Salvador Macip, médico y escritor: «La historia de la humanidad es su lucha por salir de la cárcel biológica»

El catedrático de Medicina Molecular aporta sus conocimientos científicos a los grandes debates de la humanidad, desde el género a la inmigración, para defender que el progreso humano consiste en superar los dictados de la biología, pero nunca olvidarlos

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Salvador Macip (Blanes, 1970) es un médico poco convencional. Doctorado en Genética Molecular y Fisiología Humana, con una década de experiencia en el Hospital Mount Sinaí de Nueva York en el ámbito oncológico, este investigador es para muchos conocido por su faceta de escritor y divulgador más que por su trabajo en el ámbito de la salud. 

Desde su cátedra de Medicina Molecular en la Universidad de Leicester (Reino Unido), que combina ahora con la dirección de los Estudios de Ciencias de la Salud en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el médico Macip ha encontrado el tiempo suficiente a lo largo de los años para escribir múltiples novelas, cuentos infantiles y ensayos. El último, La vida en los extremos. Aportaciones a un biohumanismo racionalista (Editorial Arcadia). 

Con esta publicación, que sigue a una primera –¿Qué nos hace humanos?, Macip entra de lleno en algunas de las grandes cuestiones que afectan a la humanidad, desde las relaciones de pareja a la muerte, o del cuestionamiento del género a la inmigración, y lo hace desde la perspectiva científica. Pero no para limitar los avances sociales a lo que dicta la naturaleza –la biología no debe ser una cárcel, todo lo contrario, repite–, sino para favorecer la compresión de los comportamientos humanos.

La biología nos puede empujar a la violencia, al machismo, a la xenofobia, esboza Macip. Estas no son construcciones puramente sociales o culturales. “Solemos tener debates socialmente muy relevantes que tienen que ver con nuestras estructuras sociales en los que se obvia la parte biológica que a menudo las determina. Y si queremos huir de ellas y construir una sociedad que consideramos mejor, debemos entender de donde venimos”, argumenta.

¿La historia de la civilización consiste en domesticar nuestra biología?

Es una de mis líneas argumentales. Como primates que somos, tenemos una bases biológica que nos empujan. La historia humana es la lucha para salir de la cárcel biológica. La cultura y la civilización consisten en vencer a ciertos instintos. La democracia es un gran ejemplo, porque es lo más antinatural que hay. Los mamíferos no son demócratas, sino que funcionan en estratificación y con machos alfa. Pero nosotros hemos sido capaces de inventar los derechos humanos o la igualdad, ¡es fascinante! 

Pero a la que te descuidas, vuelven a aflorar estas pulsiones. Es fácil convencer a la gente de las bondades de un dictador porque apela a un instinto básico, que es el de ser mandado por un macho o una hembra alfa. Y esta gente también vota. 

Es fácil convencer a la gente de las bondades de un dictador porque apela a un instinto básico, que es el de ser mandado por un macho o una hembra alfa

En el libro habla por ejemplo de la xenofobia, que no es ajena a nuestra condición biológica.

No es que haya una evidencia física, pero una explicación lógica de su existencia es que sea un mecanismo protector contra el que viene de fuera, lo que te puede dar una ventaja evolutiva. Los dodos son animales que no tienen este instinto y cuando se encontraron con exploradores acabaron rápidamente en la cazuela. Ser confiado con el otro era un inconveniente, sobre todo cuando los humanos vivían en grupos pequeños y aislados. 

Sin embargo, a partir de que construimos sociedades más grandes necesitamos la cooperación, que es poco habitual en animales salvo los que tienen estructuras como las hormigas o las abejas. Si queremos superar cierto nivel de sociedad hay que confiar en el extraño, y ahí es donde la xenofobia se convierte en obstáculo contra el progreso. Hay que vencer el instinto xenófobo.

¿Sentir el instinto es natural? Dice que ocurre lo mismo con el sentimiento de odio.

Es que lo tienes impreso en tus circuitos. El odio existe, lo tenemos. Pero debemos intentar tenerlo controlado. Igual que sentimos el amor y no vamos dando besos a la gente de forma descontrolada, con el odio igual. No sirve negarlo. 

¿Qué dicen la ciencia y la biología sobre nuestras relaciones amorosas? 

Hemos construido toda una mitología alrededor del amor para justificar algo que es puramente biológico, que es el proceso bioquímico por el que nos sentimos atraídos por alguien para reproducirnos. Pero a partir de aquí la cosa se comienza a complicar, porque no todo es oxitocina y reproducción. El sexo y la atracción algo genético pensado para favorecer la reproducción, pero a partir de ahí entra el factor cultural. Igual que comemos por placer, con el sexo pasa lo mismo. Durante siglos la cultura, con las religiones al frente, han reforzado el sexo como elemento reproductivo. Pero desde las revoluciones feministas del siglo XX, aunque hay ejemplos antes, se separa el sexo de la reproducción y vemos que hay muchas sombras más allá del blanco y el negro, el binarismo y las relaciones heterosexuales.

¿La monogamia era una ventaja evolutiva?

Solemos pensar que la monogamia es algo que la humanidad ha escogido porque le interesa, pero no hay ningún animal que haya escogido su forma de reproducción. A los pájaros, que van en pareja, les viene dado por la evolución. Los delfines se aparejan macho y hembra, pero los machos luego van juntos en pareja. Nada de eso se crea solo culturalmente. Incluso las relaciones homosexuales que hay en la naturaleza suelen ser parte de un espectro muy amplio, algo más parecido a relaciones pansexuales, y también son resultado de la evolución. 

Una hipótesis que se plantea es que todos seamos en algún grado bisexuales. 

