Un proyecto científico sobre el tejado del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales demuestra el potencial de renaturalizar estos espacios urbanos para cultivos, en un contexto global de reducción de las cosechas por el cambio climático y de falta de suelo
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En la azotea del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB), ubicado en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona, junto a la AP-7, hay un invernadero que, hasta hace algunas semanas, tenía albahacas y lechugas. Las hojas fueron recolectadas en Navidad y repartidas entre los 200 trabajadores del edificio. Ahora ha empezado la temporada de tomates. En este techo verde, que funciona desde hace diez años, un metro cuadrado equivale a 17 kilos de tomates.
Con ese dato, los científicos Diego Macall, ingeniero agrónomo y magíster en Economía Agrícola; Xavier Gabarrell, licenciado en Ciencias Químicas y doctor en Biotecnología; y Sergio Villamayor Tomás, especialista en Economía Ecológica, empezaron a hacer cálculos. ¿Cuántas azoteas hacen falta para cubrir la demanda de tomates de la ciudad?, se preguntaron. Tomaron como referencia los 437 edificios municipales, 65 hectáreas de superficie de tejados.
En la simulación, los modelos matemáticos arrojaron una producción de 8.866 toneladas de tomates. Barcelona tiene 59.718 edificios, por lo que 437 representan el 0,64% de la superficie total. En promedio, y según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, los habitantes de Barcelona consumen, de forma colectiva, 28.549 toneladas de tomates al año.
“Es decir, utilizando solamente los tejados públicos podríamos suplir el 31% de la demanda de tomates de los 1,6 millones habitantes de Barcelona, lo cual, francamente, es sorprendente”, admite Macall. Aclara que se trata de una estimación “conservadora”, pues en la investigación, pendiente de publicarse en la revista científica Cities, se tomó como referencia una producción de 14 kilos por metro cuadrado, tres menos que la cosecha media en el edificio de ICTA-UAB.
Tomates, lechuga, pepino
El estudio se centró en el tomate, el cultivo de mayor consumo en Barcelona, pero los resultados se replican para otras dos hortalizas, la lechuga y el pepino, que también forman parte de la dieta mediterránea. Macall explica que para obtener estos rendimientos, los huertos de las azoteas necesitan, como mínimo, una “estructura sencilla de plástico” para el control de la temperatura y la humedad, y para proteger los cultivos de pájaros y roedores.
“Las cifras van a cambiar si hacemos el estudio en otras ciudades de España. Hay variables que no serán las mismas, como la temperatura, las pendientes de los edificios o la morfología urbana. Pero esta investigación revela que muchas ciudades del país podrían usar sus azoteas para producir alimentos a gran escala”, señala el investigador.
El trabajo, agrega, busca visibilizar el potencial de los tejados verdes en un contexto global de reducción de las cosechas debido al cambio climático. “La producción de alimentos va a disminuir en los próximos años por el calentamiento global, eso es un hecho. Por tanto, estamos obligados a ser más creativos y resilientes. Cultivar en las azoteas es una muy buena estrategia de adaptación urbana”, subraya Macall.
Según el panel de datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la producción española de tomate ha disminuido casi un 19% en una década. En 2014 se recolectaron 4.888 millones de kilos. En 2023, la cifra descendió a 3.968,46 millones. Las variables del mercado explican parte de este descenso, pero los factores climáticos –las sequías casi crónicas en zonas productoras y las temperaturas extremas– también han influido, según este organismo internacional.
La producción de alimentos va a disminuir en los próximos años por el calentamiento global, eso es un hecho. Por tanto, estamos obligados a ser más creativos y resilientes. Cultivar en las azoteas es una muy buena estrategia de adaptación urbana
La mayoría de los tomates que se consumen en Catalunya proviene de los invernaderos de Almería, asfixiados en las últimas campañas por la falta de lluvias. Los agricultores están utilizando agua desalinizada para regar, lo que ha aumentado los costes de producción y ha generado una subida de precios.
