La enfermería tiene seis especialidades aunque hay comunidades autónomas que no reconocen estas categorías profesionales o tienen muy pocas plazas: el resultado es que solo una de cada tres profesionales ocupa un puesto acorde a su formación
España necesitaría al menos dos décadas para tener tantas enfermeras como los países europeos
Raúl Sevilla ha cambiado tres veces de ciudad en cinco años en busca de un lugar que le permitiera trabajar de enfermero especialista. Estudió el EIR –el equivalente al MIR de los médicos– en la Comunidad de Madrid con 30 años, se mudó a Euskadi en mitad de la pandemia y terminó viviendo en Alicante. Forma parte de ese porcentaje pequeño, uno de cada tres, de profesionales de la enfermería que se especializaron y tienen un empleo acorde con su formación, según una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad como parte de una radiografía profunda sobre cómo están las enfermeras en España.
Una de las conclusiones que se pueden extraer de ese trabajo es que el sistema que gasta dinero en formar a las profesionales después no les da cobijo. El problema se replica con más o menos intensidad en todo el territorio, pese a que es un asunto desconocido para la mayoría: hay muchas más personas formadas –el número ha ido creciendo, como se ve en el gráfico de abajo– que plazas en las que quedarse.
Buena parte de la sociedad no sabe ni que existen especialidades en la enfermería. “Somos invisibles porque el sistema se centra exclusivamente en curar, en la patología, y no se entiende que nosotras también estamos especializadas, que no somos todorreno”, defiende Wladimir Carassa, vocal de la Asociación EIR y miembro del Comité Científico Técnico de la Iniciativa Marco de Cuidados en el Sistema Nacional de Salud, promovida por el Ministerio de Sanidad. Las profesionales siguen siendo para muchos ojos “las ayudantes del médico”.
También hay una cuestión estructural que explica por qué las cosas están cómo están: como faltan 100.000 enfermeras en España, según ha calculado Sanidad, “para los gestores es mucho más cómodo tener a alguien que pueda colocar en diferentes lugares sin que haya una bolsa de trabajo específica que encorsete”, analiza Sevilla.
En España hay 306.268 profesionales de la enfermería. Un 6,8% de ellas tienen una de las seis especialidades que actualmente están reconocidas aunque menos de un 3% están en activo: familiar y comunitaria, matronas, pediatría, geriatría, del trabajo y salud mental. El Gobierno trató de poner orden a un sistema muy heterogéneo en 2005 con un decreto de especialidades que dos décadas después no ha arrancado como debería. No todas las comunidades tienen plazas de todas las especialidades. Salvo las matronas, que son las especialistas más integradas en el sistema; también las más antiguas. Pero las geriátricas, por ejemplo, no están reconocidas en cuatro comunidades (Andalucía, Cantabria, Galicia y Euskadi) ni en las ciudades autónomas; las pediátricas en dos (Andalucía y Euskadi) y las de Familiar y Comunitaria no encuentran acomodo en una (Madrid).
En este ecosistema suceden situaciones como las siguientes: “Una enfermera que salió de la carrera hace un mes empieza a trabajar en una UCI neonatal cuando hay compañeras especialistas en busca de puestos acordes a su formación que están en paro”, pone como ejemplo Carassa. Ocurre así porque puestos que encajarían para las enfermeras especialistas se están cubriendo con profesionales generalistas.
El Consejo General de la Enfermería lamenta que la implantación del decreto ha sido “muy lenta”. “Es un fraude porque al final ni el sistema ni los pacientes se benefician de esta gran formación, lo estamos desaprovechando”, asume su vicepresidente, José Luis Cobos. Igual que hubo fondos del Ministerio para impulsar algunas especialidades MIR, debe haberlos para las enfermeras, defiende.
He terminado como enfermera generalista en un hospital, algo que jamás había hecho, porque esto no se movía. He perdido calidad de vida para trabajar en algo para lo que ni me he formado ni me gusta
La implementación es compleja porque no solo se trata de sacar nuevas plazas de especialista sino también de integrar a quienes, sin tener la especialidad porque no existía, han estado años y años en puestos asimilables. En Madrid, por ejemplo, este proceso de reintegración, complejo y que ha terminado enfrentando a personas con y sin especialidad, acaba de comenzar ahora.
Eva Serradilla, del sindicato enfermero AME, trabaja desde 2001 en Atención Primaria. La Comunidad de Madrid dio la posibilidad de conseguir la especialidad por vía excepcional en 2011 a quienes ya llevaran años trabajando en puestos asimilables pero el examen no se produjo hasta 2021. “Entre medias aprobé una oposición y he terminado como enfermera generalista en un hospital, algo que jamás había hecho, porque esto no se movía. He perdido calidad de vida para trabajar en algo para lo que ni me he formado ni me gusta”, asegura en conversación con elDiario.es.
Describe así lo que ocurre en su centro: “Al no haber gente para contratar, cualquier cosa la haces con quien ya está allí, tenga o no la experiencia. Así que pasa que estás en una planta y te tienes que ir a una UVI. Con ayuda de las compañeras lo sacas, pero pasando un mal rato. Parece que todo el mundo entiende que un pediatra no puede trabajar de cirujano pero nosotras tenemos que valer para todo”.
Gráficos de Victòria Oliveres.