Si alguna lección nos da la naturaleza es que existe un gradiente mucho más difuso de comportamientos sexuales. La mayoría de los humanos hemos caído en unas cajitas muy estancas de heterosexualidad y monogamia, que en parte son culturales. Y ahora las estamos rompiendo. 

La naturaleza nos dice que existe un gradiente mucho más difuso de comportamientos sexuales. La mayoría de los humanos hemos caído en unas cajitas muy estancas de heterosexualidad y monogamia

Usted en general defiende romper con el determinismo biológico. 

Claro. En el momento en que has creado la democracia, los derechos humanos o la igualdad, que son totalmente antinaturales, podemos romperlo todo. La humanidad será lo que la humanidad quiera. Si consideramos que el género es absurdo, adelante. Podemos hacerlo. Pero nos costará, igual que romper con la monogamia como modelo es complicado, ya sea porque en parte viene determinado genéticamente y porque los hemos reforzado culturalmente. Si has alcanzado la democracia, puedes alcanzar también una sociedad de comunas poliamorosas. 

En la cuestión de género ocurre algo parecido. El sexo binario crea unas condiciones… Otra cosa es que determine ciertos comportamientos.

Hormonalmente hay diferencias entre machos y hembras y esto genera diferencias físicas y de comportamiento. Luego la estructura cultural y el patriarcado lo refuerzan y multiplican. El binarismo no es cultural, pero que un niño quiera juguetes de guerra y una niña, muñecas, sí son roles de género culturales. A veces vamos con la idea, por ejemplo, de que en la prehistoria las mujeres no cazaban y se quedaban cuidando a los bebés. Pero a ver, ¿tú crees que si tienes una mujer fuerte y capaz no irá a cazar en un escenario tan difícil de conseguir comida? Claro que sí. Otra cosa es que esté frágil porque acaba de parir y está amamantando. Lo de los hombres a trabajar y las mujeres en casa no tiene fundamento.

Es algo crítico con la autodeterminación de género. ¿Por qué?

Tengo cautela. Somos totalmente capaces de trascender el género, me parece bien que usemos las herramientas que la ciencia nos da para ello. Admitir que somos una especie binaria y sexualmente dimórfica no quiere decir que no podamos cambiarlo. Pero tengamos el debate sin obviar la biología. Me preocupa que nos lancemos de forma demasiado alegre a ello sin valorar lo suficiente los efectos a largo plazo de la transición con hormonas. Esto por supuesto no quiere decir negar el proceso. De la misma forma que los problemas psicológicos de no transicionar también pueden ser muy importantes.


El médico y escritor Salvador Macip, autor de ‘La vida en los extremos’

El otro gran ámbito que aborda es la muerte. Los humanos al parecer somos la única especie que es consciente de su propia muerte. ¿Cómo nos afecta eso?

Lo que nos crea primero de todo es una ansiedad terrible [ríe]. Los animales conocen la muerte, pero no parece que sepan que se van a morir algún día. Anticipar el final nos ha llevado a crear religiones y la idea de la vida después de la muerte. No somos capaces de comprenderla, nos pasa como con el infinito. 

¿Tiene sentido la investigación médica acerca de la inmortalidad según su idea de humanismo?

Creo que no. El punto de partida es que todo lo que nos proponemos como especie, podemos conseguirlo. Pero dudo que la ciencia consiga llegar a este punto. Lo que sí encontraremos seguramente son formas de frenar el envejecimiento, y debemos evaluar cómo incorporarlo e integrarlo en la estructura social. 

¿Qué nos separa hoy a nivel científico de alargar la vida de forma significativa y con calidad?

Yo diría que nos falta poco. Estamos en el tramo final de conseguir fármacos antienvejecimiento. Lo hemos hecho con animales con una docena de formas distintas. Se ha demostrado que es posible. El paso final es que un tratamiento contra el envejecimiento es complicado de estudiar en humanos, porque desde el punto de vista ético no puedes dar fármacos a alguien sano. Y el envejecimiento de momento no lo consideramos como una enfermedad. Lo que veremos serán fármacos anti envejecimiento aplicados a enfermedades asociadas, como el Alzheimer o el mismo cáncer.  

Esto genera dudas más allá de la ciencia. Como cuáles son las consecuencias de tener una población cada vez más envejecida hasta límites insostenibles, ¿no?

Los humanos somos una mala hierba, pero estamos llegando a un punto en el que parece que nos estamos regulando demográficamente. Sea como sea, si no nos morimos y no nacemos, lo que tendremos es una sociedad de gente mayor, sin población joven, y esto genera problemas que afectan al estado del bienestar. Es la masa joven la que mantiene a la gente jubilada.

El segundo gran problema es que cualquier fármaco nunca está disponible para todos, sino para unos pocos al inicio, que suelen ser los ricos. El desfase entre ricos y pobres puede ser increíble, con poblaciones que vivan hasta los 90 o 100 años mientras en África la esperanza de vida sigue siendo de 40 o 50 años. Hay que pensarlo bien.

Los humanos somos una mala hierba, pero estamos llegando a un punto en el que parece que nos estamos regulando demográficamente

Como científico que se ha interesado por el humanismo, ¿cómo vive el aumento reciente del negacionismo de la ciencia?

No sé si crece o si es que se escucha más. Con las redes sociales e internet la capacidad de difundir información y desinformación es mayor. Las pseudociencias y las conspiraciones son más atractivas que la ciencia no te dicen que no. En medio de la niebla, yo creo que hay unos pocos extremistas y una gran parte de la población que duda, lo cual es normal y lícito. La lucha de los científicos es de no dejarse vencer y atraer a esa parte de la población. 

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