo, se confirmó que había restos de legionela en el suministro de agua. Esta bacteria, que se propaga a través de gotas minúsculas de aerosol, puede causar una rara forma de neumonía. Los que habían aceptado a regañadientes embarcar fueron los últimos en enterarse de la presencia de la bacteria, y muchos sólo lo supieron por las noticias de última hora. Tuvieron que buscar la palabra legionela en Google para entender qué estaba pasando.

Entre bastidores se desencadenó una actividad frenética, con la esperanza de que las autoridades resolvieran el problema de la legionela sin que se enteraran los medios de comunicación. Pero no fue así. Los relatos difieren sobre quién en el gobierno dijo qué y cuándo, pero al final de la semana la historia estaba en la portada de los periódicos y a los 39 solicitantes de asilo que habían sido trasladados se les asignó otro alojamiento. La experiencia les aterrorizó, y las imágenes de los solicitantes de asilo abandonando la barcaza con sus maletas tras sólo cuatro días y medio fueron un desastre para la imagen del gobierno.

Tras ser evacuados a hoteles y conocerse el alcance del problema de la legionela, uno de los solicitantes de asilo declaró: “La confianza se ha roto por completo”. El exsecretario para el Brexit, David Davis, calificó el incidente de “incompetencia pasmosa”.

El incidente marcó la pauta de una serie de percances y tragedias. El gobierno conservador estaba desesperado por meter a muchos solicitantes de asilo en la estrecha barcaza a tiempo para la Small Boats Week (Semana de los Barcos Pequeños, un plan de siete días del gobierno conservador para mostrar sus avances en frenar la llegada de embarcaciones pequeñas que cruzaran el Canal de la Mancha), que comenzaba el 7 de agosto de 2023. Con ello se pretendía dar un impulso estival a un gobierno de capa caída.

El gobierno esperaba que las condiciones espartanas del barco no sólo contribuyeran a disuadir a aquellos que quisieran cruzar el Canal, sino también a poner fin a las acusaciones de algunos votantes y sectores de los medios de comunicación de que el gobierno estaba permitiendo a los solicitantes de asilo vivir en hoteles de lujo. No ayudó que tres días más tarde, a mitad de semana, 756 personas cruzaran el Canal en lanchas neumáticas, la cifra semanal más alta en lo que iba de año. Dos días después, al menos seis personas murieron al intentar cruzar el canal. 

La crueldad no funcionó, y poco después de que se solucionara el problema de la legionela y los solicitantes de asilo regresaran a la barcaza, se produjo la siguiente tragedia. El 12 de diciembre de 2023, un joven albanés llamado Leonard Farruku fue hallado muerto, encerrado en el baño de su camarote compartido. Todo indica que se suicidó. Personas que lo conocían desde antes de ser trasladado a la barcaza afirman que mientras estuvo alojado en un hotel gestionado por el Ministerio del Interior ya tenía problemas de salud mental y que posteriormente fue trasladado a la barcaza en contra de su voluntad. Se abrirá una investigación sobre su muerte.

Ataques de pánico y desolación

La familia de Farruku ha culpado al gobierno y ha pedido una investigación independiente. Su hermana, Jola Dushku, de 33 años, ha indicado que la familia considera que “el gobierno británico debe ser considerado responsable de la muerte de Leonard. Nuestro deseo es conocer la verdad sobre lo que le ocurrió y asegurarnos de que no le ocurra lo mismo a otros solicitantes de asilo”. “La forma de hacerlo es que el gobierno lleve a cabo una investigación completa e independiente sobre su muerte”, indica.

Los solicitantes de asilo a bordo estaban desolados y temían que las opresivas condiciones los empujaban a quitarse la vida. Un solicitante de asilo que fue trasladado a la barcaza en abril de 2024 —y al que ahora se le ha concedido permiso para permanecer en el Reino Unido— explica que “muchos hombres lloraron y sufrieron ataques de pánico durante su estancia a bordo de la barcaza. Nos hicieron sentir como ganado. Antes era una persona alegre y sociable. Pero la experiencia me destrozó. No se puede salir indemne de ese lugar”.

Muchos manifestaron su preocupación por las malas condiciones: tener que pasar por un control de seguridad tipo escáner de aeropuerto cada vez que salían de la barcaza y volvían a ella; largas colas para recibir comidas a menudo incomestibles, que con frecuencia consistían en pequeñas porciones de pollo y arroz poco hechos; y una sensación generalizada de aburrimiento e inercia.

Chinces y comida en mal estado

Dos mujeres que trabajaron en la barcaza de alojamiento, Levana Coker y Bella Basstone, han hablado públicamente de condiciones a bordo. Ambas afirman haber sido testigos de un agudo deterioro de la salud mental de muchos de los hombres y señalan que las autoridades ignoraron la mayoría de las quejas sobre las condiciones de vida. Muchos testimonios afirman que los hombres eran tratados “como ganado” y tenían que soportar comida en mal estado, chinches e inundaciones en los camarotes.

