Los partos inducidos aumentan cada vez más y su práctica no está exenta de riesgo. Si te proponen programar tu parto, tienes derechos como paciente: negarte, cambiar de médico u hospital o esperar a ponerte de parto de forma espontánea. La clave está en el consentimiento informado
En primera persona – Los partos inducidos crecen sin parar en España: ya se provocan médicamente uno de cada cuatro
A principios del mes de diciembre pasado, poco antes del puente de la Constitución, a Nuria le propusieron inducir su parto. Estaba embarazada de 39 semanas y en el hospital privado en el que llevaba su seguimiento le aconsejaron poner ya la fecha. El motivo que le explicó la ginecóloga: bajo peso de la bebé, que no estaba creciendo lo necesario en las últimas semanas. Con el miedo a que pudiera pasarle algo a su hija, Nuria aceptó. Pusieron fecha para el día 5 de diciembre. Tras un parto inducido “muy doloroso”, según ella misma explica, la niña nació con un peso normal y perfectamente sana. No tuvo que ir a la incubadora, como le habían anticipado, y se fueron a casa al poco tiempo.
“Cuando me dijeron que la niña venía con bajo peso me asusté y me dio miedo que le pasara algo, así que acepté la fecha de inducción. Me mosqueó un poco que me lo pusieran justo antes de los días festivos, pero aun así seguimos adelante. El parto fue horrible, con unas contracciones fortísimas y una hemorragia importante. Cuando la niña nació con un peso normal, confirmé mis sospechas: creo que mi inducción no estaba justificada, sino que los médicos que me atendían querían irse de puente. Me siento fatal por no haberme dado cuenta antes”, explica Nuria.
Su caso es uno de muchos. Las cifras de partos inducidos no han hecho más que aumentar en los últimos años, situándose en España muy por encima de las recomendaciones internacionales. Según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud publicado por el Ministerio de Sanidad, en 2022 un 27,5% del total de partos fueron inducidos –que son aquellos que se inician de manera artificial, sin esperar a que la mujer se ponga de parto por sí sola–. Si miramos la evolución histórica, desde 2016 el porcentaje ha aumentado un 61,8%. El propio informe indica además que no se trata de una práctica inocua: “La inducción al parto no está exenta de riesgos, por lo que su uso debe estar justificado bajo indicación obstétrica”.
Cuando la niña nació con un peso normal, confirmé mis sospechas: creo que mi inducción no estaba justificada, sino que los médicos que me atendían querían irse de puente
También la Organización Mundial de la Salud recomienda evitar esta práctica, salvo en los casos en que esté muy justificada. El organismo internacional aconseja no superar una cifra: el 10% del total de partos. Pero este dato se rebasa ampliamente en España, donde la tasa triplica esa recomendación. Más de uno de cada cuatro partos son inducidos.
Qué es un parto inducido y por qué se provoca
Un parto inducido es aquel que se provoca sin que se haya desatado de manera natural. La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) lo define como “un procedimiento dirigido a desencadenar contracciones uterinas para que se produzca el parto”. Las inducciones pueden realizarse mediante distintas técnicas (o una combinación de varias): con fármacos, sobre todo geles de prostaglandinas y oxitocina sintética, o bien por procedimientos mecánicos, como un tacto vaginal o la rotura provocada de la bolsa. La propia SEGO reconoce que “sin duda, es preferible el inicio espontáneo del parto”, de ahí que recomiende realizarla solo cuando sus beneficios superen los de continuar con la gestación.
Los motivos para inducir el parto son variados. La mayor parte de hospitales españoles incluyen en sus protocolos hacerlo a partir de la semana 41 de gestación (esta fecha varía en función de los diferentes hospitales, desde la semana 40 hasta la 42). También se suelen practicar si la edad de la madre es avanzada o si tiene patologías previas, así como si se aprecia riesgo para el bebé o la madre. Se trata de una práctica que tiene sus riesgos: provocar el parto de manera artificial multiplica el riesgo de acabar en cesárea o de tener un parto instrumentalizado (aquel en el que se utilizan elementos como fórceps, espátulas o ventosas que aumentan las probabilidades de desgarros, hemorragias y lesiones tanto en la madre como en el bebé).
La matrona Naza Olivera, que acompaña desde hace años embarazos, partos y pospartos, cree que la tasa de inducciones en España es “completamente desorbitada”. Plantea una reflexión: “Deberíamos preguntarnos por qué hay hospitales donde se recomienda inducir en la semana 41, otros en la 40+5, otros en la 42, en la 41+ 1, 41+2, 41+3, 41+4, 41+5 e incluso 41+6. A veces esos días de diferencia suponen que muchas más mujeres se pongan de parto espontáneo”, asegura.
Entre los motivos más empleados para proponer la inducción, la matrona señala varios: “Hay causas completamente justificadas, como una preeclampsia [una hipertensión arterial durante el embarazo], donde está claro que hay que inducir, pero luego ya entramos en el terreno de los grises, donde no está tan claro. Se suele inducir por diabetes gestacionales, edad materna a partir de los 40 años, bebés muy grandes y también por fechas. Esos casos a veces están justificados, pero otras veces no. Habría que evaluar cada caso de manera individualizada”, asegura la experta.
