Los ecosistemas terrestres en tienen cada vez menos tiempo para regenerarse tras un episodio destructivo lo que pone en riesgo su capacidad de absorber y retener carbono atmosférico, revela una investigación del CREAF
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Ahora que los incendios súperdestructivos en Los Ángeles (EEUU) han captado la atención por su violencia –este miércoles se ha abierto un nuevo foco que ha obligado a evacuar a otras 30.000 personas–, una investigación del CREAF-CSIC ha evidenciados que las regiones secas y áridas del planeta como el sur de Europa, el oeste de Norteamérica, Eurasia central, Australia o África meridional, se vuelven cada vez más vulnerables a consecuencia de las perturbaciones exacerbadas por el cambio climático, como las sequías y los incendios forestales. Estas amenazas reducen la productividad de los ecosistemas, aumentan la mortalidad de los árboles, y comprometen la capacidad de los sumideros de carbono terrestres.
“Nuestros resultados revelan que los efectos tras un incendio o una sequía extrema son divergentes según el lugar. Mientras que las regiones áridas se vuelven más sensibles al estrés hídrico, las húmedas como las selvas tropicales de África o las regiones boreales de Europa, aumentan su resiliencia y se adaptan mejor” explica Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio Respuestas divergentes de los ecosistemas terrestres al estrés hídrico después de las perturbaciones, publicado en Nature Climate Change a principios de año.
Según los resultados, los bosques tienen más ‘sed’ y necesidad de agua tras una sequía o un incendio, pero una radiación solar alta (más calor), la escasez hídrica y la poca variedad de especies es un cóctel que dificulta su recuperación. Hasta ahora se sabía poco sobre los efectos indirectos que aparecen a largo plazo ante eventos como estos.
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Según la investigación, hay tres factores clave que determinan si un ecosistema resurge entre las cenizas o no tras un incendio forestal o una gran sequía: la disponibilidad de agua, la radiación solar y la alta biodiversidad. El trabajo analiza más de tres décadas (de 1982 a 2018) de datos satelitales de todo el planeta que permiten saber cuánta luz absorben las plantas, o de qué forma condiciones como la temperatura y la humedad afectan a su crecimiento, y obtiene como resultado una imagen global detallada del crecimiento de la vegetación en el planeta a lo largo del tiempo.
Biodiversidad, un seguro de vida
Otro descubrimiento clave es el papel de la biodiversidad para mitigar el impacto de las sequías e incendios. “Los datos muestran que la biodiversidad es un ‘seguro de vida’ en las áreas húmedas y que, cuanto más diverso es un ecosistema, más resiliente es”, afirma Meng Liu, líder de la investigación y profesor de la Universidad de Utah (EE.UU).
Esto podría deberse a que, en un ecosistema diverso, hay mucha variedad de especies y, durante períodos de sequía o después de incendios, las más resistentes son las que perduran, ayudando así que un ecosistema se recupere.
Los ecosistemas del sur de Europa se parecen bastante a los ecosistemas de California y de los alrededores de Los Ángeles
En cambio, en las áreas más secas, con menor biodiversidad, las plantas ya están cerca de sus límites hídricos, lo que las hace más vulnerables tanto a la sequía como al fuego. Estas regiones también experimentan alta radiación solar, lo que aumenta las temperaturas y hace que el agua se evapore más, “empeorando los efectos de estas perturbaciones”, comenta William Anderegg, investigador de la Universidad de Utah y coautor del estudio.
Un ciclo de recuperación amenazado
Según los investigadores, los ecosistemas tardan normalmente alrededor de cuatro o cinco años en recuperarse de una perturbación, tiempo de margen suficiente antes de que ocurra la siguiente sequía o incendio. Sin embargo, advierten que la creciente frecuencia e intensidad de estos eventos pone en riesgo esta capacidad y limita cada vez más el tiempo disponible para regenerarse, especialmente en las zonas más áridas del planeta. Esto a su vez amenaza la capacidad de los ecosistemas de funcionar correctamente y absorber carbono.
“Los ecosistemas del sur de Europa se parecen bastante a los ecosistemas de California y de los alrededores de Los Ángeles. Por tanto, en este caso también estamos ante una sensibilidad de los ecosistemas al estrés hídrico aumentada después de perturbaciones tan importantes como son los incendios y, como en el caso de California, la recuperación de la sensibilidad puede tardar entre cuatro y cinco años”, enfatiza Josep Peñuelas.
“Dado que los ecosistemas terrestres absorben alrededor del 25% de las emisiones de carbono generadas por el ser humano cada año, entender el impacto de los fenómenos extremos es crucial para gestionar el carbono global, proteger aquellas zonas más vulnerables y mitigar el cambio climático”, concluye.