¿Qué es un pijo? O mejor dicho: ¿quién lo es? Lo primera lección que se extrae de (Blackie Books), el ensayo que ha escrito sobre el asunto la periodista Raquel Peláez (Ponferrada, León, 1978), es que no hay una respuesta única. Depende del contexto, de la época, de quien mire: “Uno siempre puede ser el pijo del otro”, recoge en palabras de la antropóloga Karine Tinat. La segunda es que, a pesar del cliché, ser pijo no está tan relacionado con tener dinero en la cuenta, sino con un complejo sistema de símbolos, círculos sociales, de poder, patrimonio y apellidos –a menudo compuestos–. Y con algo que la clase trabajadora ansía porque siente que escasea: tiempo propio. “El libro se iba a llamar al principio la clase ociosa”, cuenta la autora durante la entrevista en un bar de Chamberí (Madrid) que, en un giro irónico de presume de antigüedad y pedigrí en su fachada pero en su interior apenas cuenta con unas mesas Lack de Ikea puestas de cualquier manera.