The Guardian accedió a las capturas de pantalla de conversaciones en un grupo de WhatsApp para solicitantes de asilo y personal. Un solicitante de asilo escribió sobre la comida: “El pescado estaba tan crudo que podía hablar”. Otro dijo: “No existía la privacidad. La experiencia va más allá de lo imaginable. El sonido de las conversaciones se oía en otros camarotes. Mi único medio de comunicación con el mundo era mi teléfono móvil, que también se estaba muriendo… En resumen, era una cárcel para no delincuentes. Todavía tengo la persistente sensación de ser menos. Nunca me había sentido así antes de venir al Reino Unido”.

Los que fueron trasladados a la barcaza desarrollaron diferentes mecanismos de adaptación, siendo el más popular pasar el menor tiempo posible a bordo. Un solicitante de asilo somalí llamado Salah es el protagonista de un documental de Al Jazeera recién estrenado, sobre cómo su pasión por correr largas distancias le ayudó a sobrevivir. En el documental describe su experiencia en la barcaza: “Parece una prisión. No podemos salir después de las 10… Sólo entramos o salimos por seguridad. No se nos permite trabajar. Sentí mucho estrés”.

Racismo y discurso del odio

Los solicitantes de asilo que se alojaron en la barcaza también tuvieron que enfrentarse a las protestas racistas de algunos lugareños, reforzadas por las visitas de destacadas personalidades de la extrema derecha. “El odio ha radicalizado a nuestra comunidad”, afirma un activista antirracista local que siguió de cerca las protestas de extrema derecha y las publicaciones en las redes sociales. “Algunos miembros de la extrema derecha han utilizado terminología nazi como ‘infrahumanos’, ‘alimañas’ y ‘ratas del Canal’ en sus mensajes de Facebook relativos a los solicitantes de asilo que se alojaban en la barcaza”.

Pero muchos otros dieron un paso al frente para acoger a los solicitantes de asilo, y planearon un meditado y útil programa de apoyo. Laney White, del Grupo de Amistad Global de Portland, afirma que las reacciones de la comunidad han sido diversas. Algunas zonas de Portland se encuentran entre las más desfavorecidas del Reino Unido y algunos culpan a los solicitantes de asilo de sus problemas. Se trata de una comunidad con una elevada tasa de desempleo y altos índices de pobreza, que con anterioridad a la llegada de la barcaza ya se había alzado en armas para exigir una mayor inversión para el hospital local.

Sin embargo, White añade que los lugareños mostraron mucha compasión y amabilidad y ayudaron a impartir clases de inglés, arte y música y a organizar excursiones. Se organizaron recogidas de basura comunitarias y, para los solicitantes de asilo interesados en cultivar productos, se creó una “despensa comunitaria” en un huerto, con excedentes gratuitos.

“Estar en la barcaza fue una experiencia horrible para los solicitantes de asilo”, dice White. “Pero afrontaron estas circunstancias excepcionales de forma excepcional, demostrando una gran humildad y resistencia”.

Señala que la comunidad sigue dividida por la experiencia de que el Ministerio del Interior haya metido la barcaza en sus vidas, algo que nadie quería. Ni el Ministerio del Interior ni los contratistas de la barcaza respondieron a las preguntas de The Guardian sobre si se evaluó el impacto que podía tener sobre la población local la decisión de trasladar a un grupo de solicitantes de asilo, en su mayoría personas de color, a esta zona pobre y predominantemente blanca del país.

Tras la accidentada experiencia del Bibby Stockholm, el Ministerio del Interior ha vuelto a alojar a los solicitantes de asilo en hoteles y viviendas compartidas. Aunque terminar con el uso de hoteles para solicitantes de asilo fue una de las promesas electorales del Partido Laborista, en la actualidad más de 30.000 solicitantes se alojan en más de 250 hoteles de todo el Reino Unido.

Varios cientos de solicitantes de asilo permanecen en otro centro de alojamiento masivo para solicitantes de asilo, el centro de Wethersfield. Situado en el condado inglés de Essex, se trata de una antigua base de las Fuerzas aéreas. Las condiciones son pésimas y el lugar es sombrío y remoto, lo que ha hecho que reciba el apodo de “stalag” [campo de prisioneros de guerra de la Segunda Guerra Mundial]. Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo han pedido su cierre. 

Mientras el Bibby Stockholm se prepara para abandonar Portland, los solicitantes de asilo que se vieron obligados a pasar meses a bordo de la barcaza afirman que todavía les quedan las secuelas de la experiencia. Uno de ellos, que ha conseguido el permiso de residencia, afirma: “Fue un experimento fallido del gobierno. Nos trataron como si fuéramos menos que humanos. Por ahora, no puedo acercarme a un barco. Aunque he encontrado un trabajo y un lugar donde vivir, no consigo quitarme de la cabeza la experiencia vivida en la barcaza. Es algo que llevaré conmigo el resto de mi vida”. 

Traducción de Emma Reverter

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