Qué bien prejubilan en Telefónica

Llamadme antiguo pero yo sigo pensando que a Telefónica, como a cualquier otra empresa, son sus trabajadores quienes le hacen ganar dinero. Y sin embargo la desproporción entre trabajadores y directivos, tanto en salarios como en indemnizaciones, se va ensanchando más y más

Si eres currante, seguro que has envidiado más de una vez las prejubilaciones de Telefónica. Quién las pillara, ¿verdad? Retirarte a los cincuenta y tantos, en plena forma, con tantos años por delante y los hijos ya criados, cobrando el paro un tiempo pero mejorado por la empresa hasta el momento de la jubilación. Ay, esos prejubilados de oro, qué buen color de piel tienen, y qué viajes se pegan. ¡Privilegiados!, pensamos desde nuestro rencor de curritos mal pagados que no sabemos a qué edad lejana conseguiremos jubilarnos, ni qué pensión nos habrán dejado para entonces.

En Telefónica prejubilan muy generosamente, sí, pero no a los trabajadores. No digo que estos salgan mal parados, pero sus condiciones nos parecen envidiables no porque sean magníficas, sino por comparación con las nuestras. Lo cierto es que pierden poder adquisitivo cuando salen de la empresa, ven reducida su pensión, y muchos se sienten menospreciados por mandarlos al parque cuando están en plena madurez laboral. Que sí, que quién pillase una prejubilación con cincuenta y tantos, pero tampoco viven como marajás, y lo más importante: no es un regalo ni un golpe de suerte, sino fruto de la negociación de sus sindicatos con la empresa. Quien las quiera para él, que empiece por afiliarse.

A quien de verdad prejubilan de lujo en Telefónica es a sus directivos. Eso ya no son prejubilaciones doradas, sino platinum: las de sus presidentes y consejeros delegados. Solo hay que mirar a sus tres últimos máximos responsables, desde que la compañía fue privatizada.

Juan Villalonga, el compañero de escuela de José María Aznar, dejó el sillón con solo 47 años tras un breve pero agitado paso por la planta noble. Se fue con una indemnización de 24 millones de euros, tras varios años siendo uno de los ejecutivos mejor remunerados del planeta. Su sucesor, César Alierta, duplicó el finiquito al marcharse: 54 millones de euros, entre indemnización y plan de pensiones, además de un sueldo Nescafé vitalicio de 500.000 euros anuales. Todo eso después de ganar cinco kilos por temporada, que supongo le permitieron ahorrar algo para pasar una jubilación sin apreturas.

El último prejubilado diamante de Telefónica es Álvarez-Pallete, que acaba de ser relevado con 61 años, una edad muy buena para hacer el camino de Santiago aprovechando el tiempo libre. En su caso va a cobrar el equivalente a cuatro años de sueldo y variables, un total de 23 millones de euros. Además tiene un fondo de pensiones de la empresa por 12 millones, que en principio no sería acumulable, pero esa pena se la quitará con sus 2,3 millones de acciones que hasta ahora no podía vender, y que hoy valen más de 9 millones de euros. Es el mercado, amigo, que diría aquel: si las empresas pagan tanto a sus directivos será porque les hacen ganar mucho, lo mismo que se dice de los futbolistas y sus demenciales salarios.

No sé, llamadme antiguo pero yo sigo pensando que a Telefónica, como a cualquier otra empresa, son sus trabajadores quienes le hacen ganar dinero. Y sin embargo la desproporción entre trabajadores y directivos, tanto en salarios como en indemnizaciones, se va ensanchando más y más. Los precarios envidiamos a los curritos por sus sueldos algo mejores que los nuestros o sus prejubilaciones razonables, mientras nos parece normal que un solo ejecutivo gane en un año cinco mil salarios mínimos, o se vaya con una indemnización equivalente a lo que cualquiera de nosotros ganaría en diez siglos trabajando (no es una forma de hablar, echa la cuenta y verás).

Todo además tratándose de una compañía con participación pública, y que en su día fue privatizada según la fórmula del “capitalismo de amiguetes” del PP. Pero venga, sigamos envidiando al vecino prejubilado.

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