Más de la mitad de los ciudadanos creen que el Gobierno no hace lo suficiente contra el cambio climático

Los ciudadanos apoyan mayoritariamente que se tomen medidas para proteger el medioambiente, pero rechazan las que implican un gasto económico personal, según un informe sobre confianza en la ciencia y populismo científico en España

Los españoles están muy preocupados por el cambio climático pero no quieren que las medidas para atajarlo les afecten

Más de la mitad de los ciudadanos (un 54%) cree que el Gobierno no está haciendo lo suficiente para evitar el cambio climático. Además, una de cada dos personas en España piensa que el Ejecutivo no está protegiendo a las generaciones futuras y cuatro de cada diez sostienen que no sigue las recomendaciones de la ciencia del clima, según el informe Confianza en la ciencia y Populismo científico en España, elaborado por Celia Díaz Catalán, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, y Pablo Cabrera Álvarez, investigador en la Universidad de Essex (Reino Unido), para la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).

La misma encuesta recoge que una mayoría de los ciudadanos está a favor de que se adopten medidas para mitigar el cambio climático, pero siempre que no les cuesten dinero, según han explicado los investigadores en un briefing organizado por el Science Media Centre (SMC) de España. Así, entre un 71% y un 85% de las personas preguntadas (la encuesta se hizo por internet, por lo que hay una pequeña proporción de ciudadanos que no está representada en los resultados) apoya ampliar las infraestructuras de transporte público, aumentar el uso de energías sostenibles, como la solar o la eólica, o proteger las zonas forestales y terrestres, medidas que rechaza apenas el 5% de la gente.

Pero cuatro de cada diez se resiste a que se combata el cambio climático a costa de su bolsillo: el 39,9% se muestra contrario a una subida de impuestos sobre el gas, los combustibles fósiles o el carbón, frente al 17,8% que defiende esta idea; unas cifras similares, con algo más de rechazo y algo menos de apoyo, tiene la posibilidad de subir los impuestos a los alimentos con alta huella de carbono, como la carne de vacuno o los lácteos.

España ‘esquiva’ el populismo científico

Son algunas de las conclusiones que arroja este estudio de FECYT, que forma parte de un ambicioso proyecto a nivel mundial, que ha preguntado a los ciudadanos por varios aspectos relacionados con la ciencia y en el que España sale bien parada: “Aparece como uno de los primeros países en términos de confianza en la ciencia”, ha desvelado Cabrera.

Entre las cuestiones planteadas en la encuesta están cuáles son sus fuentes de información favoritas de los ciudadanos (los programas de noticias o documentales en TV o radio y los artículos de noticias en sitios web, principalmente), la presencia que tiene la ciencia en su vida (cerca de un tercio de las personas participantes mantiene conversaciones sobre el tema de manera frecuente) o el rol que debe tener la ciencia en la toma de decisiones políticas (la idea tiene un 80% de apoyo).

También, y este es quizá su aspecto más novedoso, trata de evaluar por primera vez, al menos en España, el grado de penetración del conocido como populismo científico. Este concepto, definido por la ciencia, aúna cuatro dimensiones: una concepción positiva de la gente “corriente”, una concepción negativa de la élite académica, la demanda de soberanía para decidir sobre cuestiones relacionadas con la ciencia (agendas de investigación designación de fondos…) y la demanda de soberanía para definir la verdad (el derecho a determinar lo que se considera “conocimiento verdadero” en la sociedad).

Para que se dé el populismo científico, explican los autores, una persona debe mostrarse de acuerdo con los cuatro aspectos. De manera individual, explica Cabrera, puede tener sentido que alguien con conocimientos en ciencia pueda querer participar de la toma de decisiones respecto a las inversiones en ciencia.

Explicado con ejemplos (puestos por los responsables del estudio): cuando Mariano Rajoy habló de “hilillos de plastilina” tras el hundimiento del petrolero Prestige, aquel ciudadano que se hizo famoso porque dudaba de la contaminación porque no la veía (“¿dónde está? Que yo la vea”, decía mientras se señalaba el ojo). “Es por ejemplo cuando la gente dice que la única evidencia es la que ve uno mismo, aunque haya una investigación” respaldada la ciencia.

Según este estudio, en España “el 3,6% de la población adulta que usa internet de forma habitual se encuentra en los valores máximos de la escala de populismo, mientras que el 71,4% se sitúa en la mitad inferior de la escala y el 25% estaría en el punto intermedio”.

Cuando se consideran por separado las diferentes “dimensiones que forman el constructo de populismo científico”, se observa que no todas tienen la misma aceptación. Según el informe, “la concepción positiva de la gente corriente” –esto es, validar sus conocimientos como si fueran expertos– es la que encuentra más apoyo, con un 31% de respaldo. El resto presentan guarismos similares: dos de cada diez (19,3%) están de muy de acuerdo con las ideas de que existe una élite académica, que la gente debería tener voz a la hora de decidir las prioridades de la investigación científica (21,5%) o que reclaman la experiencia vital como fuentes más fiables que la ciencia (“mi abuelo fumó dos paquetes toda su vida y murió con 90 años”).

La religión influye

El estudio revela que el populismo científico no se ve afectado de manera significativa por el sexo (hombres o mujeres), el hábitat (urbano o rural), la ideología (conservadores o liberales) o la edad. Sí pueden relacionar con la formación (los universitarios presentan índices más bajos) o el nivel de religiosidad (los creyentes presentan niveles más altos).

Los autores también han abordado cuestiones que no aparecen explícitamente en el estudio, pero que están relacionadas con él. Por ejemplo, los efectos que puede tener la llegada de un antivacunas como Donald Trump a la Casa Blanca. “Es difícil predecir qué va a pasar, pero tenemos un caso como el de [Jair] Bolsonaro, [expresidente de Brasil], que también se manifestaba en contra de las vacunas pero luego no creció el número de antivacunas en Brasil”, explicó Díaz Catalán en el briefing del SMC. Pero eso tampoco quiere decir que sea inocuo el cambio de ciclo al frente del país más poderoso del mundo. “El problema es que va a bajar la financiación en cuestiones como las vacunas”, advierte.

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