El golpe de Sánchez para salvar las pensiones deja a Feijóo debilitado en un PP en ebullición

El run-run entre los barones por “la ausencia de proyecto” y un “errático liderazgo” sumado a la sospecha fundada de un nuevo partido que lideraría Espinosa de los Monteros aumenta la preocupación en el bloque de las derechas. Mientras, el Gobierno se dispone a rehabilitar la línea de diálogo con los de Puigdemont para imponer la tesis de que la legislatura durará hasta 2027

El KO es la forma más espectacular de ganar un combate y también la más peligrosa porque en ocasiones el oponente besa el suelo y ya no responde. Se produce cuando un pugilista es incapaz de continuar la pelea porque ya no está en condiciones de seguir o directamente ha perdido la conciencia. Alberto Núñez Feijóo no ha llegado aún a eso en su asalto con Pedro Sánchez, pero sí a lo que los aficionados del boxeo conocen por nocaut técnico, que es el término por el que se identifica a un boxeador cuando no ha caído totalmente noqueado y se resiste a tirar la toalla, pero su condición no es la más óptima para mantenerse. 

Valga el símil para entender por qué en menos de una semana la derecha española ha mutado de un estado de euforia a la frustración más absoluta. Y todo porque en esta especie de montaña rusa por la que transita la legislatura, Sánchez regresaba a lo más alto del recorrido después de alcanzar un acuerdo con Junts para sacar adelante gran parte de las medidas que incluía el decreto ómnibus rechazado una semana antes con los votos de neo convergentes, PP y VOX.

Los populares -no todos- se las prometían felices por haber tumbado la primera votación del año en el Congreso y dar al traste con la revalorización de las pensiones, las ayudas al transporte o a los afectados por la DANA, entre otras medidas de un amplio escudo social.  En Génova 13 acariciaban la idea de que los de Puigdemont rompieran definitivamente con el Gobierno y el presidente se viera obligado a convocar elecciones. Una vez más, el mantra del anticipo electoral repetido una y mil veces.

Sin embargo, fiel a la imprevisibilidad que le caracteriza y después de una intensa negociación, Sánchez comparecía exultante al término del Consejo de Ministros del martes para anunciar un acuerdo que, como todos, tenía cesiones por ambas partes, pero volvía a salvar otro match ball y, sobre todo, garantizaba la subida de las pensiones a 12 millones de jubilados. “No damos un partido por perdido, sudamos la camiseta hasta el final”, declaraba un Sánchez visiblemente satisfecho por una jugada inesperada entre propios y extraños. Del otro lado, en el PP ya se habían empezado a escuchar voces desde diferentes territorios sobre el “grave error” y “el coste electoral” que para el partido podía tener haber votado en contra de la subida de las pensiones de los jubilados o las ayudas al transporte. La excusa: que el decreto incluyera la devolución al PNV de un edificio en París que la Gestapo de Hitler y el franquismo incautaron a los jeltzales y cuya cesión a sus legítimos propietarios, dicho sea de paso, ya negoció el primer gobierno de Aznar.

El anuncio del acuerdo entre PSOE y Junts para volver a llevar el decreto al Congreso en una segunda votación dejaba al PP en estado de shock ante la tesitura de volver a votar contra la subida de las pensiones. Fuentes populares aseguran que la presión de los barones, visiblemente molestos con el primer “no” impuesto desde Génova, hizo cambiar de opinión a Feijóo y anunciar el “sí”, pese a que el decreto seguía incluyendo la devolución del edificio del París al PNV y también los avales al alquiler y a los propietarios de viviendas que las derechas machaconamente llamaban “medidas de protección para los inquiokupas”. Y lo peor, el decreto dejaba fuera los anticipos a cuenta que reciben las comunidades autónomas, una medida que sí iba en la primera versión pero que pidió quitar Junts y que tiene un impacto de casi 10.000 millones de euros, algo que disparó las críticas internas.

“Los chats de WhatsApp de los barones echaban humo con la errática jugada y clamaban contra el primer no al decreto por considerar que era insostenible ante la opinión pública y especialmente ante los más vulnerables”, asegura un dirigente territorial cada vez más perplejo con la estrategia de oposición de Feijóo.

“El principio del fin” de un liderazgo que cae en picado

“La suerte de Pedro Sánchez se llama Alberto Núñez Feijóo”, añadía otro popular ya apartado de la primera línea. Y es que al presidente del PP parece que le gustara pegarse tiros en el pie cuando más difícil lo tiene el Gobierno de Sánchez debido a su precaria mayoría y la imprevisibilidad de Junts. No parece, como algunos dirigentes alegan, que todo sea achacable a una pésima estrategia de comunicación, sino que más bien es consecuencia de “la ausencia de un proyecto claro, los continuos bandazos del líder y su evidente inconsistencia”. 

