No pinta bien

Nunca la tierra contempló tamaña concentración de poder: económico, propagandístico, político. Un multimillonario y sus señores feudales multibillonarios llegan mañana dispuestos a comerse la hermosa tarta en la que se ha convertido el mundo, una vez superadas las barreras de las normas internacionales, las normas éticas o las normas meramente humanas

Ha llegado todo como por el salto de un monstruo horrible, lo tenemos encima antes de que nos haya dado tiempo a girarnos

Henry James

Mañana lunes empezará un época de consecuencias imprevisibles. 

Charlaba el otro día en una cena con varias personas que consideraban que tampoco era para tanto, que ya habíamos sobrevivido a una temporada de Trump sin que lo notáramos mucho, más allá de los escollos para los productores de aceitunas y jamón ibérico. Mucho ruido y pocas nueces, decían pidiendo que les sirvieran un poco más de vino y brindando por el futuro. 

Así, habitualmente, atropellan los cambios históricos a los europeos. Es cuestión de repasar la historia del siglo XX. Nadie pensaba que finalmente pasara nada en 1914. Las clases medias estaban a sus cosas en los años treinta y la burguesía y las clases altas nunca creyeron que el enano gritón alemán fuera un peligro sino más bien un tipo que daría por ellos la batalla contra los bolcheviques. Casi es un continuo que la historia haya atropellado a las naciones y a sus habitantes. Especialidad de la casa europea: las peleas internas, las peleas más prosaicas, tapan un horizonte más amplio que acaba cerniéndose sobre nuestras cabezas.

Ni siquiera es un tema ideológico. Como sucede siempre, los que aplauden y rinden tributo son avasallados igual que el resto, tal vez incluso antes. Trump vuelve y, como él mismo dijo un día, hay que hacer por escucharle -como a los arengadores terribles del siglo pasado que también lo anunciaban todo para el que quisiera enterarse- en su primer mandato se contuvo, se apartó de sus ideas iniciales para volverse más convencional y todos le despreciaron, sin embargo, ahora que vuelve arrasando y sin paños calientes, todos quieren ser sus amigos. Es uno de los riesgos, los que creen que rindiendo el más rápido vasallaje tendrán un trato preferente: Meloni, Orbán, Abascal. Les pasará como a todos, porque su destino no puede ser distinto que el del resto del continente. 

Vuelve Trump avasallando como un rey de la Edad Media, rodeado de los señores feudales del dinero que le han jurado defenderlo y serle leales a cambio del poder en sus feudos y de poder manejar a sus propios súbditos. Musk, Bezos, Zuckerberg… si llevaran largas capas y grueso anillos de oro en la mano que sujeta las espadas, se les vería a la legua. En lugar de ello batallan sin violencia, ganan por entrega, tienen el poder de que los siervos de la gleba no solo no seamos conscientes de su dominio sino que les entreguemos por mero placer, por comodidad, por entretenimiento, por modernidad, la vida, el alma, nuestros secretos y nuestro futuro. Ahí es donde el libro de caballería se mezcla con uno de Huxley. Avasallar viene de hacer vasallos.

Todos tienen su soma tecnológico y nadie sufre por la dominación de sus imperios. Es más, casi nadie estaría dispuesto a renunciar a lo que considera las irrenunciables ventajas que ofrecen sus feudos. Como si hace dos décadas no hubiéramos vivido tan campantes sin ellas. Los otros señores, los que luchan contra ellos, envían la ilusión de ser pudientes a millones de personas en contenedores llenos de objetos plásticos, prendas plásticas y, de vez en cuando, algún escorpión que se cuela entre los pliegues. Estos compiten por las cosechas del siglo, los datos, a veces ignoramos hasta los nombres de estos señores oscuros, aunque Shein, AliExpress, Temu, WeChat, TikTok y Xiaomi, por ejemplo, son los de sus feudos, esos que transfieren ilegalmente los datos personales de sus usuarios a China. 

Así que ellos están en su lucha particular; ellos que han logrado acumular fortunas más inmensas que la que jamás tuvo Craso; ellos tienen sus objetivos, lograr más dinero para lograr no morir nunca o para escapar de la destrucción que dejen a su paso, motivo por el que no consideran su destino ligado al del resto de la humanidad, que ha pasado a ser una mina para obtener recursos. Esos mismos recursos que utilizan para el dominio tecnológico de la plebe, que no podrá sino someterse sin violencia ninguna, anestesiados por la confortabilidad que le ofrecen. Para sostenerlo precisan de los nuevos metales del siglo, las tierras raras, y si para lograrlas tienen que hacerse con Groenlandia o someter a vasallaje a Brasil o India pues lo harán de buena gana. Los mandarines les llevan ventaja, en su inmenso territorio se acumulan 44 millones de toneladas frente a los 2,3 de que dispone Estados Unidos en su suelo. ¿A ellos qué puede importarles el calentamiento global? Acechan incesantes el deshielo de los cascos polares y el Mar Ártico será su próximo lugar de batalla en el Risk en el que habitan. 

Nunca la tierra contempló tamaña concentración de poder: económico, propagandístico, político. Un multimillonario y sus señores feudales multibillonarios llegan mañana dispuestos a comerse la hermosa tarta en la que se ha convertido el mundo, una vez superadas las barreras de las normas internacionales, las normas éticas o las normas meramente humanas. Nosotros habitamos esa pequeña aldea gala en la que se ha convertido Europa. Fuimos el centro del mundo y ahora la mortadela de un sandwich en el que han decidido que contemos muy poco. ¿Cómo defendernos de tamaño envite? ¿Cómo salvar nuestro imperfecto pero deseado sistema de vida, nuestra democracia, nuestra cultura, nuestro European Way of Life

Nos ha pillado desprevenidos en nuestra vida gozosa y envidiada por millones de personas en cientos de países, que arriesgan las suyas para venir a nuestro sueño. Nos pilla en horas bajas, con líderes de poca monta, con gobiernos que caen o están a punto de caer, con sociedades polarizadas y la laxitud propia del que se regodea en su prosperidad. El riesgo es común a todos los países y a todas las ideologías porque para los nuevos amos del mundo todos somos igualmente prescindibles. Van a echar el pulso incluso a los estados, que es dudoso que sean capaces de hacerles frente, demostrando que los distópicos que pensaban que las corporaciones gobernarían la tierra eran más visionarios de lo que parecía. 

Será un dictadura sin violencia, un autosometimiento, un dejarse hacer para vivir mejor, una entrega voluntaria de todo lo que nos hace humanos y así seremos esclavizados con nuestra propia aquiescencia y nuestro aplauso enfervorizado. Si en el camino perece todo, ellos ya compiten por sus propios medios para escapar al desastre hacia el espacio. Su abandono no está ahí al lado pero viene de camino. Deberíamos estar debatiendo si queremos seguir de pie y hacerles frente, si es posible, si podemos y cómo. Nos tienen entretenidos con los fragmentos de irrealidad que nos sirven desde sus servidores y a nuestros dirigentes ocupados en ser los reyes gritando en los gallineros que les ponen como trampa. Es solo un esbozo. Las normas del mundo, sus lógicas, son ya sustancialmente distintas a las que hemos conocido. El siglo XXI ha despertado y Trump es sólo su emisario.

No pinta bien. No pinta nada de bien. 

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