Para Macall, la producción de alimentos en las azoteas “es un nicho de negocio para el sector privado, una oportunidad para los municipios y un reaseguro social para la ciudadanía, que contará con una producción local y con precios más bajos”, explica. “Las políticas locales de adaptación al cambio climático van a ser cada vez más necesarias. La reducción de alimentos parece todavía lejana, pero llegará. Y cuanto más resilientes seamos, menos impactos sufriremos”, concluye.
Su colega, Xavier Gabarrell, agrega que renaturalizar las azoteas en ciudades, que están planificadas a base de hormigón, tiene múltiples beneficios, como la mitigación del efecto ‘isla de calor’ y la retención de las aguas pluviales ante episodios de lluvias torrenciales. La mayoría de las azoteas verdes en España son “tejados improductivos de vegetación ornamental”. Muy pocas comunidades de vecinos apuestan por “variedades comestibles”.
Es muy difícil derribar edificios para hacer parques o espacios verdes. ¿Cuáles son las superficies que están muy mal aprovechadas? Las azoteas.
“Necesitamos que las azoteas no solo sean verdes, sino que recuperen las funciones que la naturaleza ha perdido por su impermeabilización, como la producción de alimentos. Es muy difícil derribar edificios para hacer parques o espacios verdes. ¿Cuáles son las superficies que están muy mal aprovechadas? Las azoteas. Si le hemos quitado a la naturaleza una parte del suelo para realizar sus funciones, porque hemos construido encima, quizá es hora de devolverle la última capa de nuestros edificios: los techos”, plantea.
El huerto de la azotea de calle Manuel de Falla
Tanto Macall como Gabarrell animan a los vecinos de las grandes ciudades a construir huertos en las azoteas, a que esta renaturalización incluya el cultivo de frutas, verduras y hortalizas. “Vale la pena intentarlo solo por la función social. Cuando un techo sin utilidad se convierte en productor de alimentos, se genera una nueva dinámica entre los vecinos, aparece un nuevo rincón de encuentro y acogida, todas las experiencias confirman esto”, explican.
Hasta 2020, los propietarios de las 12 viviendas del edificio de calle Manuel de Falla 34, situado en el barrio de Sarrià de Barcelona, no tenían casi relación. En una reunión de propietarios, un vecino convenció al resto de presentarse en la segunda edición del concurso de cubiertas verdes, una convocatoria lanzada por el ayuntamiento en 2017 en inmuebles de titularidad privada.
El edificio, de cinco pisos, fue uno de los diez ganadores. Las obras transformaron una cubierta de 236 metros cuadrados de baldosa de cerámica en una azotea plagada de vegetación mediterránea. El año pasado, el Instituto Municipal de Paisaje Urbano publicó un informe con los “beneficios sociales” derivados de la implantación de este plan.
En el caso de este edificio, por la caracterización demográfica de sus familias (muchos niños), se construyó un huerto urbano autogestionado con hortalizas biológicas para la realización de actividades recreativas y pedagógicas.
Los técnicos que realizaron la inspección para el informe observaron que el huerto había conectado a las familias, que era “el eje” de la renaturalización. “Las principales actividades que se realizan son el cuidado del huerto, considerado el elemento clave de la cubierta, y las reuniones y celebraciones vecinales. De hecho, se considera que la cubierta ha supuesto una importante mejora en la calidad de vida de vecinos y vecinas”, se detalla en el documento.
Para Gabarrell, el desafío es que la azotea de la calle Manuel de Falla deje de ser la excepción y se transforme en “la regla” en las próximas décadas. “Hace 15 años, las comunidades energéticas parecían una utopía. Y hoy estas comunidades avanzan y están consolidadas. ”¿Qué mejor para los propietarios de un edificio que pasar del encuentro frío y fugaz en un ascensor, a una cálida y amena interacción junto al huerto de una azotea“?