Cuando el tatarabuelo compraba libros donde tú: cómo resisten las librerías más antiguas de España

Hijos de Santiago Rodríguez lleva 175 años abierta en el mismo local de Burgos, ha pasado por dos pandemias, cinco relevos generacionales y varias crisis económicas

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Han pasado 175 años desde la inauguración de la librería más antigua de España, que resiste en la ciudad de Burgos. Varias crisis económicas, cinco relevos generacionales y hasta dos fuertes pandemias después, la gripe española y la COVID, y ahí sigue. La librería Hijos de Santiago Rodríguez nunca ha dejado de prestar servicio desde 1850 y parece que por lo pronto va a seguir así por unos años más.

Sobrevive en un contexto de descenso del número de librerías en España (del 6,2% en 2023 respecto al año anterior, según los datos más recientes de CEGAL) pero de crecimiento en general de las empresas: mayor facturación, más metros cuadrados dedicados a la venta de libros, más empleo. Es decir: les va mejor a las grandes superficies que a los pequeños negocios.

Las pequeñas están más indefensas frente a la adversidad. La especulación inmobiliaria es el obstáculo principal. Como la Sant Jordi en Barcelona, que recibe burofaxes del fondo inversor propietario del inmueble de la calle Ferran que les anuncia subidas del alquiler. Como la Traficantes de Sueños en Madrid, que ha podido quedarse en su ubicación del barrio de La Latina gracias a un crowdfunding para comprar el edificio. En cambio, Desperate Literature, a pesar del crowdfunding que realizó por su parte, tendrá que abandonar su emplazamiento también en el centro de Madrid.

Lucía Alonso, actual gerente de la que ostenta el título de librería más antigua de España es la sexta generación que se encarga de la librería que en su día fundó su antepasado Santiago Rodríguez. Comenzó como un taller de impresión y una casa editorial y, poco a poco, ha conseguido hacerse un hueco como la librería de referencia para la mayoría de burgaleses. Una larga historia al servicio de las letras de la que aún hoy se conservan importantes colecciones de libros y pequeños objetos, como el teléfono en el que atendían las llamadas, cuyo número también se ha conservado.


Lucía Alonso, gerente de Hijos de Santiago Rodríguez, la librería más antigua de España

La librería de Alonso no solo ha sido relevante para seis generaciones de su familia, también lo ha sido para la de los burgaleses de la zona, que aún recuerdan haber escuchado de ella en palabras de sus antepasados. “Tatarabuelos de actuales compradores ya acudían a nuestra librería, eso crea un vínculo. Además, no solo acuden vecinos, también gente de fuera que viene aquí como una parada obligatoria”, relata su dueña en conversación con elDiario.es.

Tener el título de la librería más antigua de España, además de una responsabilidad, también es un atractivo. Así lo cuenta Alonso, que dice haber observado un incremento en las visitas a su librería desde que ha recibido mayor promoción en redes sociales: “Hay un turismo muy concreto, un turismo de librerías, que cuando visita ciudades acuden a establecimientos como el nuestro”, detalla. 


Fachada de la librería Hijos de Santiago Rodríguez, la más antigua de España

Pero la Hijos de Santiago Rodríguez no es la única librería con importante historia a sus espaldas. Por la librería Las Heras, en Soria, han pasado ilustres figuras de las letras como Antonio Machado, que según César Millán, actual gerente, “acudía para comprar el papel en el que escribía sus obras”. “Una persona mayor vino una vez para ver la librería en la que un día trabajó su abuelo. Nos contó que un profesor de su abuelo le pedía papel para escribir. Resulta que aquel profesor era Antonio Machado”, narra Millán.

La librería Las Heras lleva prestando servicio desde 1860 como un “punto cultural en el que se juntan y juntaban grandes intelectuales”. Desde entonces, Millán explica haber querido conservar la verdadera y antigua función del librero más allá de vender libros, la de recomendador. “Para mí, nosotros somos una especie de farmacia del alma. Los libreros de toda la vida no solo eran vendedores. Es muy importante saber recomendar un buen libro”, detalla para este medio.

Además del trato con el cliente, la librería Las Heras sigue conservando su identidad gracias a su puerta de entrada. Una fachada clásica que recoge la mirada de todo el que pasa por el centro de Soria y que sirve de perfecto complemento al “olor a papel y estética antigua” que atrae el turismo de la zona. También han mantenido la antigua caja y los mostradores de nogal, originales del siglo XIX. 


