A finales de agosto, el Ayuntamiento de Sevilla certificó la muerte de un ficus de 111 años tras una tala dramática a la que el árbol no ha sobrevivido: más allá de los ejemplares raquíticos que vemos en las calles, los ejemplares maduros son claves para proteger las ciudades y a sus habitantes del cambio climático
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Este verano ha concluido con la muerte del ficus de San Jacinto, en Sevilla, un ejemplar de 111 años que había sido declarado Bien de Interés Cultural. Aunque la tala masiva ordenada por la parroquia de San Jacinto fue paralizada en 2022 por el juzgado de lo Contencioso-Administrativo, el árbol no ha sobrevivido.
Uno de los principales argumentos para talarlo era la seguridad de las personas, ante un árbol de 24 metros de envergadura en plena ciudad. El caso se ha convertido en un símbolo del maltrato a los árboles urbanos.