Hay causas completamente justificadas, como una preeclampsia, donde está claro que hay que inducir, pero luego ya entramos en el terreno de los grises (…) Habría que evaluar cada caso de manera individualizada
En el caso de Loreto, fue el diagnóstico de diabetes gestacional lo que la empujó a tener un parto inducido con fecha programada. “Me lo dijeron casi desde el principio del embarazo y no creí que tuviese más alternativas. Decían que yo había ganado mucho peso y que la bebé era muy grande, ponían en duda mi capacidad para parir”, asegura. Ella aceptó ese criterio, pero en contra de lo que quería: “Yo siempre pensaba que, si podía, quería tener un parto lo más natural posible, pero no pudo ser. Ahora pienso si podría haber sido de otra forma”, reflexiona.
Provocar el parto de manera artificial multiplica el riesgo de acabar en cesárea o de tener un parto instrumentalizado.
¿Qué puedo hacer si me proponen una inducción?
Las mujeres que se encuentren en la recta final de su embarazo y que reciban una propuesta de este tipo tienen derecho a manejar diferentes opciones: pueden negarse a inducirse y esperar a ponerse de parto por sí mismas, cambiar de hospital o de médico y, en cualquier caso, decidir de manera autónoma con toda la información disponible con los riesgos y beneficios de las opciones disponibles. Es lo que se conoce como consentimiento informado, la clave que las expertas apuntan para enfrentar estas situaciones y otras semejantes.
“La ley de autonomía del paciente dice con toda claridad que las personas tienen derecho a que les expliquen los riesgos y beneficios de todas las alternativas posibles. En altísimos porcentajes la inducción no está justificada, y tiene muchos riesgos. Lo que hacen algunos médicos es que acortan el embarazo sin ningún tipo de criterio científico para organizarse la agenda. De ahí que apenas haya partos en fin de semana o en días festivos”, denuncia Francisca Fernández Guillén, abogada especializada en negligencias médicas en el ámbito de la ginecología y obstetricia y portavoz de El Parto Es Nuestro.
Desde esta asociación llevan años reclamando los derechos de las mujeres durante el embarazo, el parto y el posparto. Su informe titulado Nacer en Horario Laboral denuncia la mayor concentración de partos programados durante las jornadas habituales del personal sanitario, evitando vacaciones, festivos y fines de semana. Como dato curioso, señalan que el día con menos nacimientos del año es el 25 de diciembre, día de Navidad y festivo nacional.
La ley de autonomía del paciente dice con toda claridad que las personas tienen derecho a que les expliquen los riesgos y beneficios de todas las alternativas posibles
Marta Busquets también es abogada especializada en embarazo y parto. En 2019 publicó Mi embarazo y mi parto son míos (Pol.len), una guía que explica los derechos de las mujeres desde una perspectiva teórica y práctica. Ella comparte el criterio de que la cifra de inducciones es demasiado alta, y señala además que se trata de una práctica “de alto riesgo”. “El número es muy superior a las que deberían suceder con base en la evidencia y en criterios puramente clínicos. Pero a veces es muy difícil como madre negarse a intervenciones”, comienza la abogada.
Para Busquets, que también ha acompañado a mujeres que se han opuesto al parto inducido y otro tipo de prácticas, la buena noticia es que cada vez más mujeres están informadas y ejercen su derecho al “consentimiento informado”. “Cada vez son más las usuarias informadas, que buscan segundas opiniones, que se dirigen a diferentes centros hospitalarios y preguntan sobre los diferentes protocolos y opciones”, explica.
Para la matrona Naza Olivera, la clave está también en ese consentimiento informado: “Disponer de toda la información fácilmente comprensible y, en base a eso, decidir de manera autónoma”, señala. Ella apunta sobre todo a las segundas opiniones: “Todas las personas tienen derecho siempre a una segunda opinión en cualquier proceso de salud, algo que debería garantizar el sistema público. Y no se puede forzar a una mujer a una inducción: eso va directamente en contra de la Ley de Autonomía del Paciente”, asegura esta profesional sanitaria.
Cada vez son más las usuarias informadas, que buscan segundas opiniones, que se dirigen a diferentes centros hospitalarios y preguntan sobre los diferentes protocolos y opciones
La abogada de El Parto es Nuestro, Francisca Fernández Guillén, va un paso más allá e invita a las mujeres a buscar estrategias para evitar las inducciones no justificadas. “Como consejo práctico, les diría a esas mujeres que si creen que su parto inducido no está justificado no entren en conflicto con los médicos. Ellos saben lo vulnerable que eres en ese momento y las dudas que te van a generar. Así que les recomiendo que, sin ni siquiera debatirlo, se cambien directamente de hospital o de médico, o que den largas diciendo que sí se van a inducir sin estar localizables el día de la cita y presentándose directamente por Urgencias cuando se pongan de parto”, propone la abogada y activista.
Una de las mujeres que consiguió evitar un parto inducido que no le convencía es Arantxa. Al superar las 40 semanas en su segundo embarazo le propusieron ir a una inducción programada. Ella, que había leído bastante sobre los derechos durante el embarazo y asistido a reuniones informativas, pidió que le dieran unos días para ponerse de parto de manera natural. “No había nada que justificase la inducción, yo me encontraba bien y el bebé también. Se lo expliqué a mi ginecóloga y ella, aunque con cierta resistencia, aceptó mi postura. Al final me puse de parto a las 41 semanas de manera natural y el niño nació perfectamente bien”, cuenta esta madre reciente.