Una de las primeras fachadas de la librería Las Heras, en Soria

Otra librería que ha sobrevivido al tiempo es la de Eugenia Pujol, que si bien no se lleva el título de la más antigua, no se queda lejos. De hecho, sí que lo es en Barcelona. El nombre de su comercio, Fabre, ha sido y es todo un referente para generaciones de vecinos de todas las ubicaciones por las que ha ido haciéndose paso este establecimiento durante sus más de 160 años de historia. El más recordado de sus locales es el que en su día estuvo en Rambla de Catalunya, enclave por el que aún hoy siguen recordando a esta librería. 

“Hay personas que vienen y nos cuentan que cuando eran niños pasaban con sus abuelos por la librería para comprar sus libros de texto. Ahora, son ellos los abuelos que acompañan a sus nietos para comprarles el material escolar. Eso es muy bonito”, detalla para elDiario.es su gerente, Eugenia Pujol. 

La librería Fabre, ahora ubicada en el Eixample barcelonés, tiene una particularidad frente al resto que, debido a su historia, se ha conservado hasta hoy. El negocio tiene una fuerte tradición alemana debido a la procedencia de una de sus pasadas propietarias, abuela del marido de Eugenia. Desde entonces, esta librería ha seguido conservando esta herencia hasta el punto de hacerse llamar librería alemana y vender libros en dicho idioma o típicas figuritas de madera.

También han conservado procedimientos y objetos de su historia pasada. Ejemplo de ello es el mobiliario, del que Eugenia explica no haber querido desprenderse, conservando el mostrador o la puerta de hace décadas. La manera de cuidar los detalles también viene de años atrás: “Pilar, anterior encargada que se acaba de jubilar, llevaba 40 años haciendo los escaparates de la misma manera. La contrató la abuela de mi marido y desde entonces se ha dedicado ella a eso. Mucha gente nos conoce por los escaparates y eso crea un vínculo muy especial”, relata Pujol. 

La crisis, también librera, de 2008

Estas históricas librerías, pese a ubicarse en ciudades distintas, tienen mucho en común. Todas ellas han pasado por difíciles circunstancias que han complicado su supervivencia. Sus actuales propietarios recuerdan las más recientes. “Durante la crisis económica de 2008 casi cerramos. La librería iba muy mal, teníamos incluso que poner dinero para no acabar con su historia. Decidí hacerme cargo yo, pese a que pertenecía a la familia de mi marido, y con unos pocos cambios de distribución e iluminación la cosa mejoró notablemente”, detalla la gerente de Fabre.

La historia de la librería Hijos de Santiago Rodríguez tampoco ha sido sencilla: “Crisis como la de 2008, que nos ha tocado más de cerca, afectaron mucho a nuestro negocio. También la COVID. En momentos como esos me planteaba cómo lo pasarían mis antepasados para nunca cerrar”, explica Alonso. “La COVID fue un momento complicado, pero no quisimos dejar a nuestros vecinos sin libros. Habilitamos una web con los que teníamos en la librería y, yo misma, con un carrito de la compra, repartía puerta por puerta los pedidos”, recuerda.

Frente a estos problemas económicos se encuentra otro más concreto para este tipo de negocios familiares, el del relevo generacional. Ese es el problema que hizo cerrar a Loave en Talavera de la Reina (Toledo), tras 72 años de historia. O que obligó al dueño de San Andrés, abierta durante 24 años en Pola de Allande/La Puela (Asturias), a ofrecer el traspaso en redes sociales cuando llegó el momento de su jubilación. Poner fin a una herencia familiar de más de 100 años no es una decisión sencilla: la librería Hijos de Santiago Rodríguez estuvo a punto de cerrar, pero consiguieron encontrar una solución: “Cuando mi abuelo falleció nadie pudo hacerse cargo en ese momento. Decidimos que se encargase una gerente. No se cerró y luego volvió a ser regentada por nuestra familia”, explica Alonso.

Distinto es el caso de la librería Las Heras, que ya no se encuentra en manos de la familia fundadora, pero que sigue manteniendo la misma esencia gracias a que su actual gerente, César Millán, ha estado varias décadas en contacto con el negocio. 

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