El tipo más interesante y peligroso del mundo

Da igual que usted se haya alejado de X: X permanece cerca de usted, porque las campañas de Musk (con 60 millones de seguidores) desbordan los límites de la propia red y se derraman por todas partes: desde Tik Tok o Facebook hasta cabeceras tan insignes como el Financial Times

En los parajes de la izquierda suele escucharse que X, lo que antes era Twitter, se ha convertido en un nido de fachas. Y que pierde usuarios y dinero, lo cual es cierto. Esos comentarios me recuerdan aquella frase mítica del beisbolista Yogi Berra: “Ya nadie va a ese sitio, hay demasiada gente”. Porque X, una red social relativamente pequeña (600 millones de usuarios, frente a los 1.500 de Facebook), se ha convertido en la punta de lanza de la “revolución” ultraderechista mundial, y permite que su dueño, Elon Musk, empuje a gobiernos legítimos hasta el borde del abismo.

El viernes, el diario británico Financial Times, medio de referencia de las élites económicas, abría su portada con un titular a cinco columnas: “Musk busca un plan para derribar a Starmer como primer ministro antes de las próximas elecciones”.

Musk es el hombre más rico del mundo, con un patrimonio estimado entre los 400.000 y los 500.000 millones de euros. Posee entre otras cosas una empresa aeroespacial, una factoría de coches eléctricos y una firma tecnológica, Neuralink, que aspira a implantar chips en el cerebro humano. Pero es X la que acorrala a gobiernos socialdemócratas como el de Starmer, la que hace una publicidad masiva al partido neonazi Alternativa por Alemania, la que jalea al argentino Javier Milei y la que mima a la ultraderechista Georgia Meloni, primera ministra italiana.

El caso de Starmer constituye un ejemplo de cómo funciona Musk. En una semana, el magnate ha intervenido más de 600 veces en su red social, con mensajes propios o reposteos. Más de un tercio de esas intervenciones se han dedicado al Reino Unido, para llamar “genocida” al primer ministro laborista o para propagar, aprovechando un viejo escándalo (una red de pedófilos en la que figuraban musulmanes con nacionalidad británica), los bulos más repugnantes. Secundariamente, Musk promociona Reform, el partido de ultraderecha que protagonizó el Brexit, pero exigiendo que Nigel Farage abandone el liderazgo. Según Musk, Farage “no tiene lo que hay que tener”.

Algo que sin duda sí tienen Milei, Meloni o Donald Trump, que por el momento parece fascinado por el magnate. Musk invirtió 250 millones de dólares en la campaña de Trump, la mayor donación individual para una candidatura que registra la historia. Trump ha anunciado que colocará a Musk al frente de DOGE, una oficina gubernamental cuyo objetivo se centra en despedir a empleados públicos y, probablemente, en asegurarse de que quienes permanezcan en su puesto sean fieles al trumpismo.

Musk pagó por Twitter, hace un par de años, 44.000 millones de dólares. Rebautizada como X, ahora su valor se estima en menos de la mitad. Y no se atisba la posibilidad de que obtenga beneficios en el futuro. Sin embargo, y pese a la fuga de usuarios hacia otras redes como Bluesky, X es el medio de comunicación más influyente del planeta. La red de Musk encarna el sueño húmedo de cualquier empresario de eso que aún llamamos prensa: un medio internacional, rebosante de sensacionalismo y bulos pero con “páginas serias” (aún pueden encontrarse ahí The Economist y similares), con capacidad de entretenimiento y unos algoritmos diabólicos que hacer llegar a cada usuario lo que quiere oír.

Da igual que usted se haya alejado de X: X permanece cerca de usted, porque las campañas de Musk (con 60 millones de seguidores) desbordan los límites de la propia red y se derraman por todas partes: desde Tik Tok o Facebook hasta cabeceras tan insignes como el Financial Times.

Musk es un hombre muy inteligente. Es un empresario de enorme éxito. También es, según sus colaboradores, un hombre con poca empatía y escasas virtudes sociales. Y parece convencido de que la civilización occidental se derrumbará si no lo apuesta todo a la ultraderecha. No creo que haya ahora mismo en el mundo un tipo más interesante. Ni más peligroso.

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