Lo cierto es que la llegada de Feijóo al PP nacional supuso un revulsivo para la figura del líder de la oposición, pero tuvo un efecto limitado porque trascurridos los primeros meses de su aterrizaje desde Galicia , Sánchez le superaba en todos los indicadores de las encuestas, pese al evidente desgaste que presenta el presidente del Gobierno tras seis años y medio de en el cargo. Sorprende la debilidad manifiesta de Feijóo no sólo entre el conjunto del electorado, sino también entre sus votantes. En enero de 2025, el líder del PP anotó su peor valoración desde que fue elegido presidente de su partido en marzo de 2022, con un 3,5 frente al 5,2 de abril de 2022, el primer dato de su serie histórica. En este mismo mes, también ha caído a un nuevo mínimo la valoración entre sus votantes, ya que apenas consigue un 5,8, 1,3 puntos menos que en abril de 2022, donde registró un 7,1, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Sánchez y Feijóo experimentan una caída en valoración desde 2022, pero en el caso del segundo es mucho más pronunciada. Tanto que si al comienzo de la serie el líder de los populares era mejor valorado que Sánchez entre la población en general (5,2 frente a 4,7), hoy el presidente supera a su oponente (3,9 frente a 3,5). Otro dato que demuestra el descenso en picado de la percepción que los españoles tienen del presidente del PP, es que hace tres años un 16% de la población le prefería como presidente del Gobierno (seis puntos menos que a Sánchez), hoy la distancia es de 14 puntos a favor de Sánchez (24% frente a 10%).

En el Gobierno, por su parte, se relamen por el resultado al tiempo que se recrean en la crisis interna provocada en sus adversarios, que “no calcularon el riesgo de votar contra el decreto y después cambiar de posición sin muchos argumentos para justificarlo”. Lo llaman “incompetencia” y “una jugada maestra” de Feijóo para engordar de nuevo a Vox, “que sigue creciendo en las encuestas a costa de un PP que no termina de encontrar su lugar en el mundo”, en opinión de un ministro. Otro sostiene que lo ocurrido esta semana “será el principio del fin de Feijóo” como líder de un PP que vuelve a bullir contra su falta de liderazgo.

En La Moncloa están convencidos de que rehabilitarán la línea de diálogo con los de Puigdemont y que en ese caso se impondrá la tesis de que la legislatura durará hasta 2027. “Cuando juegas todo al rojo -en este caso a que el Gobierno caiga mañana- y sólo haces política en negro, pasa lo que pasa, que vas de fracaso en fracaso”. Y esta es la sensación que, con una economía que va viento en popa creciendo muy por encima de la media europea y el desempleo más bajo de los últimos 16 años, empieza a cundir en el Partido Popular tan sólo dos años y medio después de haber elegido presidente a Feijóo.

Esta semana, como nunca antes había sucedido, han aflorado las hostilidades entre barones a cuenta de la estrategia y de “un liderazgo que no carbura”. Hasta ahora era inusual que el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla hiciera declaraciones públicas en contra de la línea oficial. El presidente de la Junta no es Ayuso y ha dado siempre muestras de su lealtad a Feijóo, pero en estos días su reflexión sobre la relación que el PP ha de tener con Junts y el PNV se ha leído en la dirección nacional y en el resto de territorios como una enmienda a la estrategia del líder nacional, que en estos días se ha encargado de dinamitar los puentes con los jeltzales a cuenta del edificio de París. “Yo soy partidario de tener una relación fluida con todas las fuerzas políticas a excepción de EH Bildu”, dijo un Moreno para contraponerse a un Sánchez “que puede pactar con todos” si el PP está “arrinconando”.

“Junts es más que Carles Puigdemont”, sostuvo el líder andaluz, para quien las filas posconvergentes deberían hacer “una renovación de una vez por todas” y buscar un “recambio”, ya que hace falta “un espacio dentro del mundo independentista o nacionalista de centroderecha que representó alguna vez CiU” más allá de Puigdemont, con quien no hay “posibilidades reales de entendimiento”. Y aún diría más: “En el ámbito parlamentario no podemos estar aislados de lo que sucede ni de los acuerdos ni de los pactos, porque flaco favor le haríamos a España ni a los intereses del propio partido”, defendió en un desayuno informativo en Madrid, al que asistía la plana mayor del partido, con la secretaria general, Cuca Gamarra, en primera fila.

A sus palabras reaccionó de inmediato el presidente del Partido Popular en Catalunya, Alejandro Fernández, quien dijo que se niega a creer que Moreno aspire a que sus rivales crezcan e ironizó con que semejante declaración del andaluz pudiera ser cosa de la inteligencia artificial.

Y mientras el PP sigue enredado en su propio laberinto con un Feijóo cada vez peor valorado en las encuestas incluso entre su propio electorado, en los cenáculos madrileños hay sospechas más que fundadas sobre la aparición de un nuevo partido de derechas que estaría liderado por el ex portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. En círculos de la ultraderecha, pero también de la izquierda aseguran que el dirigente que abandonó el partido de Santiago Abascal harto del ninguneo del sector más ultracatólico del partido está manteniendo contactos con empresarios relevantes para tejer una nueva organización política. Algo que, de consolidarse, fraccionaría aún más el voto del bloque de derechas y lastraría las posibilidades de una alternativa al Gobierno de Sánchez.

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