Unos años de otro régimen de Trump aun más repugnante que el primero serán duros para muchas personas. Pero cuando la oligarquía quede expuesta como lo que es, la nación verá, más claramente que nunca, que no tenemos otra alternativa que recuperar el poder
Si se siente desesperado por el segundo régimen de Trump, que comienzado este lunes, lo entiendo.
Sin embargo, sigo teniendo esperanzas en Estados Unidos. Permítame explicar por qué.
Trump engañó a los estadounidenses trabajadores promedio para que creyeran que estaba de su lado, y convenció a suficientes votantes de que Kamala Harris y los demócratas estaban del lado de las élites culturales (como excepciones de los fantasmas de Trump: el “estado profundo”, el “wokeísmo” y las “élites costeras”).
Pero su engaño no funcionará por mucho tiempo, dada la notoria toma de control de Estados Unidos por parte de la oligarquía bajo el segundo régimen de Trump.
Ese régimen apenas ha comenzado, pero ya está exponiendo una realidad que ha estado oculta a la mayoría de los estadounidenses durante décadas: el poder crudo y apestoso de la oligarquía estadounidense y su uso de la riqueza obscena para obtener y aumentar este poder.
Mi esperanza está fundada en que los estadounidenses finalmente vean y respondan a esta realidad. ¿Cómo pueden no hacerlo?
Sentadas junto a la plataforma del discurso inaugural de Trump han estado las personas más ricas de Estados Unidos, cada una de las cuales contribuyó con un millón de dólares al evento: Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg. Cada uno también posee poderosas plataformas de redes sociales y tiene una enorme influencia sobre lo que los estadounidenses ven y aprenden.
Musk invirtió un cuarto de billón de dólares para lograr la elección de Trump. También convirtió su gigantesca plataforma de medios sociales, X, en un pozo oscuro de mentiras e intolerancia en apoyo de Trump.
Trump ha autorizado a Musk, junto con el multimillonario Vivek Ramaswamy, a apuntar a la eliminación de programas sociales de los que dependen los estadounidenses, abriendo así el camino a un gigantesco recorte de impuestos para los ricos.
Bezos, la segunda persona más rica de Estados Unidos y dueño de Amazon, habría aceptado pagar 40 millones de dólares por un documental sobre Melania Trump, del que ella es productora ejecutiva, que se emitirá en el servicio de streaming Amazon Prime. Anteriormente, Bezos impidió que el periódico de su propiedad, el Washington Post, respaldara a Harris en las elecciones de 2024.
Zuckerberg, la tercera persona más rica de Estados Unidos y director ejecutivo de Meta, ha decidido permitir mentiras y en sus plataformas de Facebook e Instagram, presumiblemente en apoyo de Trump. Zuckerberg dice que el factor decisivo para deshacerse de los moderadores de verificación de datos fue el “punto de inflexión cultural” de la elección de Trump. Zuckerberg ha sido anfitrión junto a la megadonante republicana Miriam Adelson de una recepción de gala para celebrar la inauguración.
Los conflictos de intereses son abrumadores.
Además de la potencia de las redes sociales de Musk, su SpaceX es un importante contratista federal a través de sus lanzamientos de cohetes y su servicio de Internet, Starlink. Además de que Bezos es dueño de Amazon Prime y del servicio de distribución de Amazon, Amazon es un importante contratista federal a través de su negocio de computación en la nube. Además de que ser dueño de Facebook e Instagram, Zuckerberg está invirtiendo miles de millones en inteligencia artificial, al igual que Musk, con la esperanza de obtener enormes contratos federales.
Sin mencionar a los multimillonarios que Trump está poniendo a cargo de departamentos clave –Tesoro, Comercio y Educación– para decidir sobre impuestos y gastos, aranceles y comercio, e incluso lo que aprenden los jóvenes estadounidenses. Y los otros multimillonarios que está trayendo a la Casa Blanca,
Nunca desde la época dorada de finales del siglo XIX riqueza tan vastas se habían convertido en exhibiciones tan conspicuas de poder político. Sin pedir disculpas, sin vergüenza, desafiantemente.
Esta flagrancia me da esperanza. ¿Por qué? Porque los estadounidenses no toleramos la aristocracia. Está en nuestros fundamentos la rebelión contra el poder y la riqueza irresponsables. No toleraremos esta toma de poder descarada.
La reacción será asombrosa.
No puedo decirles con precisión cómo o cuándo ocurrirá, pero espero que comience con el estadounidense promedio ayudando a sus comunidades y protegiendo a los más vulnerables.
Luego lo veremos en las elecciones intermedias de 2026 y en las elecciones presidenciales de 2028, cuando los estadounidenses elijan a verdaderos líderes que se preocupen por los trabajadores y el bien común.
Y tal como hicimos al final de la primera edad dorada del siglo XIX, cuando la oligarquía reveló su arrogancia y grandiosidad, exigiremos y conseguiremos reformas fundamentales.
Expulsaremos al gran capital de nuestra política. Aumentaremos los impuestos a los ricos para pagar lo que la mayoría de los estadounidenses necesitan. Desmantelaremos las corporaciones gigantes para que no puedan ejercer un poder económico o político sin trabas y regularemos las grandes finanzas para que no puedan mantener a la economía como rehén de su juego desenfrenado. Y haremos que las enormes plataformas de redes sociales rindan cuentas al público en lugar de a un puñado de multimillonarios.
A la luz de la reelección de Trump, algunas personas han llegado a la conclusión, equivocadamente, de que a los estadounidenses no les importa la democracia: están más preocupados por el costo de la vida o los derechos reproductivos o los inmigrantes.
Pero no se puede abordar ningún otro problema si perdemos nuestra democracia. El autogobierno es el medio por el cual un pueblo libre enfrenta sus desafíos comunes.
No podíamos seguir por el mismo camino. Incluso bajo gobiernos demócratas, el lodo se ha ido espesando durante muchos años. Se han seguido sin abordar fallas fundamentales y sistemáticas. Las desigualdades han seguido aumentando. La corrupción y el soborno han empeorado.
Incluso antes de Trump, estábamos en camino de perder nuestra democracia, pero no le prestamos atención. Ahora, no tenemos otra opción que ocuparnos de ella, preservar lo que queda de ella y avanzar para fortalecerla.
Es lamentable que Estados Unidos haya llegado a este punto. Pero, como dijo una amiga, las fuerzas autoritarias que se han ido acumulando durante años son como el pus de un feo forúnculo. La única manera de generar suficiente indignación para abrirlo, dijo, es que el forúnculo se haga tan grande y repulsivo que nos disguste a todos.
Unos años de otro régimen de Trump aún más repugnante que el primero serán duros para muchas personas. No podemos pasar por alto la magnitud del sufrimiento que ocurrirá. Pero cuando la oligarquía quede expuesta como lo que es, la nación verá, más claramente que nunca, que no tenemos otra alternativa que recuperar el poder.
Solo entonces podremos continuar con el trabajo esencial de Estados Unidos: la búsqueda de la igualdad y la prosperidad para la mayoría, no para unos pocos. La preservación y el fortalecimiento de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.