La mandataria madrileña será nombrada académica de honor por una organización médica que tiene como única colaboradora a la poderosa aseguradora de salud Asisa. «No cambies», le cantó el presidente de la AMQE al anunciarle el homenaje. Así está el patio
Confieso que, hasta hace cuatro días, no tenía ni idea de la existencia de la Academia Médico-Quirúrgica Española (AMQE). Es un fallo mío, puesto que su origen se remonta a la friolera de hace 180 años y he tenido tiempo de sobra para enterarme; sin embargo, y sin que sirva de atenuante de mi ignorancia, la institución tampoco ayuda a que se la conozca. Al pulsar la pestaña ‘Historia’ de su página web se lee: “La Academia Médico-Quirúrgica Española, fundada en 1844, es una institución integradora de los conocimientos médicos y quirúrgicos, a la que han pertenecido profesionales de la medicina como los doctores Marañón, Sánchez Covisa, Ortega, Novoa Santos o Pedro Mata y Fontanet”. Y ya. Una historia casi bicentenaria despachada en una frase. Sin duda, un prodigio de síntesis.
Si he sabido de la AMQE es porque tropecé en las redes sociales con un vídeo en el que su presidente, Luis Ortiz Quintana, anuncia la “primicia” de la designación de Isabel Díaz Ayuso como académica de honor, reconocimiento que se hará efectivo en un acto solemne el 11 de febrero próximo en la Facultad de Medina de la Universidad Complutense, donde la presidenta de la Comunidad de Madrid goza ya de la distinción de “alumna ilustre” por la Facultad de Ciencias de la Información (imaginen hasta dónde llegarían los homenajes si en vez de recortar la financiación de la universidad, la aumentara). Ayuso no es la primera académica de honor de la AMQE ni será la última, al menos mientras exista el Partido Popular: antes han sido honrados Alberto Núñez Feijóo, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Ana Pastor, Pío García Escudero, Alfonso Alonso, Juan José Lucas, José Manuel Romay, etcétera, además del anchorman de la COPE Carlos Herrera y el exsecretario general de CCOO José María Fidalgo, desde hace años colaborador de la cadena de los obispos y asiduo a los actos del PP. Antes de que me pregunten si en la lista hay algún sociata o algo que se le parezca, les diré que solo me aparece el ya fallecido Pedro Solbes. Cada cual piense lo que quiera.
El anuncio del reconocimiento a Ayuso tuvo lugar en un foro en que la mandataria madrileña era la conferenciante. “Tengo que reconocer que a mí esta mujer me encanta. Cuando habla yo la entiendo, cosa que no siempre en política ocurre. Yo la veo como una mujer normal. Vive con su pareja en su casa, se paga sus viajes, sus vacaciones, sus comidas, que yo sepa no tiene amigos ni familiares enchufados en trabajos especiales”, manifestó el zalamero presidente de la AMQE, que cerró su breve intervención cantando “el estribillo de una canción horrible pero que define todo lo que yo he querido decir: No cambies, no cambies, no cambieees…”. Ciento ochenta años para llegar a esto. Qué diría el insigne don Gregorio Marañón si viviera. Ayuso recibía con una tenue sonrisa de Mona Lisa las flores que le arrojaba el doctor Ortiz Quintana.
Entre los logos de los patrocinadores del evento exhibidos en el escenario destacaba el de Asisa, una de las grandes aseguradoras de salud de España, con 18 hospitales y 38 centros médicos propios. En el portal de la Academia Médico-Quirúrgica de España hay una pestaña con la etiqueta “Colaboradores”, y el único colaborador que aparece es la Fundacion Asisa, compañía cuyo presidente, Francisco Ivorra, ya ha sido oportunamente designado académico de honor de la AMQE. No quiero sacar conclusiones precipitadas, pero presumo que la academia médico-quirúrgica y su “colaboradora” están satisfechas con la política sanitaria del PP, como lo han puesto de manifiesto Ortiz con sus lisonjas a Ayuso y, el año pasado, Asisa con el fichaje finalmente frustrado del viceconsejero de Salud andaluz, Miguel Ángel Guzmán, apenas tres meses después de dejar el cargo.
Esa política, testada hace más de una década en el laboratorio valenciano de Alzira y que en el caso de Madrid puso en marcha Esperanza Aguirre, consiste en la promoción de asociaciones público-privadas (public-private-partnerships, como dicen los cosmopolitas) y otras modalidades de cooperación con las grandes compañías aseguradoras y dueñas de hospitales particulares, que obtienen por lo regular jugosos beneficios en la aventura. Ello sin contar con que el progresivo y políticamente deliberado deterioro de la sanidad pública está empujando a un número cada vez mayor de pacientes, angustiados por las listas interminables de espera, a apuntarse a la privada. Ahí está el caso de Quirón –¿les suena?–, que ha sextuplicado en una década en Madrid el número de pacientes que capta de la sanidad pública, como reveló este diario.
La sanidad es uno de los negocios más formidables de nuestro tiempo. Y la preservación de la sanidad pública como bien común es una de las batallas más difíciles y trascendentales que esperan al progresismo en los años venideros. Los grandes fondos de inversión llevan tiempo presionando, y cada vez lo harán con más fuerza, para la liberalización total del sector y la privatización completa de la infraestructura pública. El capital financiero está hambriento de rentabilidad y la salud es uno de los yacimientos que aún están a medio explotar. Aunque quizá hayan sacado cuentas y les convenga más el modelo público-privado que les garantiza el respaldo del Estado, sobre todo a la hora de asumir pérdidas y gastos. En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es que los conglomerados privados de la salud y los potentes fondos prefieren al PP para llevar a cabo sus planes. Que el presidente de la longeva Academia Médico-Quirúrgica Española esté rendido a los pies de Ayuso es un reflejo ilustrativo del modelo selvático de sanidad que desde ciertos círculos se pretenden imponer en España.