La ultraderecha europea es tan «patriota» que está dispuesta a ser quinta columna de Trump, ante el que nuestro Pelayo se presenta con la fórmula de López Vázquez: “Santiago Abascal, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”
Suena a chiste viejo, uno de aquellos de “esto van un inglés, un francés y un español…”, pero maldita la gracia: esto van un húngaro, un italiano, una francesa, un estonio, un polaco, un portugués, un neerlandés, un austríaco, un checo y un español, y se reúnen en Madrid para llamar a una nueva “reconquista”. Perdón, he escrito reconquista y quería decir Reconquista, con la mayúscula nacional-católica de gran gesta histórica: la expulsión de los moros por los cristianos, auxiliados por el apóstol “Santiago y cierra España”.
Aunque hay quien todavía discute la existencia de esa “internacional reaccionaria” que tanto nombra el presidente Sánchez, ahí estaba su estado mayor europeo, con Abascal de feliz anfitrión, pese a ser el hermano pequeño, siendo Vox el partido ultra con menos poder y menos votos frente a los Orban, Le Pen, Salvini, Wilders y demás. En el karaoke facha cantaron su repertorio habitual, nada nuevo: cargaron contra los inmigrantes, el islam, lo woke, las personas trans, las élites globalistas de Bruselas, la agenda 2030…
Hasta que el neerlandés evocó la reconquista, perdón, la Reconquista, que protagonizamos los españoles (no los cristianos, ni los reinos medievales del norte de la península, sino los españoles-españoles): “fuisteis los primeros en revertir el islam y restaurar la rica herencia del cristianismo”. En seguida se unió el húngaro Orban, que mezcló la teoría ultra del “gran reemplazo” con las batallas del siglo VIII, para terminar con un “¡Viva la reconquista!” (perdón, la Reconquista), que dio pie a que nuestro Santiago sacase pecho: “Nos gusta mucho a los españoles que nos conozcáis por esa gesta, por haber sido el muro de Europa en el avance del islamismo. Estamos dispuestos a volver a hacerlo”.
Si el modelo político de la ultraderecha europea es la lucha que inicia don Pelayo y culminan los Reyes Católicos, hay que decir que se lo toman con calma: como ironizó Ortega, “yo no entiendo cómo se puede llamar reconquista a una cosa que dura ocho siglos”. Tampoco vamos a entrar en discusiones historiográficas sobre un período no solo largo sino además complejo y que se resiste a simplificaciones nacionalistas y esencialistas. Yo solo les recordaría a estos valientes cruzados, que en la actual España hay muchos territorios que pasaron más tiempo islámicos del que llevan siendo cristianos desde su “reconquista”.
Da igual, no estamos en la polémica entre Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz, sino ante otro intento de actualizar viejas, viejísimas, consignas del nacionalismo español. La reconquista (perdón, Reconquista) es otra forma de llamar a ese espíritu de revancha, contraataque, batalla cultural, golpe de péndulo, revival histórico, que recorre medio planeta, y que solo puede acelerarse con Trump en la Casa Blanca. “Make Europe Great Again”, dijeron los sedicentes “patriotas” este fin de semana en Madrid. Tan patriotas ellos que están dispuestos a ser quinta columna de Trump, ante el que nuestro Pelayo se presenta con la fórmula de López Vázquez: “Santiago Abascal, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”.
Trabucaba Valle-Inclán en Luces de Bohemia el grito de guerra reconquistador para convertirlo en un “Santiago y abre España, a la libertad y al progreso”. Pero estos nuevos reconquistadores, parece que con el viento de la historia a favor, gritan hoy un “Santiago y cierra Europa” cuyo significado está claro: vienen a por nosotros.