«Ninguna institución puede usurpar la devoción de un pueblo», dice Ángel Pérez Pueyo mientras el delegado papal dirime el conflicto entre la diócesis y la Obra sobre el complejo católico
El Opus quiere convertir Torreciudad en santuario oficial con todo el ‘negocio de la fe’ que lleva asociado
“Ninguna institución, por numerosa, relevante o significativa que sea, puede usurpar la devoción popular de un pueblo”. El obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, arremete contra el Opus Dei por su gestión de la polémica titularidad del complejo de Torreciudad, el oratorio-santuario erigido en el pirineo oscense por deseo de Josemaría Escrivá de Balaguer. Un conflicto que, lejos de solucionarse amigablemente, ha quedado en manos del Vaticano, después de que el papa Francisco designara al presidente del Tribunal de la Rota, Alejandro Arellano, como comisario pontificio de Torreciudad.
El conflicto, uno más de los muchos que azotan en los últimos tiempos al Opus Dei, lleva cuatro años abierto sin que parezca posible una solución dialogada. Así lo ve Pérez-Pueyo, quien en una entrevista en Onda Cero Cinca con motivo de su décimo aniversario como obispo de Barbastro-Monzón asegura que, “en todo momento, lo que hemos buscado ha sido el bien de la prelatura, de Torreciudad y de la iglesia en general”.
“Si queremos trabajar en una iglesia sinodal, tenemos que ir todos en esa misma dirección y el Papa es lo que pretende”, ha sostenido Pérez Pueyo quien insiste en que “lo único que hemos pretendido es regularizar Torreciudad canónica, jurídica y pastoralmente. Porque canónicamente era un oratorio, y sin embargo aparece a ojos de todos como un santuario. Hay que actualizar con unos nuevos estatutos esa situación”.
Oratorio o santuario. Fe o negocio. Ahí reside gran parte de la pelea entre el obispo y el Opus Dei.
Torreciudad es todo un símbolo para el Opus Dei. Cuando tenía dos años, Escrivá de Balaguer fue llevado por sus padres a la ermita de la zona para agradecer la curación de una grave enfermedad. Esa visita determinó de alguna manera para el fundador de la Obra que aquel lugar debía ser suyo. El 7 de julio 1975, dos semanas después de su muerte, abría las puertas un nuevo complejo (así lo denominó en Vaticano al nombrar a Arellano como comisario) gestionado por el Opus.
Desde entonces, el templo actuó como foco de atracción de fieles católicos. Y con ellos la rentabilidad asociada históricamente a las peregrinaciones. Tanto ha sido así que, a finales del año pasado, el Vaticano tuvo que borrar de su ‘Memoria’ las referencias al templo oscense como destino ‘oficial’ de fieles: las últimas estimaciones calculan 200.000 visitantes y un impacto de 97 millones anuales en este polo de negocio de la fe.
¿Por qué no se ha alcanzado un acuerdo?
“Por nuestro lado siempre hemos tendido la mano”, apunta el obispo, quien sugiere la falta de voluntad por parte de la Obra. “Cuando no hay argumentos…”, cuestiona. Respecto a la actuación del comisario pontificio, monseñor Arellano, el obispo de Basbastro subraya que “nosotros creíamos que en este punto íbamos a llegar a un acuerdo, pero… Me gustará saber en que queda todo este asunto, porque a lo mejor es lo mismo que planteábamos nosotros”. Esto es: que el santuario pase a ser controlado por la diócesis, reformulando el acuerdo con el Opus Dei para el nombramiento del rector y el impulso para que pueda convertirse en un santuario internacional, al estilo de Lourdes o Fátima.
En cuanto se creó, Torreciudad aspiró a convertirse en el Lourdes o Fátima español –los focos peregrinos francés y portugués se basan en apariciones marianas y poderes milagrosos–. Y paralelamente se erigió en una fuente relevante de ingresos para el Opus Dei.
Cuando debían renovarse los estatutos de la Obra, la diócesis se encontró con que la aportación simbólica que hacía el Opus Dei por este ‘complejo’ –que se hace con un plazo perpetuo según un convenio suscrito en 1962– no se correspondía, ni de cerca, con los ingresos obtenidos únicamente por la presencia de peregrinos. La aportación se queda en 175.000 euros, según los últimos datos presentados por el Patronato de Torreciudad que, al tiempo, asegura que el impacto del recinto ronda los cien millones de euros.
A la parte económica se sumaron las informaciones sobre que la fundación que gestionaba el recinto había adquirido terrenos colindantes con la intención de construir un macrocomplejo para conseguir que Torreciudad tuviera la dimensión de los grandes santuarios europeos. Unos planes que desconocía el obispo Ángel Pérez Pueyo.
Así que la exigua aportación dineraria que el Opus pasaba a la diócesis (cuando ingresaba millones) y el proyecto (supuestamente a escondidas) para transformar Torreciudad en un megacomplejo católico hicieron saltar la chispa. A partir de ese momento, el conflicto se enconó y la diócesis llegó a pedir un canon por peregrino –las fuentes lo sitúan entre 5 y 25 euros, lo que daría una cifra entre el medio millón y los cinco millones de euros al año– además de solicitar al Opus Dei una terna para designar al nuevo rector del santuario que actuara “en equipo” con un grupo de sacerdotes bajo las órdenes del obispo.
La reciente estrategia del Opus Dei, abundando en que, sin la Obra, no habría santuario, busca presionar al delegado del Papa para ceder el complejo a la organización, justo cuando en 2025 se celebra el 50 aniversario de la fundación del nuevo templo, y de la muerte de Escrivá. El delegado Arellano hizo una visita fugaz al complejo el pasado 7 de diciembre, sin pernoctar –como habían anunciado las autoridades del Opus– en el mismo, y visitando a su vez al obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo.
Y todo sobrevolado por el futuro de la todavía prelatura en el aire, después de que Roma echara por tierra sus proyectos de estatutos.
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